MAURIZIO BAGATIN
Al Mago por su cumpleaños
“Es una
verdadera noche de Brooklyn/la noche azteca/la híbrida noche tolteca/la noche
de Saragossa/la noche tarasca/Jaqui Keracky/Cultiva opio/En el buen Culiacán”
-Jack Kerouac, Mexico City Blues-
David,
pintor psicodélico, Daniel, pusher y la desafiante Helena. Es un largo viaje
desde el desierto de Wadley hasta México City, en compañía de José Cruz guiando
el blues subterráneo de la banda Real de Catorce. Azul en la parada del tren
camino a San Luis Potosí, Mujer sucia rumbo a Santiago de Querétaro: “Los
mineros, con alas de amor, parten viajeros a los tiros de mina. A los cielos
infernales”. La siguiente parada será el desierto. Toda una noche de tequila y
mezcal, lubricando entrañas, regando sueños y conciencias. El blues es la
negritud y es la luz necesaria para el socavón, es el Tam Tam hecho poesía
urbana. Una fogata afuera del tiempo, los ojos que vibran a la llamas, los
cuerpos centinelas de la eternidad.
El indio
Huichol me invita un gajo de la carne de los dioses, “siete gajos servirán para
toda la noche, para toda tu vida”, me indica mirándome fijo en los ojos. El
frio es martillador. El aullido de un coyote y el tren hacia el sueño del norte
irrumpen; el viento es un canto ligero, hay sombras en la calvicie de la
tierra, la luna es un firme cilindro encendido en el libro del cielo. “¡No te
distraigas!, mira de frente a los eventos, tendrás lo que es firme en tus
sueños…”. El indio Huichol desaparece como llegó, en el horizonte fantasmal. El
viento cesa, ya parece haber desaparecido también el frio. El fuego se va
apagando, vemos todas las transformaciones de la noche, el entrar de la
modorra, ahora, que precede el amanecer.
Viajo con
Mixtli, el Mexicatl, donde los Wirikotas, más al norte el desierto es aún más
desierto. Fumamos cigarrillos Delicados, sin filtros y dulces, será por el
tabaco o será por su papel de arroz, en México fueron siempre los mejores.
Encuentro Helena y yo soy Paris, Troya es lejana de las chinampas de
Xochimilco, ahí Nezahualcóyotl "el Rey Poeta" va recitando: “No
acabarán mis flores,/No cesarán mis cantos./Yo cantor los elevo,/Se reparten,
se esparcen./Aun cuando las flores/Se marchitan y amarillecen,/Serán llevadas
allá,/Al interior de la casa/Del ave de plumas de oro”. Blues. Una guitara
desde los ríos profundos, el Mississippi y el Rio Grande, más al sur cañones y
tortillas, piedras y alimentos, arriba José Doroteo Arango Arámbula mirando
desde Columbus. En la Sierra nos espera Emiliano Zapata y tortillas más oscuras,
la nixtamalización y las líneas de formación de la tierra, piedra jade y la
Selva con sus fenómenos kársticos. La noche será la fuga por el Rio Usumacinta,
mezcalina que el Muerto distribuye como si fuera Jim Morrison. Alebrijes
y The End.
Daniel
aparece con una bolsa de papel, adentro oculta un teléfono adaptable a todas
las cabinas telefónicas de México City (lo conecta a la primera cabina que
encuentra y me dice: “¡Ahora ya puedes llamar adonde quieras!”), en la otra
mano un kilo de mota recién llegada de San Sebastián de la Sierra: “¿Fumamos?”;
tengo en mis manos el cuadro psicodélico de David, es el viaje alucinado de
Ixca Cienfuegos y, al mismo tiempo, la mirada hipnotizadora de Teódula
Moctezuma, los guardianes; Helena me va desafiando: “¡Sales de aquí si a los
chilangos les ganarás en comer picante!”, naturalmente gano yo y me voy, tomo
un taxi en Reforma, con los últimos diez pesos me compro una Negra Modelo.
Ahora estoy comiendo un plato de pasta en la Big Tower de Toronto, nos
emborrachamos con el Mago y su tío. Mañana viajaremos rumbo a Roma. Hasta el
avión nos acompañan unas azafatas canadienses pero de origen italiano.
En mi oído
suena Comala, Jorge Reyes está presente.
12
noviembre 2022
Imagen: El
cuadro de David, enero 1995
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