Tuesday, September 22, 2015

La perfecta puerilidad de Kafka

Georges Bataille

Kafka expresó siempre su pensamiento —cuando así lo decidió expresamente (en su diario o en sus páginas de reflexiones)—, haciendo de cada palabra una trampa (edificaba peligrosos edificios, en donde las palabras no se ordenan lógicamente, sino unas sostienen a las otras como si sólo pretendieran sorprender, desorientar, como si se dirigieran al propio autor, que nunca se cansó, parece, de ir de sorpresa en sorpresa).

Nada más inútil, desde luego, que dar un sentido a sus escritos propiamente literarios, donde a veces se ha visto lo que no hay en ellos, o en el mejor de los casos, lo que, una vez esbozado, no daba pie a la más tímida afirmación. Debemos expresar estas reservas en primer lugar. Sin embargo, perseguiremos a través de ese dédalo, un sentido general, que sólo se capta evidentemente en el momento en que salimos del laberinto: y creo poder decir, sencillamente, que la obra de Kafka da testimonio, en su conjunto, de una actitud completamente infantil.

A mi parecer, el punto débil de nuestro mundo es por lo general considerar lo infantil como una esfera aparte; una esfera que, sin duda, en algún sentido no nos es ajena, pero que permanece al margen de nosotros y no podría constituir por sí misma ni significar su verdad: lo que es en realidad. Del mismo modo, por lo general, nadie considera al error como constitutivo da lo verdadero... "Es infantil" y "no es serio" son proposiciones equivalentes. Pero infantiles, para comenzar, lo somos todos, absolutamente, sin reticencias y hay que decir que del modo más sorprendente: de este modo (infantilmente) manifiesta su esencia la humanidad en estado naciente. Propiamente hablando, jamás el animal es infantil, pero el joven ser humano reduce, no sin pasión, el sentido que el adulto le sugiere a otro sentido distinto, el cual a su vez no se deja reducir a nada. Este es el mundo al que nosotros nos adherimos y que al principio nos embriagaba con su inocencia: el mundo donde cada cosa, durante un tiempo, desplazaba a esa razón de ser que la hizo cosa (en el engranaje de sentido a donde el adulto la sigue).

Kafka nos dejó un escrito al que su editor llamó “esbozo de una autobiografía”. El fragmento sólo trata de la infancia y concretamente de un aspecto particular. “Nunca podrá hacérsele comprender a un muchacho, cuando, al anochecer, se halla a la mitad de una bella historia cautivadora, nunca se le hará comprender mediante una demostración limitada a él sólo, que tiene que interrumpir su lectura para irse a acostar.” Kafka dice más adelante: “Lo importante en todo esto es que la condena de que había sido objeto mi exagerada lectura, la hacía yo extensiva por mis propios medios al quebrantamiento, que permanecía secreto, de mi deber y, por eso, llegaba a las conclusiones más deprimentes.” El autor adulto insiste en que la condena recaía sobre gustos que formaban las "particularidades del tiño": la imposición le hacía o bien "detestar al opresor" o considerar como insignificantes las particularidades prohibidas. “... Al dejar en silencio una de mis particularidades, escribía, resultaba de ello que me detestaba a mí mismo y a mi destino, que me consideraba malo y condenado”.

El lector de El Proceso o de El Castillo no tiene dificultad en reconocer la atmósfera de las composiciones novelescas de Kafka. Al crimen de leer siguió, cuando hubo entrado en la edad adulta, el crimen de escribir. Cuando se trató de la literatura, la actitud del medio que le rodeaba, y sobre todo la del padre, se caracterizó por una reprobación similar a la que afectaba a la lectura. Kafka se desesperó del mismo modo. Michel Carrouges ha dicho justamente a propósito de este asunto: "Lo que le afectaba de modo tan estremecedor, era aquella ligereza con respecto a sus preocupaciones más profundas..." Al hablar de una escena donde el desprecio de los suyos se manifestó cruelmente, Kafka escribe: "Permanecí sentado, e inclinado como antes hacia mi familia... pero de hecho acababa de ser expulsado de un sólo golpe de la sociedad..."


En La literatura y el mal
Traducción: Lourdes Ortiz

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De IGNORIA

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