JOSÉ CUESTA
Aunque
ahora está de moda la «fusión» de géneros, como ocurre con las novelas poéticas
o las novelas ensayo, la idea no es nueva. Este libro de 1949 ya explica en su
título (Götter, Gräber und Gelehrte. Roman der Archäologie) que
se trata de uno de tales géneros híbridos: «novela de arqueología». En su
prólogo el autor defiende que la ciencia tiene potencial de sobra para escribir
libros en los que se mezclen la intriga y la emoción de la novela de aventuras
o el relato detectivesco con el rigor del ensayo científico. Se trata de limar
todas las arideces, tecnicismos y erudiciones y destacar el aspecto humano, la
búsqueda y el hallazgo, los éxitos y los fracasos. Y no se postula como creador
de este nuevo género, sino que apela a una incipiente tradición citando un
famoso precursor: Cazadores de microbios, de Paul de Kruif, y
otro libro publicado casi simultáneamente con éste, también sobre
arqueología: Lost Worlds, de Anne Terry White.
Y en efecto, el libro es una estupenda novela de aventuras que narra hechos
rigurosamente ciertos. La arqueología es terreno abonado para este tipo de
experimento literario. El tirón de Indiana Jones se debe en parte a eso. Pero
es que, además, el libro cubre los mayores hallazgos arqueológicos de la
historia, así que el éxito está asegurado. Ceram es el pseudónimo con que firma
su autor, Kurt Wilhem Marek (Marek al revés es casi Ceram), que, contra lo que
se podría pensar, no fue un arqueólogo, sino un periodista y crítico literario
alemán a quien los americanos hicieron prisionero en Italia en 1944 y que
decidió aprovechar su cautiverio para leer todo lo que cayó en sus manos sobre
arqueología. Con tal bagage se lanzó a escribir Dioses, tumbas y
sabios.
El libro está dividido en cinco partes: El libro de las estatuas, donde,
entre otras cosas, se narran el descubrimiento de Pompeya y Herculano, y la
increíble hazaña de Schliemann, que sacó a la luz Troya, descubrió la
civilización micénica y casi también la minoica; El libro de las
pirámides, que cubre desde la invasión napoleónica de Egipto hasta el
hallazgo de Howard Carter de la tumba de Tutankamón; El libro de las
torres, que narra los descubrimientos de los imperios asirio,
babilónico y sumerio y cuenta la historia del desciframiento de la escritura
cuneiforme; El libro de las escaleras, sobre las
civilizaciones precolombinas, y Sobre los libros de historia de la
arqueología que aún no pueden escribirse, que apunta hallazgos
recientes (para su época) en el Indo y en otros lugares. El autor aconseja en
el prólogo empezar a leer por el segundo libro, imagino que porque en aquella
época aún estaba reciente el descubrimiento de la tumba de Tutankamón, el
hallazgo arqueológico que probablemente haya tenido el mayor seguimiento
mediático de la historia, en parte por la fascinación que ejerce la
civilización egipcia sobre nuestro imaginario colectivo y en parte por el
fabuloso tesoro que, contra todo pronóstico, se encontró sin expoliar, y
empezando a leer por ahí el lector tenía más posibilidades de quedar
enganchado. En mi opinión, y habiendo hecho caso al consejo del autor, creo que
hoy día resulta innecesario. A mí no me parece menos fascinante la historia de
Schliemann que la de Carter, y si acaso me lo parece más, así que yo aconsejo
empezar el libro por el principio, porque la diversión está asegurada desde la
página uno.
Inevitablemente el libro está obsoleto. Desde 1949 hasta ahora mucho ha
llovido, mucho nuevo se ha encontrado y mucho de lo que se consideraba cierto
se ha rectificado. Por ejemplo, sabemos hoy mucho más sobre los mayas y
aztecas, y sobre los pueblos que los precedieron (los constructores de
Teotihuacán); incluso hay teorías con bastante sustento empírico de por qué el
imperio maya desapareció. También ha cambiado la visión sobre lo que ocurrió en
Pompeya y Herculano: hace poco vi en un documental que la hipótesis que mejor
explica la imagen «congelada» que nos dejaron estas ciudades es que el Vesubio
mandó una nube piroclástica sobre ellas, tan rápido que los habitantes no
tuvieron posibilidad de huir. Y sobre la Atlántida, que Ceram menciona un par
de veces en el libro, porque en aquella época se especulaba si tendría alguna
relación con la civilización maya, ahora tenemos una convincente explicación
que la identifica con la civilización minoica, destruida de la noche a la
mañana por el tsunami que provocó la enorme explosión de un volcán que había en
la isla de Tera. En fin, que el libro, de seguir el autor vivo, habría admitido
una segunda edición corregida y ampliada, o una segunda parte tan fascinante
como la primera. Pero como podéis imaginar, la obsolescencia es mínima en lo
que se refiere a las civilizaciones del Nilo, del Tigris y el Eúfrates y del
Egeo, así que el libro se puede seguir leyendo para aprender sobre todas ellas.
Y ahora que recuerdo, sí que hay una especie de segunda parte, del mismo autor,
donde se llena uno de los vacíos que deja este libro: el imperio hitita, ese
gran desconocido (el libro se ha traducido con el título de El misterio
de los hititas, y ya le tengo echado el ojo).
Vi Dioses, tumbas y sabios por primera vez en casa de Susanna
(coautora de este blog). Ella y Anxo (otro coautor) sostenían que lo habían
leído en su juventud y les había encantado, y yo expresaba mis dudas de que el
libro aguantara una segunda lectura de adulto. Me equivoqué y así lo hago
constar públicamente. El libro es muy bueno, incluso leído a mi edad, incluso
conociendo el 70 por ciento de los hechos que se narran. Definitivamente
recomendable.
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De LA
CUESTA DE MOYANO, blog del autor, 29/05/2014
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