Tuesday, December 20, 2011

Entrevistas: Con Leonardo Padura, una mañana «a lo cortico»


El escritor cubano Leonardo Padura, laureado recientemente en Francia con el Premio Roger Caillois, fue invitado este martes por el ICIC Juan Marinello, en La Habana, a conversar sobre el proceso de investigación y escritura de su novela El hombre que amaba los perros

Marianela González Lavandero

A Leonardo Padura le divierte que le consideren “un escritor valiente”: se inquieta mucho, dice, cada vez que termina un libro. Ineludiblemente, se le parecen. Y él, ineludiblemente, es un hombre que cuestiona. Contrario a lo que muchos hemos pensado, las historias de Mario Conde no son su mejor espejo. Escuchándole hablar, conocemos que La novela de mi vida ―la de Heredia― es la obra donde Padura ha volcado todo lo que piensa y siente “sobre lo que es Cuba, sobre lo que han sido las instituciones cubanas, la sociedad pasada y presente, la condición humana. No tengo dudas: es el libro en el que más estoy yo, aunque quizá sea el más difícil de relacionar conmigo”.

Más que su alter ego, Conde es un prisma a través del cual Leonardo Padura nos propone mirar la sociedad cubana. Sin embargo, confiesa que con los años el personaje se le ha ido acercando. “Al principio, se trataba de un investigador policial; pero en La neblina del ayer y en la novela que estoy escribiendo ahora, se va aproximando más a mí porque es un hombre al margen de una institución oficial, con determinados comportamientos y maneras de participar de la realidad”.

Pero en El hombre que amaba los perros ―la novela que relata el asesinato del líder revolucionario y teórico comunista León Trotski a manos del comunista catalán Ramón Mercader, y la estancia de este personaje en Cuba a partir de 1960―, el juicio histórico le interesó más a Padura que su propia individualidad. Por eso, el personaje de Iván tiene ese carácter metafórico y representativo de una generación entera, más que de alter ego. “Mario Conde vive nuestra cotidianidad y, por ello, pretendo darle una corporeidad más próxima a una persona real; pero Iván es la reunión de muchos personajes en uno. Algunos lectores podrán sospechar de que a este muchacho le ha sucedido de todo: ¡yo necesitaba que le pasara de todo, porque Iván es la experiencia vital de mi generación!”.

Si sus novelas policíacas o la novela histórica sobre nuestro siglo XIX, le proporcionaron a Leonardo Padura ciertos prismas para mirar su país y proponer dicha mirada a los lectores, en los cerca de diecisiete idiomas en que sus obras han sido publicadas; El hombre que amaba los perros es su deuda con los cubanos: los dos años que dedicó a hurgar en los entonces recién abiertos archivos de Moscú, le revelaron informaciones total o parcialmente desconocidas para el gran público de su país. Contradictoriamente, rastros de una historia que nos concierne, en la medida que también participamos de su construcción.

Asegura el escritor que el 80% de la información que pudo reunir en esos dos años, era una novedad para los cubanos. También para él. Mientras indagaba, Padura accedía cada vez más a un conocimiento mayor, hallazgos que le permitieron “establecer conexiones entre sucesos históricos. A partir de ellos y con mi experiencia personal, fui percibiendo que esta novela sería una forma de entender qué había pasado con la historia y con nosotros mismos”.

El primer desafío fue decantar toda la información que iba reuniendo. En dos años, el investigador logró conformar una cronología de 800 páginas, como una herramienta para conectar acontecimientos, personajes y situaciones; pero el escritor debió sacrificar, a favor de la ficción, sucesos históricamente decisivos que incluso había llegado a escribir.

Graduado de Filología, Padura recibió durante la carrera cierto entrenamiento para la investigación. Luego el periodismo le abrió las puertas a un oficio que privilegiaba por igual las horas en la biblioteca y la experiencia de la cotidianidad. Le gusta tanto la investigación, que a veces teme que le seduzca más que la escritura; pero no fue el caso de El hombre que amaba los perros. Esta novela retaba a la astucia del escritor con un problema dramático: el clímax de la historia era conocido desde el principio del libro. “Mercader mató a Trotski el 22 de agosto de 1940, ese día entró y salió de la historia”. Como si se tratase de su propia Crónica de una muerte anunciada, Padura tenía que hacer de ese handicap un pie forzado para generar interés por el proceso, a partir de los recursos narrativos.

“Es el dilema de toda novela histórica: el equilibrio novela-información, hecho histórico-ficción”, dice Padura. Y agrega otra desventaja: el personaje de Trotski prácticamente estaba biografiado por él mismo y los espacios de ficcionalización eran muy escasos. De modo que decidió empezar la novela justo cuando Trotski termina su autobiografía, en el momento en que es deportado de la Unión Soviética. “Trotski era un hombre absolutamente político: desayunaba, almorzaba y comía política. La relación con su familia y sus perros fueron los caminos que elegí para encontrar la humanidad de este personaje. También, para reconstruir a Mercader: un hombre sin historia que aceptó cometer un crimen como parte de una necesidad histórica”.

Las más de 500 páginas del libro (en la edición cubana) recrean la preparación y consecución del asesinato de Trotski en México por Ramón Mercader, la estancia del catalán en Cuba desde 1960 y una tercera línea que conecta la historia con la actualidad cubana, a través de un personaje de la generación de Padura quien, supuestamente, conoció a Mercader sin saber quién era en realidad.

El hombre que amaba los perros es, también, la novela de este hombre que vivió en Cuba como Jaime López: un tipo común, aunque usara guayabera y zapatos más bonitos que los que podía usar cualquiera de los cubanos en los años 60 y 70. Para Padura, un elemento excitante de revelar parte de su historia, era que los lectores de Cuba nos detuviésemos un momento en la lectura para pensar: cualquier día de aquellos años, pude caminar por la acera y tropezar con el asesino de León Trotski…

El propio autor, sin embargo, reservó para sí mismo expectativas mayores: “cuando entré en la Universidad, en 1970, Trotski era un nombre sin ningún significado. Cuando salí, era un nombre con un significado absolutamente peyorativo. Y lo prohibido siempre genera atracción, de modo que este libro satisface un interés que he tenido desde entonces”.

La novela se publicó, por primera vez, en España (2009). En la pasada Feria del Libro de La Habana, su presentación y venta se convirtió en un problema de orden público: en una pequeña sala de La Cabaña, más de un centenar de personas sobrepasaron con creces el número de ejemplares disponibles. El texto, luego, no llegó a las librerías de la ciudad. Quienes tuvieron entonces la suerte de comprarlo, lo han prestado a sus amigos y estos, a su vez, a sus conocidos. Como la propia historia de Mercader, el desconocimiento alimentó la ficción. Por eso le complace tanto a Padura, entre todos los que ha recibido en Europa, el Premio de la Crítica en Cuba.

A la larga lista se ha añadido recientemente el Premio Roger Caillois en la categoría de Literatura latinoamericana: un reconocimiento que otorgan la Maison de l’Amerique Latine, la Sociedad de Lectores y Amigos de Roger Caillois y el Pen Club Francés. Lo han obtenido también, entre otros autores, José Donoso, Mario Vargas Llosa y Roberto Bolaño. En los 20 años que acumula, el premio le es conferido por primera vez a un cubano.

Aunque asegura sentirse “muy orgulloso” de haber recibido este y otros muchos premios en Europa, insiste en que El hombre que amaba los perros es un libro escrito, “desde la primera hasta la última línea”, pensando en los lectores cubanos. “Me siento satisfecho con las polémicas que el libro ha fomentado en Cuba. La gente me lo agradece y siento que ha empezado a llenar un espacio de desinformación”.

Se siente lastimado, no obstante, por las escasas posibilidades que han tenido los cubanos para acceder a la novela. Casi al cierre del encuentro, en la pequeña sala del Marinello, alguien pregunta si, en su criterio, esta limitación puede asociarse con miedo a la información tan amplia que el libro contiene. Y la pregunta se torna más ambiciosa: ¿qué cree Leonardo Padura del miedo, como sentimiento humano?: “El miedo es algo que nos ha perseguido siempre de una manera perniciosa, en muchos sentidos. El miedo, no el terror. Afortunadamente, todos mis libros han sido publicados en Cuba y las ediciones cubanas son exactamente iguales que las españolas. Siempre pienso que es mi derecho ciudadano expresarme. Vivir en mi país me otorga el derecho de decir y pensar libremente sobre mi país: si no, no nos mereceríamos el uno al otro. Y no lo creo”.

Publicado en La Ventana, portal informativo de la Casa de las Américas, 20/12/2011

Imagen: Leonardo Padura

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