Ismael Rodríguez
Ray Manzarek siempre tendrá en mi memoria el aspecto de Kyle MacLachlan en la película de Oliver Stone. Cuando escuché que en el 2002 había reformado The Doors junto a Robby Krieger todavía me imaginaba a un joven vestido de manera extravagante a los mandos de un Vox Continental. Lo de menos es que ya contase 63 años o que se hubiese pasado a un Gibson porque las teclas del Vox tendían a romperse.
Tampoco puedo imaginarme a Ray Manzarek antes de ser un músico. Me gusta, como buen aficionado al deporte de la canasta, saber que estuvo a punto de elegir el baloncesto. A los dieciséis años su entrenador le dio un ultimátum: debía jugar de base o dejar el equipo. Manzarek solamente quería jugar como interior y gracias a su cabezonería los teclados no se quedaron huérfanos.
La leyenda nos cuenta cómo se encontró diez años más tarde con Jim Morrison en Venice Beach. Ambos habían estudiado cinematografía en la UCLA y apenas se conocían. Se pararon a hablar de música: Manzarek tocaba en un grupo con sus hermanos y Morrison decía tener buenas letras, así que le pidió que le cantara algo. Lo que salió de los labios de Morrison fue Moonlight Drive, y para el teclista no hubo ninguna duda de que aquello era material de primera. Aquellas palabras cambiaron su vida, como él mismo reconoció en su autobiografía, adecuadamente titulada Light My Fire: My Life With The Doors.
Tras la muerte de su cantante, la banda sobrevivió durante otros dos años, aunque casi nadie lo recuerde. Sin embargo, algo se había roto. Las puertas de la percepción eran difíciles de derrumbar sin el Rey Lagarto y los miembros tomaron diferentes caminos. El de Manzarek no fue precisamente improductivo: formó Nite City, sacó discos en solitario, colaboró con Philip Glass, Echo & The Bunnymen e Iggy Pop. Hasta tuvo tiempo para parodiarse a sí mismo de la mano de Weird Al Jankovic.
Pero su memoria debía estar anclada en aquel verano de 1965, en aquel encuentro fortuito en Venice Beach. Pasaron 29 años, pero la necesidad de volver a ser el teclista de The Doors, de llevar la música que había hecho junto a Morrison a una nueva generación, le superó. Daba igual que John Densmore no estuviese de acuerdo, que recibiesen varias denuncias por usar el nombre de la banda o que, finalmente, aquellos The Doors of The 21st Century se convirtiesen en Manzarek-Krieger. Lo importante era seguir adelante.
Una vez un amigo defendió que todo grupo de rock debía tener guitarra, bajo y batería. Que el resto eran tonterías… salvo si tenías a Ray Manzarek a los teclados. Entonces podías prescindir del bajo, pero solamente si contabas con él. Me pareció uno de los mejores piropos que podría recibir un músico: trascender su propio instrumento hasta el punto de situarse por encima del bien y del mal; ganarse el amor de sus enemigos naturales.
El 20 de Mayo de 2013 Ray Manzarek murió víctima de un cáncer hepático en Alemania. Para mí siempre tendrá 27 años y estará tocando Light My Fire en un bucle eterno. Aunque en mi mente su rostro se mezcle con el de Kyle MacLachlan, su sonido será único. Quiero pensar que eso es lo mejor que se puede decir de un músico, porque Ray Manzarek no se merecía menos.
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De NEVILLE, 23/05/2013
Foto: The DOORS
Se fue un genio.
ReplyDeletehttp://guti-lachispaadecuada.blogspot.com.es/2013/05/muere-ray-manzarek-de-doors-los-74-anos.html
Gracias por el enlace.
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