MAURICIO RODRÍGUEZ MEDRANO
Emilio
Losada es de otra época: melena crespa y poleras de agrupaciones de rock de los
años 70. Una chaqueta de cuero negro. Un cigarrillo en la boca y una mirada de
estar disconforme con todo. Vaqueros ajustados y el rostro serio. Es un
anarquista, que quiere decir lo mismo que escritor. Con la novela de Aviones de
fuego ganó un concurso en México.
En la
novela, el narrador, Robert, habla con un amigo (Landelino). Éste le dice que
de niño jugaba a prender fuego a los aviones de papel y los lanzaba hacia la
calle. El juego consistía en que uno de ellos llegue hasta el piso, antes de
quemarse por completo.
Así es la
escritura o así debería ser. Lanzarse hacia el abismo con la esperanza de caer.
Jamás incólume.
Con esta
novela, Losada hace un homenaje al Barcelona de los años 70. Empieza como un
drama amoroso. Luego se convierte en una novela punk. Robert es echado de la
casa de su novia o exnovia. Y va a parar al departamento de una amiga.
En la
noche, mientras duerme, oye unos ruidos. Y descubre que hay un fantasma. Un
muerto de los años 70 que era un punk-anarquista. Al principio no lo puede
creer. En el departamento hay una foto, de una mujer hermosa, rubia, joven, en
blanco y negro. Ella era la novia del fantasma.
Aviones de
fuego también es un homenaje al rock de los 70. A las bandas de rock que fueron
olvidadas o no tienen cabida en la actualidad. A los bares, donde uno podía
escuchar a Lou Reed, guitarras eléctricas, baterías: el pasado hecho música y
hecho ayer y hecho nostalgia.
Losada dice
en una entrevista: “Robert es un personaje apócrifo. Hace unos años escribí un
relato bajo la influencia del gran Pere Calders, ‘La Marta lo hace’, en el que
Pere Ripollet, un tipo que se acaba de divorciar, pasa unos días en el piso que
le cede su vieja amiga Marta mientras ésta se encuentra de vacaciones fuera del
país. Resulta que en el piso hay un fantasma que se aprovecha de su condición
para que Ripollet le suministre una serie de vicios”.
Robert
conoce a Landelino quien, además de ser un investigador, es un escritor
frustrado. Hablan de la capacidad de la literatura como cura o veneno. Hablan
sobre la escritura que a veces salva o a veces hunde. Hablan, mientras caminan
por calles mojadas, por una lluvia reciente, una ciudad de Barcelona llena de
migrantes y prostitutas. Llena de soledad al estilo nouvelle vague: luces de
neón azules y rojas.
Y al final
del laberinto encontrar algo a que asirse. Si es que existe ese algo. ¿Tal vez
el amor?
Aviones de
fuego es una novela recomendable para quienes aún creen que la única forma de
escribir es saber que uno está vencido desde el principio y aún así continuará.
Es una novela que te deja con una sensación de que el ayer siempre fue
mejor.
Y un avión
de papel sigue cayendo, encendido. ¿Esta vez podrá llegar al suelo?
Periodista – zion186@hotmail.com
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De OPINIÓN (Cochabamba), 28/10/2018
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