JORGE MUZAM
La última lluvia
de septiembre pulverizó el florecimiento de los cerezos. El granizo hizo lo
propio con camelias y ciruelos tardíos. La postal japonesa se diluyó en un
bombardeo de pétalos blancos. Miramos por la ventana el desvanecimiento de la
tarde como viejos coroneles garciamarqueanos. Los gallos andan perplejos,
estirando el cogote para que el agua escurra. Queda poco café. Casi nada de
verduras. La camioneta del casero no pasará hasta el martes. En una breve
escampada logramos encontrar el gato y darle de comer. Pozones de agua
reproducen el cielo gris conejo.
Romina trabaja en
un vídeo testimonial de su trabajo en Valdivia. A ratos la logro interesar con
la cinematografía de Terrence Malick, sus motivos, la paradoja que envuelve la
belleza, la histérica condición humana, siempre oscilante, bipolar, ensalzando,
oprimiendo, redimiendo.
Avanza la noche.
Café y tostadas con miel. Abrimos un documental sobre Hayao Miyazaki. Su mundo
cotidiano. El historial de Ghibli. La amistad creativa con Isao Takahata. El
mirador de nubes sobre su despacho. El registro coincide con el estreno
de El viento se levanta. Años de trabajo que rinden a la humanidad
una obra maestra. Pero Miyazaki está pesimista. La avalancha impositiva de la
extrema derecha cercena la libertad creativa, reduce los temas, acorrala la
imaginación.
Las nubes se van
con la madrugada. Silencio espiritual de grillos. El fuego de la estufa fenece
antes que aclare. Ya es lunes. Debemos dormir algo antes de ir a trabajar. Octubre
desempaca espolvoreando escarcha sobre el valle.
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De CUADERNOS DE
LA IRA (blog del autor), 10/01/2018
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