ELIANA SUÁREZ
Arena bajo los
pies como minúsculas brasas incandescentes. Oro que despelleja el alma cuando
no hay refugio donde guarecerse. Hombre o mujer, niño o anciano clamando al cielo
por una nube o por agua. Agua como privilegio de clase. Transparente ante la
riqueza, enlodada para la miseria.
Sol que ardes en
cada célula y exasperas hasta lo insoportable. Grieta en tierra seca, escama de
dragón devorador de humanidad. Se yergue el fuego como titán sobre la sierra.
La flor y el árbol doblan servilmente su espalda y proclaman vencedor a quien
como Atila será amo y señor del territorio.
Pero aquí, el
recuerdo de aquellos días fríos trae el aroma de tu ropa, tu casa, tu comida.
El silencio en el punto exacto en que la ciudad hace un vacío y en medio del
tumulto no se oye nada. Un perseguir la dicha a cada paso, tratar de seducirla
y lograr que anide en las esquinas donde alguna vez soñamos con una vida
juntos.
Ahora, arden bajo
la tierra la esperanza y el amor. Aguardan a resurgir colándose en ríos
subterráneos, en agua que fluya y recorra toda la superficie de la tierra hasta
bañar nuevamente mi cuerpo. Esa agua me poseerá y, entonces, un jardín crecerá
en mis espaldas y las raíces fortalecerán nervios, músculos y órganos y viviré
y sobreviviré a este tiempo árido en que las hojas caen antes y el cielo azul
es presagio de descanso.
El sol se
recuesta en la quebrada cansado de tanto arder. Una bandada de pájaros se nutre
de la sombra y se despide en jolgorio incesante. Un espectro merodea entre los
rosales. Es noche sin luna y las estrellas reinan. Lejos de aquí, la arena se
vuelve velo de Ino. Lejos de aquí, una voz clama piedad entre las ruinas.
Entonces el aire
de la noche sofoca. Es el dolor de otros cubriendo la faz de la tierra. En el
horizonte, una boca negra engulle las formas y luces blancas simulan un amparo
que no existe.
No comments:
Post a Comment