MIGUEL SÁNCHEZ-OSTIZ
Los tiempos
son descabellados, decía el poeta, uno, importa poco cuál, como tampoco aquel
otro que afirmaba que en parecida época, nos íbamos a encontrar con nuestra
propia sombra. Tiempos de echar en falta lo que ayer parecía sobrarnos, de
atender lo que no escuchábamos ni oíamos. ¿Qué hacías tú hace dos semanas, qué
hacían los tuyos, los amigos, los vecinos, los conocidos…? Parece mentira. ¿Qué
haces hoy? Pues cada cual se reinventa como puede, con o sin balcones, sin
chiflos o jotas raciales, sin habilidades culinarias o asombros de limpieza
doméstica…
De los
solitarios forzosos, sean o no ancianos, no hablo porque su situación me parece
temible y frente a eso me siento impotente, como muchos de ellos se sienten
desprotegidos. ¿Y de la gente que todavía nos atiende en el supermercado, qué?
Pocas ganas de hacer bromas por mucho que pienses que la risa es necesaria, si
reparas en la gente que de manera directa atiende a los más dañados.
La verdad
es que por mucha aburrición que cause el confinamiento y provoque la venenosa
tentación de echarse, yo al menos me siento un privilegiado frente a toda la
gente, no solo la sanitaria, que sostiene mi refugio, mucho más expuesta al
contagio. Si esto funciona todavía es porque hay mucha gente que lo hace
funcionar. ¿Buenismo el mío? Sí, hombre, está la cosa como para consideraciones
de ese tipo. No gano nada en el naufragio de los juicios, las culpas, la
auténtica y verdadera actitud que hay que tener en estos casos, a juicios de
los sabios de turno. Aquí no hay catecismos ni manual de instrucciones que
valgan. Sobran médicos, virólogos y tribunos de barbecho. Hacemos lo que
podemos y frente al esfuerzo de esa gente que se juega la vida, yo al menos me
quito el cráneo.
De lo que
puedas hacer mañana, ese día después que muy cercano no parece estar, cuando el
confinamiento domiciliario acabe, es casi mejor no ocuparse porque ahora mismo
no pasa de ser una fantasía. Prefiero huir de los augurios y de propalar
alarmas, aunque no sé cómo, porque las palabras de los gobernantes se comentan
solas y a veces resultan oscuras y más propias de un jaleo deportivo. ¿Es un
consuelo saber que la epidemia podría dejar más pobres que fallecidos o un
drama difícil de aplacar?
Tiempos
descabellados y propicios para los profetas de calamidades del tipo «a cojón
visto todos son machos», que disfrutan de sus aciertos, y para los ojalateros,
como llamaba el general isabelino Diego de León a quienes le decían cómo
debería haber actuado cuando la acción en la que no habían participado, había acabado.
Ya lo habían dicho, con toda clase de adornos apocalípticos que dejan chiquita
la situación actual. Cierto, pero a mí al menos se me había escapado la extrema
gravedad de lo que estamos viviendo. Prefería convencerme de lo que me
convenía, es decir, de que esto que ahora vivimos con temor cierto –a la muerte
y a perder la vida que teníamos– quedaba lejos y demás blablablás. Del posible
colapso sanitario no tenía ni idea. Y estoy seguro de que no he estado solo en
esa ignorancia. No soy un gobernante, sino un gobernado, y añado que de las
epidemias solo sé lo que he leído, que no es lo mismo que padecerlas o ser un
especialista en ellas, que los hay, en este país, y con capacidad de hablar con
autoridad por haberlas vivido en otros países y circunstancias. Tal vez
lleguemos a saber con certeza cómo se ha originado esta epidemia, una vez que
los bulos que circulan se apaguen, que es lo que suele suceder.
«Nada va a
ser lo mismo», es una de las frases que más se escuchan. No hace falta ser
profeta ni adivino del porvenir para entender que esta situación epidémica va a
dejar secuelas a las que habrá que sobreponerse, con o sin ayudas. En efecto
nada va a ser lo mismo, ni las circunstancias ni tal vez nosotros mismos, por
mucha fiesta que le echemos, porque ya no lo es. ¿Escaldados, provistos de una
serenidad estoica, feroces…? Está por ver.
***
Artículo publicado en Diario de Noticias, de Navarra, y en el blog del autor,
Vivir de buena gana, el 22-III-2020
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De PLUMAS HISPANOAMERICANAS, 22/03/20
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