PABLO MENDIETA PAZ
Querido
Claudio:
A propósito
de modificaciones de textos en canciones u obras, el compositor chileno Luis
Advis escribió en letra y música, en 1969, la extraordinaria Cantata Santa
María de Iquique, reveladora de un talento y genio exquisitos del músico y
escritor chileno. La obra fue originalmente grabada en estudio por el magnífico
grupo Quilapayún, y se constituyó en obra mayor del repertorio latinoamericano
de música de protesta. Exiliados estos, luego del golpe de Pinochet, se
asentaron en París junto a un numeroso contingente de músicos, escritores,
cineastas, etc., que se congregaron en la capital del mundo a la espera de que
la situación en Chile retomara su cauce político popular (lo cual, claro, no
ocurrió). Sin entender por qué, a pesar de la fama y éxito que les deparó la
cantata en el viejo mundo, a los integrantes de Quilapayún se les ocurrió un
mal día que, con Cortázar ahí, también asilado, podrían hacer una nueva
grabación de la obra, pero con el texto modificado por el escritor argentino???
Enterado de esto, Advis, quien pudo permanecer en Chile, colérico por la
actitud de Quilapayún, y por la “inaceptable intromisión” de Cortázar, había
dicho: “No me gusta que corrijan mis textos sin preguntarme, además de que en
ninguna parte yo uso la palabra pueblo como la usa Cortázar. Estaba tan molesto
con ese señor que le iba a escribir una carta, pero no lo hice porque al mes
siguiente murió”.
Si uno
revisa la versión de Cortázar, indudablemente que el sentido de las partes
corregidas se distancia a la legua de la inspiración de Advis. No hay encuentro
con la música, por muy pocas modificaciones que el hombre de Rayuela hubiera
hecho al texto. Una anécdota que siempre leo y releo.
Una vanidad
personal, a propósito: cuando gané el concurso de la canción francesa aquí en
Bolivia y me mandaron a París a representar al país en el Festival
Latinoamericano de la Canción Francesa, el grupo que acompañó a cada artista
fue precisamente Quilapayún. No olvido la emoción que me embargó. Ellos, los
admirados Quilapayún, rasgaron sus guitarras y charangos y dejaron volar sus
instrumentos de viento en fantásticos y elevados arreglos de música fusionada.
Una experiencia que guardo como gema preciosa, pese a su incomprensible, y no
poco repudiable actitud (de Quilapayún) con Luis Advis.
Una
historia de capítulos disímiles. La comparto con todo gusto y complacencia
contigo, querido amigo. (Compartirla con otros podría, tal vez, calificarse de
pedantería, tal como suele ocurrir). Contigo, por supuesto que no. Un
fuerte abrazo!
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