ROSA ELENA NOVILLO GÓMEZ
Comencemos
indicando que el maíz (Zea mays) es un cereal nativo de América, cuyo centro de
origen fue Mesoamérica, desde donde se difundió hacia todo el continente
americano.
Debido a su
productividad y adaptabilidad a distintos suelos, el cultivo del maíz se ha
extendido rápidamente, a lo largo de todo el planeta, después de que los
españoles y otros europeos exportaran la planta desde América durante los
siglos XVI y XVII.
Según la
tradición del maíz, encontramos este cultivo en todo el Valle, considerado “el
tesoro de la cultura valluna”, cuyos vestigios, son las qollqas o silos de
almacenamiento de maíz y raciones secas, que fueron edificados en 1450, en el
mandato del inca Huayna Kápac. Se erigieron cerca de 2.500 y hoy sus restos
forman parte de un sitio arqueológico y turístico ubicado en Cotapachi,
Quillacollo.
Dichas qollqas
están cerca de la laguna Kenamari, sobre al menos 67 hectáreas. El sitio donde
las construyeron fue elegido por la corriente de aire fresco continua, ideal
para la protección del maíz en mazorcas.
Desaparecido
el imperio Inca, los silos fueron abandonados y con el paso del tiempo quedaron
solo los cimientos circulares. Con la creación de un Comité Impulsor del
Proyecto Cotapachi, el sitio fue recuperado y se construyeron 27 réplicas.
Desde la
época de los quechuas, estos granos fueron la base para la nutrición del organismo;
hasta hoy en día estos granos forman parte de la dieta alimenticia diaria en
los hogares, ya sea en producto fresco o transformado.
El maíz
tiene una importancia trascendente para los habitantes del Valle, debido a que
es el alimento básico, de carácter cultural y tradicional; se usa en el consumo
directo ya sea como mote (maíz blando cocido, o pelado), como jak’a lawa
(choclo semiduro), como tostado (maíz blando tostado), como api (maíz morado)
como guarnición de algunos platos típicos, en la elaboración de la chicha
(bebida) y la elaboración del vinagre.
La huminta,
según el diccionario de la lengua quechua se denomina Jumint’a, en el área de
Cochabamba, siendo uno de los derivados más apreciados por los pueblos
vallunos. Los quechuas durante el Tawantinsuyo, solían servirse “para su comer,
no de ordinario, sino de cuando en cuando por vía de regalo, hacían el pan que
llaman humita.” (ref: “El maíz regalo de los dioses” de José Echeverría A y
Cristina Muñoz G) cuya preparación era muy sencilla.
La cosecha
más importante de maíz en el valle de Cochabamba, corresponde al periodo de las
lluvias de diciembre a febrero, meses que coinciden con fiestas importantes del
ciclo agrícola y religioso.
Las
familias se aprestan a adquirir el producto para elaborar las famosas humintas,
la jak’a lawa y el choclo cocido en agua, (en el coloquial quechua denominado
wayk’u chojjllu).
La huminta
es considerada un manjar en la mesa de los vallunos, que comienzan a degustar
en las fiestas de navidad y sobre todo en la celebración de los carnavales.
Siendo el
ingrediente protagonista el choclo semiduro, molido en batan, con
acompañamientos para su preparación como el quesillo, la manteca de cerdo, el
anís, el ají colorado molido en batan, cuando se trata de elaborar con relleno
mezclado con ají en vaina; cocido en vapor a la olla o en horno, envueltos en
chala de la mazorca.
Nuestra
referencia son las humintas tradicionales que se acostumbran preparar en todo
el valle de Cochabamba, sean dulces o saladas, a la olla o al horno, sin que, quiera
decir, que también hay otras opciones de preparación más modernas con leche,
pasas de uva, azúcar, leche evaporada, crema de leche, pollo, cebolla, tomate,
huevo, manteca, aceitunas, denominado Pastel de choclo al horno. (Inv. Rosa
Elena Novillo Gómez)
Fuentes:
Archivo
Histórico Cochabamba
Fundación
Pairumani
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