MAURIZIO BAGATIN
“El pesimismo de la
razón es un óxido que ya adhiere al optimismo de la voluntad”
- Paolo
Rumiz -
Cuarentena, este término se originó en el siglo XIV en
Venecia, durante la Peste Negra, quarantèna
es originariamente la forma véneta para quarantina;
en la Serenissima, cuando se
detectaba una posible amenaza entre los pasajeros que llegaban en una
embarcación, la misma quedaba totalmente bloqueada y no se permitía el ingreso
a tierra hasta que no transcurriera cierto espacio de tiempo: cuarenta días de
espera, de aislamiento, de angustia. Luego, tal vez, la muerte. La cuarentena
es la contumacia, para apestados y para astronautas de vuelta de la luna,
sifílide, lepra, fiebre amarilla y cólera ayer, Lazzaretto Vecchio, una isla entre las cientos de la laguna de
Venecia; Ébola, Arenavirus, SARS, Nipah, COVID-19 hoy, el lazareto es nuestra
casa, nuestro departamento, nuestro hogar. Nuestro infierno.
Hoy vemos
imágenes apocalípticas nunca vistas, calles, plazas y pueblos que salen de los
cuadros de Giorgio De Chirico, narraciones dantescas en un mundo que poco a
poco está viviendo, siempre más, bajo control… millones de cámaras controlan a los ciudadanos chinos, el occidente es
cada día más vigilado, las calles de centenares de países viven entre cuerpos
fantasmales de policías y de militares, vive el hombre la muerte, tal vez, de
muchos derechos civiles… y para nada feliz, estropeando a Huxley,
violentando a Orwell y reduciendo a Bradbury; ¿esta gran narrativa relajará al
inquieto? ¿Inquietará al relajado?
En un
profético libro (Spillover), David
Quammen anunció el virus invisible,
era el 2012, no habíamos aún derrotado la gripe A (H1N1) cuando el escritor
estadounidense fue informado, por algunos expertos muy recomendables, The Next Big One, de un virus que nos
reconduce a la antigua verdad darwiniana -la humanidad es de verdad una especie
animal-, y que el virus, éste y otros más, son la respuesta inevitable de la
naturaleza al asalto del hombre a los ecosistemas y al medio ambiente. Hoy
recuerdo las narraciones de mis padres sobre la pelagra, la escabiosis,
la gripe española que hizo más
muertos que la Gran Guerra: miseria, ignorancia y mucha muerte. En el África
que viví, todos los ataques son de los seres más pequeños -en el inmenso
continente de los mamíferos más grandes, los más pequeños son los más
poderosos, nos recordó Kapuściński- la mosca tse-tsé, el mosquito mut mut
(Tipulidae), el más grande: la enfermedad de la lombriz de Guinea (dracunculiasis). Todos apenas visibles, todos
terribles.
Hoy se
mueren los más viejos, los mayores de edad, los más débiles, como en una
Esparta, ilotas a su destino (en un diario italiano, il manifesto, se recuerda a Eneas cargando a Anquises: el pasado,
la memoria, la experiencia); me pregunto: “¿Las fábricas de armas, siguen
produciendo?” “¿No habrá cuarentena también para la producción de armas y para
las guerras?”
¿Extraño
desasosiego? Lo de siempre, el de Abel y Caín, el de Rómulo y Remo, trascendencia y Derecho, siempre muerte
fratricida… No hubo Phronēsis como
tampoco hubo Metis, nos olvidamos del
Mito, omitimos toda nuestra Historia, descuidamos lo efectual de la Historia, su inconmensurable importancia.
Así
seguiremos en cuarentena, hasta el fin de la noche… la Metafísica es la
antesala del surrealismo.
24 marzo 2020
De PUÑO Y LETRA (Correo del Sur/Sucre), 29/03/2020
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