American Visa fue la primera novela boliviana que
leí, en mi primer viaje a La Paz (junio de 2004). Inolvidable por tanto. La
compré por el apellido del autor porque me remitía a los de la tierra
fronteriza en la que vivo y de la que procedían los ancestros de Juan de Recacoechea,
según él mismo me contó en un encuentro para mí memorable que tuvimos en La
Paz: cuando te ríes a carcajadas con alguien, gracias a su ingenio y a su
visión lúcida y escéptica, inteligente, de las cosas, es más que probable que
no le olvides jamás.
Esa primera
novela la leí en un cuarto ciego de un alojamiento siniestro del barrio del
Rosario, por donde pulula el protagonista de su novela y por donde lo hacía, y
se nota mucho, el autor, que demostró conocer su ciudad como la palma de la
mano, tanto que a veces pienso si el verdadero protagonista de sus novelas no
es otro que La Paz, sus barrios más populares (y menos populares), sus calles
abigarradas, pasajes y callejones siniestros, sus recovecos y la fauna
variopinta que la habita.
El Reca, un novelista
que se metía donde no se mete nadie, digamos, algo balzaquiano. La hoyada no
era un pozo, al menos para él y su capacidad de invención. Lo menos que se le
puede pedir a un novelista es que sepa de qué escribe.
De ahí que me
parezca un reduccionismo fácil y perezoso calificar a Recacoechea como un
escritor de novela negra y sólo eso, porque tengo para mí que es algo más.
Convengamos que
sus tramas puedan ser "policiacas”, pero con ellas trataba asuntos graves
de la realidad social y política boliviana largamente denunciados, como son la
inmigración, el trabajo precario, el expolio de obras de arte, los crímenes
políticos y no políticos que no se resuelven jamás, la corrupción, la miseria,
la impunidad del más poderoso... La biblia copta, La abeja reina...
Y sigo, Toda
una noche la sangre me parece una novela soberbia acerca del asesinato
del jesuita Lucho Espinal a manos de paramilitares y no paramilitares, una
forma de explicarse la mentalidad de esos personajes sobre los que ha caído un
manto de olvido, se escriba sobre ellos lo que se escriba.
Quiero creer que
Recacoechea sabía del valor de la escritura, más allá del aplauso volátil de la
tribu literaria. Eso me pareció al leerlo, al escucharle, y así lo escribo... y
me voy riendo, ay, Reca, tenías cosas geniales, gracias, hombre.
__
De
VIVIRDEBUENAGANA (blog del autor), 05/02/2017
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