MAURIZIO BAGATIN
Chicha de
Aramasí. El tercer mundo baila. Es viernes y aquí k’oan (verbo, acción, ritual,
convivencia y chupas). El sábado es inglés como en todo el mundo, cambia la
escenografía pero la comedia es la misma.
Lejos de
aquí Stajanov está lamiéndose heridas, heridas de la vida. Tal vez ni la
alucinógena chicha de Aramasí que tomamos ayer lo hubiera curado. Hay heridas
que nunca se curan. Entran y se quedan, por un tiempo se distraen, fingen, se
camuflan, pero tarde o temprano reaparecen, con el invierno, con el almanaque
del tiempo, con la memoria. Hiriendo.
Retorno a
la orgía perpetua de Flaubert… a las pesadillas de los saltimbanquis y a los
sueños de la humanidad, esta peste nos desnudó más que el psicoanálisis del
austriaco. Y tienen variantes evolutivas para hacer revolcar a Darwin.
Una mirada
a mis más de veinticinco años sudamericanos. Queremos ser como los que ya
fracasaron y lo estamos logrando, con nuestro ritmo y con nuestro tiempo lo
lograremos. Todos tienen la razón, será tarde y ya lo es. Es la eternidad: los
olivos de mi tierra y el color del cielo en todas las estaciones. El plato de
pasta que siempre encuentra solución a la falta de imaginación, en diciembre
también de voluntad. Fin de año de acumulación, aguinaldo de cansancio también.
El cansancio de una tarde sin premuras y muchos pasos por calles inundadas de
estas figuritas que Kafka diseñaba en sus noches insomnes. No son los horribles
mausoleos erigidos por los nefastos de la Historia. Es la batalla de Salamina y
la saliva del primer beso amoroso, la farsa que sigue buscando una luz en la
ceguera del último hombre, el Odiseo que vive en cada uno de nosotros, y en la
belleza del último tramonto.
La
eternidad es una tarde de chicharrón en Cochabamba y el domingo que va formando
nuestro carácter, que desvela, a momentos, donde quisiéramos un día volver
todos. ”La vita es breve y complicada y nadie sabe de verdad nada. Por lo tanto
la mejor solución es no hacer nada”. Y retorna nuestra nostalgia... entonces
podría volver a Trilce y a sus
palabras, al camino de Eneas y a los fantasmas de Cecchini, mi pueblo o Comala,
pedaleando al ras de bajas paredes donde los ancianos del pueblo, ahí sentados,
esperan la muerte.
Y pensar
que hace cuatro billones y algo de años, ya había microbios de una sola célula
nadando felizmente en el caldo primordial, bebiendo azúcares simples y
excretando etanol y dióxido de carbono.
Somos todo
lo que hemos vivido. Somos el no permanecer en lo inmutable, y recobramos identidad
detrás del viento que silba, del canto de miles sirenas y del tiempo.
Tercer
mundo, chicha de Aramasí, que es el vino fuerte de mi pueblo, los bailes de
aquellos viejos sentados, los cuadros de Hopper, las ruinas, los ruidos y el
escombro del abandono de hoy. La musicalidad del silencio que propio hoy busqué
y nunca he encontrado.
11 diciembre 2021
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De PLUMAS LATINOAMERICANAS, 12/12/2021
Imagen: Edward Hopper, Soir bleu, 1914
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