MAURIZIO BAGATIN
El Mito es
todo lo que existe. Una noche estrellada como en un cuadro de Van Gogh o el
miedo y el deseo que mueve al ser humano, el dolor que lo frena. Caminar es el
destino del hombre, todo el empirismo que miles de años han ido acumulando en
una valija que llevamos y un día dejaremos.
“Dejamos
las huellas de nuestro pathos. Todo fue platónico, solo la pasión del momento,
el incalculable daño que mañana nos consignará nuestra improbable conciencia,
nuestra imperceptible moral. Ayer fue solo el deseo.
Nos dejamos
llevar más allá de un límite, la locura de lo imposible. Todo desborda, el
amor, el animal humano retrocede a su plenitud, se mancha, se autodestruye, se
arruina, renace.
Éramos el adolescente
que se inicia, el villano impuro, el héroe decadente.”
Salimos
temprano de Puerto Aurora, el barquito podía llevar máximo 6 personas, rumbo a
Todos Santos, ahí como en todas las anteriores excursiones hacía de Cicerón
criollo, visitar las ruinas del pueblo, mostrar los signos de una aún
perceptible pista de aterrizaje, los ladrillos ya negros y envueltos en un
musgo perennemente verde, los de la iglesia y los del hospital, todo lo que
resistió al desastre. El recuerdo de cuanto escribió Rudy Henrich: Tragedia y
destino. Las familias que salieron de Europa con hambre y esperanza y ahí se
asentaron, y un día tuvieron que abandonar. Todos Santos, nombre de muerte en
el río Chapare del 1961, de la leishmaniosis de la cual me enfermé en el ’97
mismo, ahí; “espundia” y “botón de oriente” la llaman los habitantes de la
zona, los que gracias a una hierba local y diagnosticándola a tiempo, se curan
sin llegar al Glucantime, el medicamento desarrollado como tratamiento. Me curé
con 63 inyecciones de antimoniato de meglumina. Un pedazo de metal en el
cuerpo.
El Mito son
las grandes cosas, la ignorancia, el universo, el amor y el odio, nuestras
emociones. El Mito son las pequeñas cosas, un mortal mosquito, una tarde de
ocio, esta poesía de Wislawa Szymborska: “Nada ocurre dos veces/ y nunca
ocurrirá. /Nacimos sin experiencia, / moriremos sin rutina”.
En Bella
Flor de Pucara hay Pucara Punta, allá arriba, caminando unos quince minutos se
alcanza la antigua fortaleza aymara, enclavada en la cumbre del cerro. Algunos
túneles comunicaban a los atrincherados frente al ataque de los pueblos
guerreros del sur, los chiriguanos. Ayer fue arqueología e historia, fue
trabajo y convivencia, toda la narrativa de Juan Rulfo que es la quimera de una
comunidad, momentos que el hombre desea y destruye adentro de sus manos. Unas
posibles reciprocidades, luego alguien lavará los platos.
El poeta
advierte, siempre, el retorno de las cosas que se fueron, las que se
transformaron en recuerdos. La nobleza del beso a la primera enamorada, la fuga
de niños, en el sótano o en los diseminados campos de alfalfa, detrás de todo
lo que era aquella vez tan grande, para ser hoy tan chico.
Nos
advierte que “tenemos que comenzar recordando más allá de la historia…”, de
aquella tabula rasa que es toda nuestra posible imaginación, nuestra ilusión,
nuestros sueños, nuestras tentativas de felicidad ¿Y si fuera así?
18
diciembre 2021
Foto: Desde
Pucara Punta
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