MAURIZIO BAGATIN
Octubre, y
escribo desde mi ubicuidad. Del grano de maíz que sembré en el surco abierto
ayer, el maíz azul de Zeferino, el Cantinflas del nopal de Tlaxcala, tortillas
sin par en todo México. Y el otro octubre, lo de inconmensurable belleza, hojas
rojas, amarillas, anaranjadas y uvas por la futura embriaguez. Maíz y uvas,
polenta y vino.
Tuve que
irme del infierno grande de la nada para tamizar, como si fuera harina
amarilla, y prensar, con pies de imilla, mi esencia y el tiempo, lo que hoy son
otros productos, humintas y singani.
Octubre es
liviano y fuerte, es sabiduría y revoluciones. El mes de mi profunda ubicuidad:
el esperado letargo del oso o el despertar de la linfa terráquea. Día y noche.
Siempre distancia y acercamiento, columpio que enreda y desenreda las
posibilidades y la libertad. En el país del sol levante los dioses dejan sus
templos, sus residencias y van reuniéndose en el santuario de Izumo Taisha.
Esperamos las lluvia que transforme el paisaje, el milagroso perfume a petricor
y, a las antípodas, San Francisco de Asís y su serenidad.
Tendríamos
que sentarnos, bajo la última sombra y a la luz del sol; cuan viejo e
irrequieto el décimo mes del año, se movió de un étimo de la antigua Roma,
conservando la fecha del descubrimiento del Nuevo Mundo.
Octubre
2022
_____
Imagen:
Giancarlo Giordano, Tres figuras, 2018
No comments:
Post a Comment