ISRAEL VIANA
Por extraño
que parezca, Nestor Majnó no es tan conocido para el gran
público como Mijaíl Bakunin, Emma Goldman o, incluso, Buenaventura Durruti. Sin embargo, no son pocos los
investigadores que se han referido a este ucraniano como «el héroe del
anarcocomunismo occidental», el «protagonista de uno de los acontecimientos más
notables del anarquismo mundial», «el único hombre que estuvo cerca de lograr
el sueño comunista libertario» y hasta «el anarquista más poderoso de la historia».
Un campesino que, con un pequeño grupo de adeptos, fue capaz de sembrar el
pánico entre los zaristas y, también, entre los bolcheviques durante la Guerra
Civil rusa de 1917 a 1922.
A pesar del
olvido en que se encontraba, su figura ha sido noticia en varias ocasiones en
los últimos años. La última vez, hace apenas unas semanas con la publicación en
España de la segunda parte de ‘¡Viva la anarquía! El encuentro
entre Majnó y Durruti’ (Ponent Mon/Catarata), la novela gráfica de Bruno Loth y Corentin
Loth. Un cómic de 88 páginas en el que se narra, con multitud de detalles, la
charla que nuestro protagonista mantuvo en París, el 15 de julio de 1927, con
el líder anarquista español.
En
noviembre de 2019, además, se reemplazó en la pequeña localidad del sureste de
Ucrania donde nació nuestro protagonista en 1889, Guliaipolé, una
estatua del odiado Lenin por una suya, generándose una gran
polémica. En ese momento, algunos medios de comunicación ya calificaron a Majnó
como el «guerrillero anarquista más grande de la historia, además del menos conocido».
Desde ese mismo año, sus descendientes luchan también, sin éxito, para que sus
restos sean repatriados desde París, donde falleció de tuberculosis en 1934. Un
acto que se vendría a sumar a todo el ‘merchandising’ asociado a su figura que
se ha puesto a la venta en su pueblo.
Territorio
Libre de Ucrania
El líder
anarquista había huido hasta la capital francesa, en 1924, para escapar de la
represión soviética. Una consecuencia del enfrentamiento entre dos movimientos
que, en principio, parecían llamados a entenderse en la lucha contra zaristas y
nacionalistas, pero que acabaron masacrándose uno a otro por el temor de Lenin
a que este campesino venido a más pudiera poner en peligro su proyecto de
imperio comunista. De hecho, el líder ucraniano se marchó al exilio parisino
tras sufrir heridas graves en sus últimos enfrentamientos contra el Ejército
Rojo. En concreto, un balazo en el vientre, otro en el cuello y otros seis más
en diferentes partes del cuerpo de los que se salvó de milagro.
Hablamos
del hombre que más cerca estuvo de crear un espacio sin autoridad alguna. O
como lo llamó él mismo: el Territorio Libre de Ucrania. Es decir, el primer
espacio de la historia sin Dios, ni patria ni patrón, que en aquellos tiempos
convulsos de la Revolución rusa se traducía en imperialistas
europeos, nacionalistas ucranianos, bolcheviques o cualquier tipo de dictadura
del proletariado. Un sueño demasiado grande para el hijo de una familia pobre
de agricultores que, sin embargo, obligó al todopoderoso Ejército soviético a
emplearse a fondo para pararle los pies.
No les
resultó fácil, desde luego, puesto que Majnó se había curtido en mil batallas
durante su militancia política clandestina en la adolescencia. Su padre había
muerto al poco de nacer él y, antes de cumplir 7 años, ya trabajaba como pastor
de cabras y ovejas con el objetivo de traer el sustento que necesitaban su
madre y sus tres hermanos. A los 12 ya era empleado fijo en una de las granjas
de los poderosos colonos alemanes, donde comenzó a compartir el odio hacia sus
señores con el resto de peones. Nada más cumplir los 16, participó en la famosa
revolución de 1905 y su vida cambió para siempre.
La lucha le
duró, en principio, tres años, hasta que en 1908 fue arrestado y condenado a la
horca por participar en todo tipo de actividades terroristas. La más grave de
ellas fue el asesinato de un policía cuando tenía 19 años. Dada su juventud, la
pena capital fue conmutada por la de trabajos forzados a perpetuidad y fue
trasladado a la prisión central de Moscú. Allí se inició en el anarquismo, bajo
la tutela de Piotr Archinov y con las lecturas de la
biblioteca en el poco tiempo que le permitían salir de su celda de aislamiento.
Nueve años después, cuando ya lo daba todo por perdido, estalló la Revolución
de febrero de 1917 y, para su sorpresa, fue liberado por la amnistía del primer
Gobierno provisional.
El
Ejército negro
A partir de
ese momento, su carrera revolucionaria fue meteórica. Un año después fundó el
Ejército Negro, un grupo armado no muy grande, pero que fue muy respetado
durante la Guerra Civil por su ferocidad en los ataques contra el Ejército
Blanco de los zaristas y el Verde de los nacionalistas. Y eso que se trataba de
un grupo de campesinos sin apenas medios materiales ni armas, que eran capaces
de recorrer largas distancias a pie, tan rápido como un cuerpo de caballería.
El ritual era siempre el mismo: alcanzaban al enemigo, atacaban con pocos
combatientes, golpeaban con contundencia y desaparecían sin dejar rastro a los
pocos segundos.
No cabe
duda de que Majnó tenía un gran talento militar. Se dice que fue el inventor de
la guerra relámpago que tantos éxitos les proporcionó, más tarde, a los nazis. Con su liderazgo fueron creando cada vez más
comunas campesinas fuera del yugo del Estado soviético. Llegaron a tener el
control del sureste de Ucrania, la costa oriental del mar del Mar Negro y la
península de Crimea. Un vasto territorio de, aproximadamente, siete millones de
personas y una superficie semejante a un tercio de España, donde aplicaron por
primera vez los principios del comunismo libertario y la autogestión, con los
agricultores cultivando en común las tierras que habían arrebatado a los
antiguos terratenientes.
Se puede
decir que los majnovistas fueron los únicos capaces de crear verdaderos soviet
libres, aunque ni siquiera llegaron a imponer un anarquismo pleno, ya que no
querían traicionar su respeto a la libertad individual y a los principios de la
libre adhesión a su proyecto por parte de los campesinos. Y aunque la mayoría
de ellos lo recuerdan aún hoy como una especie de ‘Robin Hood’ que robaba a los
terratenientes y a los colonos para dárselo a los pobres, lo cierto es que
otros muchos se refieren a él como un ‘bandido’ al que le reprochan sus
alianzas con el Ejército Rojo.
Entre el
mito y la realidad
Entre los
bulos más importantes que han circulado en torno a Majnó tras la desintegración
de la URSS, el más importante es el que dice que dejó escondido el botín que
había capturado en el transcurso de sus razias. Sea cierto o no, es uno de los
episodios que más turistas atrae y sobre el que se han realizado numerosos
libros, artículos y películas. Es como si interesara más ese misterio sin
ninguna base real que sus gestas militares.
Hay
historiadores como Julián Vadillo que ponen en duda la existencia de ese
tesoro. «Néstor tuvo que salir corriendo primero a Rumanía y, luego, a Polonia.
Sus últimos años los pasó en la más absoluta de las miserias, en un piso muy
pequeño de las afueras de París», advierte en ‘Por el pan,
la tierra y la libertad: El anarquismo en la Revolución rusa’ (Volapük, 2017). El rumor más
extendido a día de hoy sugiere que una parte del botín podría estar en
Starobelsk, aunque hay otros que lo sitúan en Melitopol, Volnovaja, Slavyansk,
Rodakovo y Luhansk. Otros aseguran que fue enterrado por los anarquistas cuando
fueron conscientes de que su derrota a manos de los bolcheviques era inminente.
La causa
principal de esta fueron las numerosas carencias del Ejército Negro y el
rechazo de sus 50.000 miembros a la disciplina y a la unidad propuesta por los
bolcheviques, a los que consideraban «autoritarios» y «burocráticos». Para que
se hagan una idea, los milicianos debían elegir a sus superiores mediante
elecciones y podían despedirlos cuando lo consideraban necesario. Todo esto
provocó cierta desorganización y que las aldeas controladas por los anarquistas
ucranianos fueran saqueadas constantemente por los imperialistas.
Asesinados
a traición
Poco a poco
las comunas de Majnó se fueron bolcheviquizando, pasando a ser controladas por
los comisarios del Partido rusos. Esto provocó un choque frontal con la
autonomía y autodeterminación del mencionado Territorio Libre de Ucrania, pero
la estocada final se produjo cuando, al terminar la Guerra Civil, los
dirigentes del Ejército Negro fueron invitados a una supuesta mesa de dialogo
donde, en su mayor parte, fueron apresados y fusilados a traición. A
continuación, 150.000 soldados del Ejército Rojo atacaron la región y a los
alrededor de tres mil guerrilleros que habían sobrevivido.
La entrada
de los soviéticos marcaría el final de la autonomía anarquista ucraniana.
Alrededor de 200.000 campesinos fueron ejecutados igualmente durante la
invasión, mientras que otros tantos fueron deportados a campos de trabajo de
Siberia. Majnó y sus últimos cien guerrilleros acabaron huyendo, prácticamente
desangrados, con las heridas de bala todavía abiertas sobre sus cuerpos. Nunca
más volvieron a Ucrania.
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De ABC, 09/06/2021
Imagen:
Montaje de una foto de Majnó sobre una bandera soviética
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