Friday, October 18, 2013

Desierto, soledad y un persistente silencio después de la gran fiesta



Natalia Páez

Hace más de cinco siglos que el pueblo huarpe habita los suelos de Lagunas del Rosario, ex lagunas de Huanacache. Ex lagunas. Porque allí donde había agua y peces hoy todo es desierto y arena. En Mendoza una calle llamada Los Pescadores es lo único que recuerda a aquellos antiguos pobladores de este suelo que perdió el cauce del río que bañaba la zona simplemente porque se llevaron el agua para los centros urbanos. Ubicados a 90 kilómetros del departamento Lavalle y a 200 de Mendoza capital, casi en el límite con San Juan, bien tierra adentro, es donde se realiza una popular celebración en octubre: la Fiesta de Lagunas del Rosario, que comenzó el viernes y hoy tiene su momento principal. Es entonces cuando la uniformidad del desierto se engalana con flores de colores, llegan miles de visitantes a recorrer los puestos con comidas y bebidas y se escuchará cómo las guitarras cuyanas cortan el seco silencio del desierto lavallino. Aunque en medio del folklore, de los ritos, de la religiosidad católica en la devoción a la virgen están las luchas, las reivindicaciones, las conquistas de estos años y el pedido a gritos de que se deje de exigirles unos patrones de "genuinidad" para certificar su pertenencia al pueblo al que pertenecen. La mirada del afuera que espera encontrar a gente con taparrabos viviendo sin celular. ¿Qué y cómo es ser huarpe hoy? 

Son y se reivindican indígenas. Pero durante años estuvieron perseguidos, silenciados, apartados, escondidos. Sólo caminar por el cementerio y mirar las placas de las tumbas es un testimonio de la opresión y el ocultamiento. Están borrados los apellidos originales. Entonces los difuntos son Molina, Videla, Quiroga. Incluso la tumba más antigua que tiene borrada la fecha de esa muerte. "Acá están nuestros ancestros", dice Lorenza Videla, guía turística y encargada del museo.  
Ahora están saliendo a contarse a sí mismos, a asumirse y reafirmarse en su identidad. Sara González nació en "Lagunas", como llaman a este lugar los locales. Los primeros días de octubre, se la ve atareada. Junto con Hilaria Molina, la encargada de la capilla (que es la única construcción blanca de la zona por sus paredes pintadas a la cal), lava en palanganas con agua las flores de plástico que están llenas de polvo. Así les devuelven el brillo. Los fucsia, turquesa, amarillos, rojos y verdes cortan la uniformidad del color arena que predomina en el paisaje. Arena en el suelo, en el adobe de las casas, en el pelaje de los animales. También en el cielo cuando el viento Zonda levanta el polvaderal. 
Las dos mujeres tienen 56 años nacieron en esta comunidad que es una de las 18 de este pueblo registradas en el país. Trece de ellas entre Mendoza, cuatro en San Juan y una en San Luis. "Yo siento orgullo de ser huarpe", dice Sara, que es de pocas palabras. De su cultura explica que le legaron algunas comidas. "Hacíamos unas recetas moliendo el trigo con una piedra para preparar una comida parecida a la chanfaina pero con carne de chivo." Hilaria agrega: "También mis padres sembraban quinoa, y se usaban mucho otras semillas como las de zapallo y calabaza. Con las semillas de algarrobo hacíamos harina para el patay." 
Erika Nievas escucha. A veces traduce ("patay o pan de indio") asiente, explica. Esta huarpe de 26 años actualmente trabaja en la Casa de la Historia y de la Cultura del Bicentenario Juanita Vera, ubicada en Lavalle. Nació en Lagunas y ahí transcurrió su vida hasta los 14 cuando la crisis de 2001 truncó la actividad de la escuela secundaria a la que asistía en el desierto y tuvo que emigrar a Mendoza a estudiar en casa de unos tíos. En la Universidad Tecnológica Nacional se recibió de la carrera de Administración de Empresas. Desde los 19 años empezó a militar la causa indígena. Y hoy es parte del Consejo de Participación Indígena que funciona bajo la órbita del Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (INAI). 
"En mi casa siempre me dijeron que era huarpe. Pero también esta condición fue una de las que me obligó a salir del lugar donde crecí. Sufrimos mucha discriminación en la escuela. Lo que nos hacían es lo que hoy se conoce como bullying. Pero no sólo nos sentíamos perseguidos por nuestros compañeros sino también sufríamos por los contenidos del colegio. Muchas veces los docentes nos hacían hacer trabajos didácticos que tenían que ver con los pueblos originarios. Y nos trataban como si no fuéramos argentinos sino extranjeros", dice Erika que es hija del omta (cacique) de Lagunas, Juan Nievas. 
Uno de los temas que hoy se militan es el reconocimiento de las prácticas religiosas indígenas para que sean considerados en igualdad de condiciones a otros credos del país. "Las prácticas ancestrales eran mal vistas. Todo el tiempo ser indio era mala palabra, era tomado como si fuera ser ignorante o pobre con un sentido despectivo. Se trató de menospreciarnos diciendo que nuestras prácticas eran de brujería, chamanismo. Y no se tomaban en cuenta como cualquier otro credo, como lo indica la Constitución. O desde ciertos sectores académicos que dijeron que estábamos desaparecidos porque nuestra lengua se había perdido. Señores de la universidad diciendo que nosotros no existíamos", sigue Erika. "Y ahora yo veo en los chicos en las escuelas que todos se dicen huarpes entre ellos. Los chiquitos de Lagunas. Está naturalizado y se vive con más orgullo."
Una de las proclamas es recuperar sus voces. Que nadie hable por ellos. Que nadie se auto asuma como su representante. Quieren hablar y contarse a sí mismos.   
 El 9 de agosto, cuando se recordó el Día Internacional de los Pueblos Indígenas, en el mapa latinoamericano se escuchó a muchas etnias presionando por la devolución de tierras ancestrales, como los mapuches chilenos, por acceso a la salud y educación, como los nasa de Colombia, y a la gran mayoría anhelando dejar atrás la pobreza y la discriminación en la que viven sumidos desde hace siglos. En América Latina hay 46 millones de personas que se reconocen indígenas (un millón de ellos son argentinos según datos del INAI) y pertenecen a 670 pueblos originarios según precisó un estudio de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal). 
En el tema de la devolución de tierras los huarpes están divididos. Once comunidades de Huanacache –entre las que no está Lagunas– renovaron este año su reclamo por la aplicación de la ley que reconoce la preexistencia étnico-cultural del Pueblo Huarpe Millca yac y dispone la expropiación de 780 mil hectáreas, su tierra. Las tierras en cuestión representan el 80% de la superficie del departamento de Lavalle, situado al noreste de la provincia. Del total, 106 mil hectáreas han pertenecido al fisco mientras que el grueso de la extensión, en los papeles, aparece a nombre de alrededor de 700 privados. Sin embargo, desde hace al menos cinco siglos, la posesión la ejercen los miembros de las comunidades que viven del pastoreo de ganado –chivos y algunos bovinos– a campo abierto. Allí sobreviven unas 4000 personas, cuya actividad económica principal es la cría de cabras y chivos y la recolección de junquillo.
El RENACI (Registro Nacional de Comunidades Indígenas) enumera las once comunidades mendocinas con personería jurídica: Comunidad Huarpe Juan Manuel Villegas de San José; Comunidad Huarpe José Andrea Días de San Miguel; Comunidad Huarpe Elías Guaquinchay de El Retamo; Comunidad Huarpe Laguna del Rosario de Lagunas del Rosario; Comunidad Huarpe Paula Guaquinchay de Asunción; Comunidad Huarpe José Ramón Guaquinchay de El Forzudo; Comunidad Huarpe Santos Guayama de Lagunitas; Comunidad Huarpe Secundino Talquenca de El Retiro; Comunidad Huarpe Juan Bautista Villegas de El Cavadito; Comunidad Huarpe Josefina Pérez de La Josefa, y Comunidad Huarpe Güentota de El Puerto. Todas estas están ubicadas en el desierto lavallino.
En Lagunas del Rosario el proceso por la restitución de tierras a la comunidad iba a llevar menos tiempo. En 2008 se le hace el pedido formal al gobernador Celso Jaque para la restitución y titularización de todos los territorios. En 2009 se hace la expropiación al Estado y la demarcación de límites a caballo, en cuatriciclos, en botes para delimitar la propiedad de la comunidad. El 10 del 10 de 2010 nos entregan las escrituras que dicen que el nuestro es un suelo comunitario según el artículo 75 inciso 17 de la Constitución Nacional. Tierras libres de gravámenes y no enajenables. Fue una conquista política que ahora tienen que lograr las otras comunidades que tienen títulos superpuestos con privados y otros litigios", resume Erika que ofició de nexo entre el Estado y la Comunidad. 
"Recibía llamados día y noche con amenazas. Había intereses de una conocida cementera, y de dos empresarios conocidos de la zona porque hay una reserva de yeso en la zona. Pero se hizo el acto, vino el gobernador, fue una fiesta", concluye.
Muchos de los habitantes de Lagunas son protagonistas de la película Huanacache, tierra huarpe de los realizadores Silvina Cuman y Javier Orradre que fue proyectada en la Semana del Cine de los Pueblos Indígenas realizado por la Secretaría de Cultura de la Nación en Mendoza los primeros días de octubre. Entre ellos Mario González, de 76 años, es uno de los personajes de esa película. Mario anda también preparándose para la fiesta de Lagunas. Viste como gaucho, sombrero, pañuelo, bombachas. Camina 20 kilómetros todos los días bajo el sol, sin el resguardo de un árbol. Mario aprendió de sus padres y abuelos a trabajar el junco para hacer canoas. Y llegó a ver las lagunas con agua, incluso a pescar algo. "Desde que se hizo la película algunas cosas cambiaron. Nos están trayendo el agua con un acueducto. De mi cultura me enseñaron a hacer canoas de junco. A secar la planta, hacer paquetes y fabricar las embarcaciones. Yo siento orgullo de ser huarpe", sonríe y frota las manos maltratadas por el clima y los años. Isaac González es el dueño del almacén. Está preparando mesas y sillas para los visitantes. Vende gaseosas, vino, empanadas. Se viene la principal fiesta del año. 
¿Qué es ser huarpe hoy? "Creo que Mendoza es una de las provincias más difíciles de incorporar la aceptación a otras culturas. Es una provincia conservadora. Creo que hay unos tipos de perfiles sociales definidos. Está el que se solidariza, y se hace amigo. Y trata de aprender. El otro perfil es el enemigo, el que no cree que existamos, el que no le importa y no sólo es indiferente sino maltrata. Y estigmatiza. El que pide examen de adn para comprobar si somos o no huarpes. Están los turistas invasivos. Los que llegan en cuatriciclos, en motos y se divierten con el ganado de la gente y rompen los caminos. Y otros, de los peores también, que son los que desde la ciencia intentan explicarnos o se erigen en nuestros representantes sin que nadie se los pida. Es difícil pero veo cambios. Veo que cada vez más hay gente que se interesa por nuestra realidad. Los porcentajes han cambiado desde hace unos seis o siete años a esta parte. Una de las cosas fundamentales ha sido la visibilización como una de las formas de reivindicación. Y la otra son las políticas públicas que hay para ese sector. Por ejemplo, la igualdad dentro de la diferencia. Sin tener discriminación, si están a tantos kilómetros de la ciudad va un transporte a buscarte para ir a la escuela, los intercambios entre escuelas. El panorama está cambiando", dice Erika.
Hoy es la culminación de la fiesta que empezó el viernes. Se impartirán varios sacramentos. Bautismos, casamientos, confirmaciones multitudinarias. La misa de Acción de Gracia comienza a las 10. En los puestos se venderán chivos, empanada, vino en jarra, charqui, dulces. El día terminará con cantos y baile. Mañana los gauchos harán destrezas y hasta el año que viene todo volverá a ser quietud. «

_____
De TIEMPO ARGENTINO, 12/10/2013

No comments:

Post a Comment