MAURIZIO BAGATIN
Mi primer
cumpleaños en Cochabamba. Ir temprano al mercado de la 25 de Mayo, acompañado
por mi cuñada Olga, mientras la casera, la Rosa, la que siempre tenía el mejor
chuño, el ají de primera, los huevos criollos y el quesillo fresco, todo lo de
mejor calidad, estaba ahí desde las cinco de la mañana, empujada al dilúculo
veraniego por el canto del gallo khara kunka, y la costumbre de las caseras.
Todos los
vegetales los compramos de la Norma, la verdulera del pasillo central, la
primera entrando al mercado de la San Martin, cebolla de Parotani, el tomate de
Saipina, las papas de Morochata y el locoto de Corani Pampa. Las zanahorias
para el caldo de nuestra huerta no más… y la carne, hay quien indica que debe
ser peceto o lomo, otros, más ligados a las tradiciones, el kawi, nosotros lo
compramos en lo de la Flora, la carnicera que no oculta cuánta verdad hay en el
dicho popular que uno se parece al oficio que ejerce. Mi suegra, que sigue
siendo la cocinera oficial de nuestra familia, le añade nietzscheanamente su
interpretación, y al chajchu supo darle un toque de exuberante imaginación al
añadirle garbanzo -adonde algunas recetas llevan habas y otras judías- y
aumentándole el caldo. Plato rabelesiano ante litteram pues… plato barroco,
como una obra de arte, símbolo y belleza, plato que anticipa el tiempo, toda
una premisa para la nouvelle cuisine, que luego vendrá.
En la casa
de Cala Cala, la cocina era el lugar de los chismes -¿adónde no lo es?, y en
Cochabamba, más aún- donde todo el realismo mágico, o sea, la afanada
exageración de nuestra Sudamérica, encuentra su semilla nativa, luego, el polen
es la confesión de la cocinera, la palabra de la matriarca y la voz de la chola
más conocida. Ahí es donde todas recetas, la que seduce el paladar y la que
dirige la familia, van elaborándose así de simples, entre saberes y sabores, en
este étimo común que combina historias y voluptuosidades.
Con el
quechua, inicia el gran idilio al escuchar de las miski simi por primera vez,
palabras como quilquiña, llajwa, chuño, kawi, cuanta dulzura y exotismo… ¿y qué
rico es el chajchu, y quién era la chola, y cuánta chicha se tomarán?
La llajwa
hecha en el batán, una a la derecha y otra a la izquierda, la piedra
homogeneiza los frutos de la tierra, extrae del locoto la capsicina, el placer
y el dolor, el licopeno del tomate, defensa y color, el infinito amargo de la
quilquiña. Una síntesis boliviana.
A las dos
de la tarde llamó mi mamá, tanti auguri, y así preguntarme qué había comido en
mi cumpleaños, y yo, muy en sintonía con la bravura de la chicha q’ayma de
Tarata -como la que destetó a Melgarejo-, le dije que pasé mi primer cumpleaños
en Bolivia con Chajchu, chola y chicha… estos tres mágicos ingredientes de la
pantagruélica, encantadora y embriagadora Cochabamba.
Hoy, la
receta sigue la misma, las caseritas también, el chajchu sigue siendo el plato
para mi cumpleaños -dirán ¿y la chola?- no era una chola, fue la chicha la que…
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De
INMEDIACIONES, 31/05/2020
Imagen: Giuseppe Arcimboldo, El camarero (1574)
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