Saturday, September 4, 2010
Entrevista a Germán Dehesa
Por Susana Garduño
Germán Dehesa, con todo y el cansancio que traía a cuestas de un viaje a Coatzacoalcos, Veracruz, tuvo la gentileza de recibir en su estudio a Club de Lectores y nos habló del poder mágico de las palabras y los libros.
El poder mágico de la palabra “Alfalfa”. (Del griego: Alfa = comienzo) Seguramente esa palabra debe tener un poder mágico tremendo, puesto que puede convocar, puede incitar un volver a comenzar algo. Entonces yo se la recomiendo mucho a aquellos amantes que tuvieron alguna ruptura, pero que tienen franca voluntad de volver a comenzar, de tener una segunda oportunidad, que se miren a los ojos y se digan “alfalfa”, y se abracen y verán como todo comienza otra vez.
¿USTED DIRÍA QUE LOS LIBROS TIENEN UN GRAN IMPACTO EN LA VIDA DE LAS PERSONAS?
¡Enorme! No porque haya lecciones inmediatas, ni moralejas; todo eso es muy trivial, es como la epidermis de un libro. La forma es la que siempre acaba pegando, te hace entender que hay un milagro en todo. Porque yo no veo una rosa y digo: ¡Ah, mira! Una rosa divina que en gentil cultura /es con su fragante sutileza/ magisterio purpúreo a la belleza/ enseñanza nevada a la hermosura; yo ya me conformo con saber que es una rosa, pero Sor Juana… la veía y encontraba en ella un amago de la humana arquitectura y simplemente esa música que ella creaba con las palabras, hace darme cuenta de que se puede hacer una flor de puras palabras, es decir, Sor Juana termina, no hablando de la rosa, sino edificando una rosa verbal. Y eso es ¡alucinante! Entonces se puede ir creando una especie de mundo paralelo y entendiendo mejor este mundo. Casi como el lobo de Caperucita, para entenderte mejor … para eso leo, para eso escribo, para mirarte mejor ... Seguramente pasé por la etapa narcisista de la lectura donde uno al leer se está buscando a uno mismo. Es decir, el libro funciona como un espejo y el libro que más nos gusta es el que nos refleja mejor. Leía en la infancia, febrilmente, a Los tres mosqueteros , porque en mis delirios imaginativos pensaba que podría haber sido uno de ellos, que sólo las circunstancias de espacio-tiempo ya no me permitían ser D'Artagnan, Aramis, Porthos o todos juntos. Era para mí un gran espejo.
Hay lectores que mueren en esta etapa narcisista, de “espejito, espejito, dime que soy bello, dime que soy valiente o el más malo de toda la región”. Pero debería haber siempre un momento en que descubres que no hay tal, que más que un espejo, el libro es una ventana. En el momento en que la ventana te es revelada, la lectura se vuelve absolutamente imprescindible. Porque desde ahí tienes el mejor mirador hacia el mundo.
Aprendes a leer, para leer mejor a tu pareja, para leer mejor a tus amigos, para entender mejor a tu país. Para ubicarte de mejor manera en el mundo, hasta donde eso es posible. Tomar conciencia del misterio, no resolverlo, pero por lo menos, adivinar las orillas del misterio o, como proponía Sor Juana, “ Rotular el silencio ”. Esa es nuestra tarea.
USTED ES UN GRAN ADMIRADOR DE SOR JUANA, ¿VERDAD? LA CITA FRECUENTEMENTE.
Sor Juana, Quevedo, Lope de Vega, Fray Luis de León. Son nuestros poetas. Pero también de pronto Alejo Carpentier, Jorge Luis Borges, Julio Cortázar, el humor implacable de Cortázar y tantos y tantos autores que pasan por tu vida. Hay veces que regresas a tu casa después de una jornada en la Ciudad de México y de veras te sientes Ulises regresando a Itaca. Tratando de recuperar a una Penélope que ya no te reconoce, como ocurre en el libro original. Él se fue 20 años. Tú te vas un día y ya no te reconocen de la friega que te pone un día en esta ciudad. Entonces tienes que darles pruebas de que sí eres tú, como lo hace Ulises.
¡En fin! Los libros atraviesan por mi vida y yo voy circulando entre los coches y los libros y alcanzando la vida y queriendo siempre salirle al encuentro. El mexicano siempre está sentado, a ver qué le trae la vida. Y así nos ha ido. Creo que lo que tenemos que hacer es salirle al paso a la vida, no esperar que llegue, sino encontrarla, agarrarla de buenas y con un libro en la mano, porque el libro te va a permitir descifrarla mejor.
EN SU LIBRO ¡QUÉ MODOS! USOS Y COSTUMBRES TENOCHCAS , USTED CITA COMO ESPECIES EN PELIGRO DE EXTINCIÓN A: EL BUEN HOMBRE , LA BUENA MUJER … ¿EN QUÉ CONDICIONES CREE QUE SE ENCUENTRE EL BUEN LECTOR ?
También amenazado. Las formas electrónicas de comunicación, están arrinconando e imponiéndole una aparente obsolescencia a la lectura. Aunque siempre es el impacto de lo nuevo. Creo que el libro tiene con qué resistir. Pero nuestro problema no son los autores, ni los libros. Nuestro problema es hasta cierto punto de librerías, pero ya estamos mejor que hace treinta años. Creo que el problema básico son los lectores, que no creamos lectores. Entonces, ¿para qué más autores, para qué más libros, para qué más esfuerzos por reunir bibliotecas si no hay quien lea, quien se acerque a los libros?
Lo nuestro tiene que consagrarse a la formación de lectores y la única manera de formar al lector es explicándole que leer es la segunda forma de recreo que tiene el ser humano. La primera se cumple entre hombre y mujer y no voy a dar detalles. Pero la otra es la lectura. La conversación con los difuntos / en músicos callados contrapuntos , como decía Quevedo.
¿CREE USTED QUE LOS LIBROS DEBIERAN TAMBIÉN EVOLUCIONAR EN ALGUNA MANERA?
Sí yo creo que ya hay ciertos géneros que se van quedando viejos. Ciertos géneros a los que les hemos concedido demasiada importancia por demasiado tiempo. Pienso sobre todo en la novela, que ya prácticamente ser escritor equivale a ser novelista. Cuando se pueden escribir estupendas crónicas. Juan Villoro, entre nosotros, es un cronista sensacional. Se puede escribir excelentes ensayos y tenemos ensayistas de primera: Federico Reyes Heroles, Silva Herzog Márquez, Lorenzo Meyer. Te puedo dar el nombre de muchos extraordinarios ensayistas.
No es por la vía de la ficción por la única que se accede al conocimiento. Tampoco quiero que desaparezca la novela, sino que atemperemos y nos demos cuenta de que El buen lector siempre terminará leyendo poesía.
Previamente hay que convencerlo de que aquello que nos decían de que leyendo tienes más poder, leyendo aprendes más… en el fondo te están diciendo “y entonces más pronto te convertirás en el Fidel Velázquez de tu grupo y controlarás a todo mundo”. Borrar eso y decirle: “Tú olvídate, tú métete a un libro como quien se mete a una fiesta, si en la página 70 la fiesta no te interesa, no sabes ni de qué se trata, tienes todo el derecho de largarte, no todos nacimos para todos los libros”.
Aunque sean obras maestras, yo, a las 15 páginas de leer a James Joyce dije: “no nací para esto, mi vida es otra”. Y me dediqué a leer otros autores que me decían más y me resultaban más intelegibles.
Tampoco hay que castigar o censurar. Por ejemplo, imponen “lecturas obligatorias”. Eso es terrible. Es como el matrimonio, donde tienes que ser feliz a ‘güevo', no se puede. A veces uno es feliz, a veces uno tiene promontorios de serenidad, y luego de pronto también unas llanuras de depresión, todo eso es el caminar por la vida. Y lo mismo pasa con la lectura. ¿Cómo “lectura obligatoria”? ¡No! Cuando yo fui maestro de literatura en preparatoria, mi táctica era ofrecer por lo menos 100 libros y decirles: Este es breve y trata de esto… este es largo y este… tá-tá-tá. Y no les voy a pedir que me hagan una monografía. Yo voy a venir todas las tardes y quiero que vengan, cualquiera de esas tardes a contarme de algún libro de los que hayan leído. Si leen cinco, están del otro lado, si no leen esos cinco, ni siquiera se presenten a examen. Y si leen 25 tampoco se presenten a examen porque ya están aprobados.
¡Y no sabes qué deleite! ¡Se hacían las colas inmensas de muchachos para irme a contar su experiencia de lector y compartirla! Y que yo les dijera lo que a mí me había dicho el libro. O muchas veces cacharlos en que ni habían leído. Les decía:
–Y, ¿qué pasó, te acuerdas cuando se le viene encima la piedrota a Porthos?
–¡Ah, sí qué momento!
–Y le digo “No hay ninguna piedrota, baboso, vete a leer” ¡Y ya! Pero esa idea de que es una obligación… ¡No, hombre, si es lo más divertido de este mundo leer! ¡Lo más tranquilizante!
Bueno… por ejemplo, tenía la horrible costumbre de leer el domingo por la noche El Proceso (de Kafka) y no dormía, me quedaba con los ojos pelones hasta el lunes. Entonces mejor tengo a San Juan de la Cruz, mejor tengo a Jaime Sabines, mejor tengo a Juan Ramón Jiménez. Hay libros que no hay que leer en la noche, porque de veras, se le meten a uno en los sueños. Si es que llega uno a tener sueños.
¿QUÉ LE ACONSEJARÍA A QUIEN QUISIERA CONVERTIRSE EN ESCRITOR?
En escritor… pues que trate de ser un excelente lector. Que no tenga miedo de imitar a alguien a quien le conceda autoridad magisterial. Que es cierto que en literatura, la única manera de superar una influencia, es cediendo a ella y asimilándola a tu estilo. De esa manera, poco a poco podrás ir encontrando tu voz.
Pero si quieres ser escritor, primero pregúntate: “¿tengo algo qué decir? ¿Qué herida traigo?” Y si no traes herida… ¡los que no traen herida no escriben! Todo escritor habla por la herida. De algún modo la vida, la realidad, lo lastimó. Si no, no se proponen la tarea de recomponer esa realidad. Psss… está a toda madre, está muy bien instalado, ¿cuál es el problema?
Pero cuando de pronto te atropella la vida, cuando traes una herida, ¡de muchos tipos! Porque además, ahora todo mundo pensará: “me tiene que abandonar un ser amado” No, no, no, ¡espérate! De muchas maneras la vida te desacomoda y necesitas de las palabras, las “palabras mágicas”, para reacomodarte. Si no tienes esto, ni lo pienses, ni te pongas a escribir. Si no estás dispuesto al gran impudor… porque escribir es encuerarse y si no estás dispuesto a eso…
Me acuerdo que me pasó una vez con una alumna talentosa en un taller de literatura que yo tenía, que llegó con una propuesta para una novela. Y le digo: es una propuesta excelente, pero tú eres una señora y las señoras no cuentan estas historias. Entonces pregúntate: ¿quieres ser escritora o quieres ser señora ? Porque las dos cosas no se pueden. Entonces, si estás dispuesta a la indecencia de encuerarte, nos vemos la semana que entra.
Y llegó la semana siguiente y me dijo “¡Ya! Ya hablé con mi familia, y les dije que voy a perder toda compostura”. Y fue un libro muy bonito que se llama Quién como Dios que ya está traducido como a ocho idiomas. Y le fue muy bien, pero pues Doña Eladia, alias Lali, renunció a ser señora.
UN MENSAJE A NUESTROS LECTORES:
¡Que se pongan a leer! ¡Que lo disfruten! Es un gozo inmenso, es la gran compañía, lo que nunca te falta. En los momentos de soledad, es lo único que te ilumina cuando de pronto ya te apagaron la luz, o ya te la cortaron (la luz). Entonces ahí está la literatura, ahí están los poetas. Y ya desde los poetas empezamos a navegar. Porque los poetas son las cumbres y todos los demás como que escurren desde esas cumbres que son los grandes poetas. Y más México, que en el siglo XX, ¡qué lujo de poetas tuvimos! Pellicer, Novo, Villaurrutia… es una nómina que remata con Octavio Paz y Jaime Sabines y dice uno: De veras, qué sabia es la condición humana que se da cuenta de que en un país donde la palabra va a ser violentamente agredida y prostituida por los medios de comunicación, pero sobre todo, por los políticos, es necesario generar anticuerpos.
Y esos anticuerpos son los poetas, son los que le devuelven su pureza original, los que alivian a las palabras y las vuelven otra vez mágicas. Por eso hay que leerlos, disfrutarlos. Y luego regalarle el poema a alguien que amemos y firmarlo nosotros. De aquí a que se entera ya hasta hijos tuvimos con ella. ¡Que hagan lo que quieran! Pero yo he sido muy feliz leyendo y escribiendo.
Círculo de lectores
Imagen: Caricatura de Germán Dehesa
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