MAURIZIO BAGATIN
…hay maní
forrajero, son algunas hojas que fuimos sustrayendo hace veinte años atrás de
una plazuela en Yapacaní. El pasto es siempre verde y cubre como una manta la
tierra del rosal. Ninguna novela empezó así, ninguna tal vez jamás así
empezará.
Los patriarcas
deciden cuando, adonde y como morirse. Es el destino de los íntegros hasta el
final, de los que vivieron una generación que hoy nos parece tan antigua, así
tan inalcanzable. Una generación que hoy nos está dejando y así dejan también
un mundo. Un poco de Revolución francesa, un poco de Contrato social y siempre
el sueño de querer la luna. Acción e ilustración.
“Hoy quería
preguntarle si se acordaba de cuando con su compañero de viaje, luego de una
inolvidable sopa de cebolla, comida en aquel mercado de Les Halles en París,
entraron a la Bolsa de valores, casi al lado de la iglesia de San Eustaquio, y
sabiendo que los americanos habían invadido la Republica Dominicana, se
pusieron a gritar: “¡Abajo Estados Unidos, muera el Imperio!”. Entre el espanto
y la bulla de todos los presentes se escaparon, para enterarse el día después
que la cotización de las empresas gringas había perdido su valor, solo a causa
de aquel grito…”.
“El 18 de
diciembre del 2005, cuando ya se perfilaba un nuevo horizonte para Bolivia, se
me acercó y muy posado me dijo:” ¡Hoy hemos retrocedido 250 años!”, a distancia
de 15 años, el 18 de octubre del 2020, movió lentamente su firme postura y
sentenció: “Hoy retrocedimos otros 250 años, ¡y así son 500!”.
En un
rincón de su jardín… hay las plantas de olivos, el parral con la vid que trajo
Charles de Gaulle de visita a Cochabamba, higos y granadas y peras, las
papayas, el níspero en su ventana y luego pacay, tomate de árbol, membrillos y
guayabas, la síntesis tan añorada por Alcide d’Orbigny. Las cucardas de su
colección, las violetas de los Alpes mirando la cordillera andina, detrás de
molles, jacarandas y tajibos, en la soledad del fondo, el fresno donde se
reparaba del sol valluno un solitario gallo catalán… parte de su mundo con su
familia, una mirada a la cuarta generación que continua un ciclo de un
mestizaje epopéyico, hecho de una pincelada de Goya, de una calle en la Palermo
del Gatopardo y emigrantes ligures que dejaron San Jorge y los puertos del
Mediterráneo, casi al final un toque de un extraño Marco Polo hasta llegar a la
que fue la ciudad de la eterna primavera.
Es imposible pasar en silencio una muerte, así como toda vida merece una narración, de lejos un bolero, los amigos del café, la política que no pudo ser; los Quijotes de ayer que sean los hombres nuevos del mañana, el sueño de una generación en la mirada de un viejo que vivó y de un niño que se prepara para vivir, así son los patriarcas, sin juventud y siempre esperando en su crepúsculo una carta que jamás llegará.
18 de junio 2021
Imágenes:
1- Don Enrique y Doña Olga en su jardín
2- Don
Enrique y Lucas, 4 generaciones en una imagen
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