PAULO GARCÍA CONDE
Cuando un
autor decide bautizarse a sí mismo como Malaparte, por llevar la contraria a
Napoleón, podemos esperar sin demasiada cautela que sus escritos y trabajos
guarden una estrecha relación con la polémica. Con Curzio solo se trataba de
aguardar y contemplar por qué derroteros le apetecería inmiscuirse para
comenzar a agitar la pluma y hacer tambalear lo que con sus palabras describía
y con su mirada analizaba. Malaparte fue una de esas figuras que en realidad
destacan en cualquier época en que vivan (incluida la actual, que cuenta con
relevantes personajes que a mayor o menor gloria se hacen todavía hueco en
periódicos y papeles en blanco): de militar en las filas fascistas y de mostrar
casi adoración por Mussolini, pasó a arrimarse al Partido Comunista. Por
supuesto, el trayecto recorrido de un extremo a otro no solo dejó las
experiencias y perspectivas singulares propias de una personalidad de esa
naturaleza, sino que brindó una obra que, tanto en lo periodístico como en lo
literario, dio mucho de qué hablar. Y, lo que es más importante, aportó una
visión propia y a la vez concienzuda sobre la guerra, sobre las clases sociales
y sobre la esencia misma del ser humano.
Tusquets
recupera ahora varios de los textos inéditos en español del autor italiano. Por
lo que se nos cuenta, parece ser que la obra inédita del escritor es copiosa,
si bien en muchos casos se trata de trabajos inconclusos. Baile en el
Kremlin y otras historias recoge varios de esos textos y relatos que
no llegaron a su punto y final, pero que aun así tienen mucho que ofrecer. El
primero de ellos, y que se lleva el mejor bocado del título, es un retrato
extravagante sobre las extravagancias de la alta sociedad marxista que por el
año 1929 bullía por Moscú. Las fastuosas veladas donde los nuevos ricos y los
advenedizos se cogían del brazo, o los amplios salones de embajada que
aguardaban con ansia la entrada de la bailarina del momento, la Semiónova, son
el escenario que brinda a Malaparte la ocasión perfecta para hacer un perfecto
recorrido por las arterias de la nobleza de una Unión Soviética cuyo derrumbe
no tardó en llegar.
Se ve en
estas líneas a distintos personajes históricos que el periodista y escritor
nacido en Prato (lugar al que reserva su hueco en otros relatos del presente
libro), maneja a su antojo para brindar a los lectores una visión panorámica,
para poner en marcha acciones que podrán traducirse en comentarios sobre la
Historia, la que de verdad ocurrió y la que, al fin y al cabo, cuenta. La
figura del poeta Maiakovski, a cuyo suicidio asistimos bajo la propia piel de
Malaparte; la del político Lunacharski, reconocido por su juicio a Dios por sus
crímenes contra la humanidad; la descripción de diferentes madames,
esposas de hombres destacados y respetados, enfatizando sus maneras y actitudes
en aquellos círculos donde todo era puesto en entredicho con un tono de
secretismo y bisbiseo perfectamente ensayados. Todo ello se suma a la causa de
esbozar un gran cuadro, un “espejo esperpéntico” como el propio autor refiere,
de una haute societé de la que él pudo rodearse, en la que él
pudo tomar parte.
Los otros
relatos que siguen a este abandonan esa atmósfera soviética para centrarse en
sus raíces personales, en la Italia que vivió y que quiso recordar. Se muestra
en ellos al Malaparte más novelesco, dando forma a historias con intención de
aportar algunas reflexiones de manera subrepticia. Quizá la selección de
relatos sea un tanto irregular en su calidad, algo de lo que incluso avisan los
propios editores. Son éstos textos que no llegaron a publicarse, pero que
tampoco pasaron por la corrección de su autor, siendo este un apartado que
tenía en alta consideración dentro de su técnica y proceso creativo. No
obstante, el material aportado luce en diferentes aspectos. Algunas de las historias
recrean su lugar de nacimiento, la pequeña localidad de Prato, evocándolo con
tintes fantásticos y misteriosos. Malaparte apuesta en varios de ellos por
personajes jóvenes, que sirvan para esbozar lo que para él era una generación
desligada de las anteriores. Un campo de cultivo adecuado para tocar temas como
el incesto, el narcisismo, o los dilemas morales que plantea la figura de
Cristo.
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De EL
IMPARCIAL, 11/11/2016
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