(Texto leído
en la presentación del libro “La narrativa contestataria y social de Gaby
Vallejo Canedo” de Willy Oscar Muñoz)
Corrían los
primeros años de la década del 80 y Cochabamba estaba en ebullición… No solo
porque eran tiempos de dictadura, sino porque entre los amigos se escurrían
rumores de cámaras de cine, historias de torturas en el matadero, tardes de
maizales en Tiquipaya… y un jeep, y Claudio y Chino y Julio y Alain… Una fiesta
de carnaval en la Quinta Don Gerardo, máscaras y estridencia, mientras Edwin,
Melita y Emma dibujaban los derroteros de la alegoría de un país atravesado por
la violencia, la mentira y el poder omnipresente de los gobiernos de turno.
Y, claro, se
estaba rodando la película de Paolo Agazzi, basada en la novela de Gaby Hijo de opa. Los hermanos Cartagena
serviría no solo para volcar los ojos sobre los más de 30 años de historia que
nuestra autora describió con maestría, sino también para poner a esta mujer en
el escenario de las letras iluminadas. Para volver la mirada a una obra de
inusual carga de violencia, sexo y denuncia política en el mundo subterráneo de
una Bolivia que se teje en las manos y las voces de un despliegue mujeril
inusitado. Una historia que comienza con la opa y termina con la hermana y
donde Martín Cartagena juega el rol privilegiado de testigo y de actor de la miseria.
Munida de ese
ímpetu al que hace referencia la crítica, Gaby se sumerge en el mundo de los
marginales. No solo se posesiona de la piel de Martín, sino de la de los niños,
las mujeres, los campesinos. Y establece así una imagen de mujer poderosa, que
se hace de la voz de la historia y la repite, la contesta, la reinventa. Así
como Amalia, Gaby se hace presente a través del espejo del tiempo para
regalarnos un personaje incansable –ella misma- que hurga cada espacio para
invitarnos a leer, a escribir, a decir la palabra desde las bibliotecas, las
plazas, los pueblos, cabalgando siempre sobre algún libro, una investigación,
una inquietud…
“Soy una mujer
que se rebeló silenciosamente desde muy niña frente a estructuras de
pensamiento y comportamientos de los adultos,” asegura Gaby en su espacio
virtual. “La escritura me sirvió, continúa, para introducir mis rebeliones”. Y,
así, recostada contra el viento, enarbola la palabra y nos invita a romper
esquemas y reconstruir miradas.
Gaby no es solo
sinónimo de viajes y premios. No es solo la escritora inquieta e infatigable.
Es la mujer intrépida, que ha sorteado yugos y aprietos con esa energía que nos
envuelve y nos hace sentir que todo es posible; que solo hacen falta amor y
generosidad para abrir universos nuevos y para transformar las vidas…
Gaby es la figura
que recorre las calles, que se adentra en las comunidades, en escuelas y en
recovecos. Forjadora de niños y de jóvenes. Constructora de bibliotecas,
embajadora de las letras bolivianas, representante de las mujeres que habitamos
estos lares. Luchadora incansable por nuestros derechos, nos demuestra con cada
libro, con cada ensayo, con su participación en encuentros, congresos
internacionales, que su experiencia y su creatividad no hacen sino enriquecer
nuestra literatura, desde sus propias perspectivas y expectativas.
Y no
necesariamente desde espacios disidentes, sino a través de un discurso que
utiliza la palabra para generar territorios de resistencia y negociación de la
alteridad. Y si, como dice Fontanille, la presencia es una primera articulación
semiótica de la percepción y, si como confirma Filinich, la presencia puede ser
concebida como el primer modo de existencia de la significación, entonces la
presencia de Gaby Vallejo en las letras bolivianas no puede sino ser la
evidencia de las enormes capacidades significativas de su literatura, lugar
desde donde su obra semiotiza nuestro ser en tanto “literatura boliviana.”
Así, la mujer, la
maestra, la escritora, la madre, la fundadora de experiencias lectoras, la
integrante de comités internacionales, miembro y expresidenta del PEN, de la
Unión Nacional de Poetas y Escritores… así Gaby se transforma en “esta” Gaby.
Deja de ser únicamente el personaje que nos representa, para transformarse en
la escritora corpórea y poderosa de la que habla Marcia Batista Ramos. Esa que
“se preocupa por la supervivencia de la sociedad latinoamericana contemporánea
y deja amplia constancia de ello, al testimoniar las tragedias de un país que
comparte el mismo esquema de abusos frente a los derechos humanos, la guerrilla
urbana, la injusticia social, entre otras desventuras, con cualquiera de los
países de la región”.
Su literatura la
sitúa en una encrucijada histórica y cultural desde donde plantea
“inquisiciones”, evitando aspectos fieramente dogmáticos o imposiciones
ideológicas. A través de la sensualidad, de la exploración de la violencia y la
marginalidad, Gaby Vallejo observa el caos y testifica a través de su pluma las
contradicciones de nuestra época.
Por eso es importante
nuestra reunión de hoy. Por eso el libro que nos regalan Willy Muñoz y la
Editorial Kipus no es sino uno de los muy merecidos testimonios del valor de
esta mujer. De Gaby. De nuestra Gaby Vallejo. ¡Felicidades y gracias!
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De ECDÓTICA,
22/02/2017
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