JORGE MUZAM
Primeras
luces de un martes abrileño. Frío azulado, neblinoso, con tufillo a humo de
incendios amagados. El otoño arribó al valle con camas y petacas. Maduran
membrillos, manzanas y uvas. Los plátanos orientales ostentan enaguas de
amarillos y marrones. Las diucas reclaman lluvias desde las quebradas y los
tordos canturrean su optimismo desde los guindos deshojados. Pasan buses llenos
de temporeros, rostros ojerosos, adormilados y tristes como pasajeros de
Daumier. Quedan pocos días de trabajo. Con la primera helada se acabará la
recolección de frutas y empezará el largo invierno de la incertidumbre.
Café bien caliente. Primer cigarro. Coro de perros ladrando al último vestigio
lunar. Recorro portales que parecen uno solo. Los papeles de Panamá como algo
sospechosamente nuevo. Es bien sabido que ningún rico quiere pagar impuestos y
que hará lo ilegalmente posible para zafar su obligación ciudadana. No hay de
qué avergonzarse, no hay de qué asquearse, porque con vergüenza y asco ajeno
hemos vivido siempre. Es lo usual. Lo sorprendente sería lo contrario.
Imagen: Honoré Daumier, The Third Class Carriage (1862)
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De CUADERNOS DE LA IRA, blog del autor
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