Thursday, September 2, 2010

Los diez imperdibles de Rosario


A orillas del Paraná, La ciudad se reinventa con nuevos paseos y atractivos. La cultura, los bares míticos y Las leyendas de Olmedo y Fontanarrosa.

Por EDUARDO POGORILES

Vanguardia y tradición

La legendaria Rosario no tiene un fundador definido. Nació del sueño de muchos y eso es parte de su encanto, al menos desde que Manuel Belgrano hizo jurar la bandera en sus barrancas –eso fue en 1812– y luego Justo José de Urquiza, hacia 1852, la soñó como cabecera ferroviaria, puerto y capital de la Confederación enfrentada a Buenos Aires.

Después llegaría a esta ciudad de Santa Fe el auge de la “pampa gringa”, con la inmigración europea y barcos llenos de trigo y carnes hacia el mundo: Rosario era “la Chicago argentina”. Soñó por un tiempo con un futuro industrial sembrado de trenes, talleres y frigoríficos. Sobrevivió a muchas crisis y desde la década de 1990 se reinventó como una ciudad de servicios, que según el sitio web Trip Advisor es uno de los diez destinos turísticos “emergentes” en el mundo. En Rosario se dice que ya existen 10 mil plazas hoteleras y 21 clubes náuticos, con 22 mil barcos registrados. Antes, la fortuna de cerealistas y coleccionistas de arte dejó testimonios urbanos, como el espléndido Palacio Minetti –en estilo art decó– sobre la peatonal Córdoba o el racionalista Museo Castagnino, en el Parque Independencia, donado por Rosa Tiscornia de Castagnino en 1937. Ahora, con el auge de la soja,
Rosario se pobló de nuevos hoteles y shoppings, abrió un casino que recuerda a Las Vegas, renovó su paseo costanero y diseñó sitios atractivos para las familias con chicos. Volvió a mirar al río: se demolieron las rejas del viejo puerto, las terminales ferroviarias ahora son centros culturales. Rosario se conectó mejor con el país mediante las autopistas, el aeropuerto y el puente hacia Victoria, en Entre Ríos. En este largo camino, brilló con los nombres de artistas como Berni, Nebbia, Olmedo y Fontanarrosa. Hay muchas razones para volver a sus calles.

El monumento a la Bandera

Son diez mil metros cuadrados en el sitio donde Belgrano izó la bandera nacional el 27 de febrero de 1812. Lola Mora lo imaginó a comienzos del siglo XX, pero de aquello sólo quedan sus esculturas, en el Pasaje Juramento, una de las áreas del monumental paseo construido en mármol travertino de San Juan. Se inauguró en 1957 sobre un proyecto de los arquitectos Angel Guido y Alejandro Bustillo, con los escultores Alfredo Bigatti y José Fioravanti. Los visitantes abundan entre las altas columnas del Propileo, con la eterna llama que recuerda al soldado desconocido. Debajo está la Galería de las Banderas, dedicada a los países americanos. Más allá, el Patio Cívico con su gran escalinata, que funciona como un escenario –aquí cantó Alfredo Kraus y bailó Jorge Donn– en las fiestas populares. La torre, conocida como La Proa, tiene 70 metros de altura y un ascensor, que lleva al público hasta el mirador, con una buena vista panorámica del Paraná y la ciudad.

Casco histórico

A pocos metros del Monumento a la Bandera, atravesando el Pasaje Juramento, se llega al casco antiguo. Aquí nació la ciudad, alrededor de la Capilla del Rosario, donde hoy están la Catedral, la plaza 25 de Mayo, el Palacio Municipal –antiguo Palacio de los Leones– y el Correo Central. También frente a la plaza, sorprende la mansión italianizante del Museo de Arte Decorativo Firma y Odilo Estévez, una fachada en mármol de Carrara que anticipa el esplendor de sus salones e importantes pinturas –como un retrato de Goya, “Doña Teresa Ruiz de Apodaca de Sesma”– además de una colección de muebles, marfiles y cerámicas rescatados de las antiguas casonas de Rosario. Hay más para ver en los alrededores, por caso, el edificio de la antigua Aduana del Puerto, o el Paseo del Siglo, al que conduce una caminata –siguiendo el eje de la calle Córdoba–, para ver edificios como el de la Bolsa de Comercio o el Palacio Minetti. No hay que perderse una visita al Teatro El Círculo, en la esquina de Laprida y Mendoza, esta sala con 1.552 butacas se inauguró en 1904 y vio pasar, entre otros, al cantante Enrico Caruso. (Horarios y precios de entrada a museos y teatros, en www.rosarioturismo.com).

Parque Independencia

Es el pulmón verde de Rosario y para los rosarinos es, simplemente, “el parque”. Está entre los bulevares Oroño y 27 de Febrero, la avenida Pellegrini y Ovidio Lagos. Además del estadio de fútbol de Newell’s Old Boys, el Hipódromo, el predio de la Sociedad Rural y los salones del Museo Histórico Provincial Julio Marc –con platería y armas de los tiempos de Belgrano y de Rosas–, hay un lago y muchos botes para remar. Los chicos tienen un espacio propio en El jardín de los Niños: acá hay juegos, como “La montañita encantada” o “La máquina de volar”. Ubicado frente al Parque Independencia, en un moderno edificio sobre Pellegrini y el bulevar Oroño, funciona el Museo Municipal de Bellas Artes Juan Castagnino que reúne 3 mil obras en su colección. Tiene pinturas de artistas de la talla de Berni, Gambartes, Noé, Iommi o Alonso. Este museo es una de las estrellas de la cultura rosarina.

Bar El Cairo

Está en la esquina de Sarmiento y Santa Fe desde 1943, aunque lo reciclaron –ahora es más amplio– en 2004. El humorista, dibujante y escritor Roberto Fontanarrosa fue el cliente más famoso de este bar: tenía su “mesa de los galanes” –se conserva como un tesoro, justo frente a la caja del bar, tapizada de fotos del “Negro”–, que también frecuentó el catalán Serrat. El bar tiene su sitio en Internet (www.barelcairo.com), además de una librería, galería de arte y un espacio para shows musicales o presentaciones de libros. A toda hora del día, aquí reinan ciertos platos clásicos: lomo al grill, pizza “especial” de jamón, queso y morrones, el sándwich tostado con ketchup –el “Carlito” rosarino– o el café “lágrima”. Fontanarrosa se enamoró del bar El Cairo y habló de la bohemia en sus libros. Por estas mesas también pasaron el cómico Alberto Olmedo y su amigo, Bernardo “Chiquito” Reyes. Justo frente al bar, las ventanas de la esquina dejan ver el majestuoso Palacio Fuentes, que inspiró al escritor César Aira para su novela “Los misterios de Rosario”.


Pichincha y el culto a Olmedo

Hasta mediados del siglo XX, el barrio de Pichincha fue el centro de la “mala vida” rosarina, pero ahora se está poblando de anticuarios, galerías de arte y bares de moda. Hacia 1920, en el eje de la antigua calle Pichincha (rebautizada Ricchieri) había hasta tres cabarets por cuadra y burdeles famosos. Eran los tiempos bravos de los mafiosos Chicho Chico y Chicho Grande. De aquello sobreviven leyendas urbanas que hoy son patrimonio arquitectónico, como el “Madame Safo” –descrito por el narrador uruguayo Juan Carlos Onetti en “Tierra de nadie”– o el “Petit Trianon”. En Jujuy y Pichincha se ve aún el teatro Casino, donde actuaba una célebre vedette, “Rita la Salvaje”. El cómico Alberto Olmedo nació en el barrio y aquí tiene dos estatuas. Una de ellas está en “Esquina del Negro”, patio cervecero ubicado en Brown y Callao, donde se pueden ver los testimonios del gran actor, que el dueño reunió con devoción: fotografías de Olmedo, ropas y bordereaux de teatro. A dos cuadras de aquí está la Estación Rosario Norte, reciclada como sede de la Secretaría de Cultura.
A pocos metros de la estación se inicia el Parque Norte, donde hay ferias de artesanos. En un sitio del parque, sobre Rivadavia y Pueyrredón, se ve la otra estatua de Olmedo, sentado en un banco de plaza que los turistas eligen para fotografiarse.

El río y las islas

Frente a Rosario abundan las islas, bañados, lagunas y arroyos. Se dice que, en verano, más de veinte mil personas cruzan el río hacia los recreos que están en los paradores isleños, para disfrutar de las playas, andar en canoa o ir a pescar. Algunos nombres clásicos son: Cabañas del Francés, Puerto Pirata, Los Benitos, Vladimir, Willy Dixon, Waikiki y Deja Vú.
Para el turista recién llegado a la ciudad, lo más típico es un paseo en barco por el Alto Delta del Paraná, saliendo desde la Estación Fluvial hacia el Puente Rosario-Victoria, en naves grandes como “Del Paraná Eco Turismo” o “Ciudad de Rosario” (pueden consultarse más datos sobre excursiones en el sitio web del Ente Turístico Rosario: www.rosarioturismo.com).

La isla de los inventos

Rosario dispone de varios espacios para los chicos y sus familias, que le dan forma a un “tríptico de la infancia”. Por un lado, El Jardín de los Niños en el Parque Independencia. Por el otro, la Granja de la Infancia en la Avenida Perón 8000. Finalmente, la concurrida Isla de los Inventos, ubicada en Corrientes y Wheelwright, en los cinco mil metros cuadrados que ocupaba la antigua estación Rosario Central, recuperada en su arquitectura de ladrillos, andenes y galpones. 
La propuesta en la Isla de los Inventos es unir el juego, las ciencias, la tecnología y el arte con un eje pedagógico. Guiados por expertas que orientan los juegos, aquí los chicos abren puertas para volar con su fantasía. Los escenarios recrean el mundo ferroviario y su fascinación (Más información en losinventos@rosario.gov.ar).

Bulevar Oroño

Las más ricas familias de Rosario construyeron sus mansiones desde 1862 en el Bulevar Oroño, un ícono del progreso con toques europeos. Hoy es un recorrido de casi veinte cuadras que se disfruta a pie, desde Pellegrini hacia el río. Entre palacetes de la Belle Epoque rosarina, palmeras y pérgolas, se destaca la Iglesia Evangélica Alemana inaugurada en 1912, en Oroño y San Lorenzo. Un buen final del paseo es el Parque España, diseñado por Oriol Bohigas sobre el río, con sus llamativas columnas, galerías de arte y teatro.

Revista Eñe, Clarín, Buenos Aires, agosto 2010

Imagen 1: Vista de Rosario de Santa Fe
Imagen 2: La mesa de Roberto Fontanarrosa en el Bar El Cairo

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