Con fotografías en blanco y negro de Alejandra Palacios y textos de León Gieco y Gustavo Santaolalla con Claudio Kleiman, el libro permite adentrarse en la intimidad de un viaje quijotesco en busca de la identidad musical del país.
Todos los proyectos nacen de la convicción o del conflicto. De Ushuaia a La Quiaca tiene de los dos. Por un lado, yo estaba atravesando un momento de mucha incertidumbre y, por el otro, estaba muy convencido de que estar en contacto con estas músicas era algo que no podía fallar, porque tenían su propio peso. 'Un manantial', según las palabras de Leda (Valladares, que participó del proyecto). Este libro contiene fotos y palabras. Fotos de Alejandra Palacios, integrante fundamental del grupo de viaje, que retrató lo que sólo ella pudo ver, gracias a su capacidad, sensibilidad y, especialmente, a su femenina armonía", así León Gieco abre el prólogo del libro De Ushuaia a La Quiaca (Retina).
Se cumplen 30 años de aquella quijotada que se empezó a gestar en 1984, con una recién restablecida democracia. Tres décadas de aquel viaje en búsqueda de la identidad total de la música folklórica argentina. Del sur al norte, del mar a las montañas. Pero también desde las humedades del litoral a la sequía más caliente del centro santiagueño. Aquello que se pareció a un viaje etnográfico, dio como resultado cuatro discos, un material audiovisual invaluable (que incluye el único registro de Gustavo "Cuchi" Leguizamón cantando una zamba y tocando el piano) y un libro cuyas fotos ilustran buena parte del espíritu de aquel viaje.
Los 5171 kilómetros que separan Ushuaia de La Quiaca fueron más que esa distancia lineal puesta en el mapa. Y fue más que folklore. En uno de los discos aparecen por primera vez un sample y una batería electrónica, lo que le valió figurar entre los mejores discos de la historia del rock nacional según un ranking que confeccionó la revista Rolling Stone.
"Desde mi comienzo profesional con Arco Iris, allá por los años sesenta, tuve una idea muy arraigada en relación a lo que me interesaba proyectar en la música. El concepto, que me acompaña hasta el día de hoy, era y es el de 'la identidad'. La idea de hacer una música que refleje quiénes somos y de dónde venimos. Esta visión artística que hay hasta puede resultar obvia, en aquel momento, y viniendo de alguien de extracción rockera, resultaba algo difícil de digerir por parte de la intelligentzia del rock nacional", escribió Santaolalla en este que fue el libro con el que lanzó su proyecto editorial Retina.
Hubo dos fotógrafos que eran los elegidos en primera instancia para retratar la gira. Uno era José Luis Perotta, a quien Santaolalla conocía de sus épocas de Arco Iris. Y la otra Andy Cherniavsky. El primero cobraba demasiado para el presupuesto con el que contaban. Intentaron entonces con Andy, pero ella acababa de volver de una gira con Los Abuelos de la Nada y ya no quería volver a armar las valijas. "Desde Los Ángeles, yo trataba de mantenerme en contacto con lo que sucedía en Argentina, y seguía una revista llamada Cerdos y Peces donde había visto artículos que contenían fotos que me llamaron la atención como unas de Miguel Zavaleta con Hilda Lizarazu y otras sobre el mundo gay; la fotógrafa era Alejandra Palacios. Cuando Andy por teléfono me dice que no, le pregunto si por esas casualidades conocía a Alejandra Palacios y me contesta: 'Sí, trabaja conmigo, está acá al lado'. Me la pasó al teléfono, luego me junté con ella (…)". La historia de este casting en busca del fotógrafo luego deviene en una historia personal, porque Gustavo y Alejandra se enamoraron en ese viaje y siguen juntos hasta hoy. Durante la gira ella usó 250 rollos, y sacó unas 9000 fotos.
"Después de Pensar en nada estaba cansado, no quería tocar... Ahí se me ocurrió hacer De Ushuaia a La Quiaca: no ser un compositor sino un intérprete, junto con los artistas del interior. La idea era llamar a Sixto Palavecino, a un tipo del sur, a un tipo del norte, y traerlos a tocar a Buenos Aires para grabar. Con el primero que empecé fue con Sixto; grabé unas cuatro o cinco canciones, él tocando el violín, yo cantando y tocando la armónica. Cuando se lo hice escuchar a Celasco (Néstor, dueño de Music Hall, el sello discográfico), el tipo se volvió loco, me sacó cagando (…) 'Yo pienso que vos estás drogado, yo no me meto con eso. Yo quería un disco tuyo, con canciones tuyas'." Pero Celasco tenía buena onda, y me recomendó que buscara a un productor. Entonces intervino Pity (Iñurrigarro, representante) y preguntó si podría ser Santaolalla. 'Perfecto', dijo Celasco. 'Tenemos que bajar a Santaolalla de los Estados Unidos para que haga un disco con León Gieco.' Cuando vino Gustavo le dije: 'Mirá, yo ya empecé a grabar el disco, y Celasco me dice que estoy loco.' Le hice escuchar las grabaciones con Sixto y me dijo: 'Esto es una genialidad total, pero no tenés que grabarlo en Buenos Aires; tenés que grabarlo donde ellos viven'", así contó León Gieco en una entrevista para Rolling Stone.
Las grabaciones empezaron en el punto más austral de la argentina. En Ushuaia se reunieron con Isabel Parra, la hija de Violeta, que estaba exiliada de la dictadura pinochetista, en Tierra del Fuego. En el norte Leda Valladares fue otra gran protagonista, grabada para esta gira en un anfiteatro natural de Cafayate, en Salta. Y en El Cadillal, Tucumán, junto a un coro de 1500 niños. También participaron las históricas copleras Gerónima Sequeida a quien grabaron en las ruinas de los Quilmes y Melchora Ábalos.
El registro audiovisual, a cargo de Daniel García Moreno, fue fundamental. Uno de los puntos fuertes de la gira se dio en la parada de Olivos, Buenos Aires. Allí se entrevistaron con Gustavo "Cuchi" Leguizamón autor de clásicos como "Valderrama" o "Maturana" y cuyos trabajos fueron conocidos por el Dúo Salteño, pero que siempre fue un rebelde del cual no había registros grabados. "Mi intención era cantar 'Maturana' junto con el Cuchi, pero cuando se la canté me dijo que ese no era el ritmo de zamba, que esa era la zamba como la hacían Los Chalchaleros. Según él, el verdadero ritmo era el revoleo del pañuelo cuando se baila la zamba. Yo le dije que eso no lo sabía hacer, que la cantara él, y así fue. Y es el único registro que hay de 'Maturana' cantada y tocada por él. Incluso la cantó en un tono muy alto, muy difícil", escribió Gieco.
Más allá de la efeméride, la trascendencia de este trabajo crece por lo que significó para la documentación de la música folklórica argentina. Dice Gieco: "Fue una enseñanza total, y te da algo que se convierte en una especie de peso histórico. En el primer momento no lo sentí así, porque íbamos con una actitud súper humilde, a aprender de la gente del interior, como decíamos con Gustavo. Pero después, cuando fue pasando el tiempo veía que, como decía Pity, 'esto es como el vino, más se estaciona, más rico se pone' y, a través de la gente, empecé a sentir el peso de haber estado en contacto con estos personajes." «
Se cumplen 30 años de aquella quijotada que se empezó a gestar en 1984, con una recién restablecida democracia. Tres décadas de aquel viaje en búsqueda de la identidad total de la música folklórica argentina. Del sur al norte, del mar a las montañas. Pero también desde las humedades del litoral a la sequía más caliente del centro santiagueño. Aquello que se pareció a un viaje etnográfico, dio como resultado cuatro discos, un material audiovisual invaluable (que incluye el único registro de Gustavo "Cuchi" Leguizamón cantando una zamba y tocando el piano) y un libro cuyas fotos ilustran buena parte del espíritu de aquel viaje.
Los 5171 kilómetros que separan Ushuaia de La Quiaca fueron más que esa distancia lineal puesta en el mapa. Y fue más que folklore. En uno de los discos aparecen por primera vez un sample y una batería electrónica, lo que le valió figurar entre los mejores discos de la historia del rock nacional según un ranking que confeccionó la revista Rolling Stone.
"Desde mi comienzo profesional con Arco Iris, allá por los años sesenta, tuve una idea muy arraigada en relación a lo que me interesaba proyectar en la música. El concepto, que me acompaña hasta el día de hoy, era y es el de 'la identidad'. La idea de hacer una música que refleje quiénes somos y de dónde venimos. Esta visión artística que hay hasta puede resultar obvia, en aquel momento, y viniendo de alguien de extracción rockera, resultaba algo difícil de digerir por parte de la intelligentzia del rock nacional", escribió Santaolalla en este que fue el libro con el que lanzó su proyecto editorial Retina.
Hubo dos fotógrafos que eran los elegidos en primera instancia para retratar la gira. Uno era José Luis Perotta, a quien Santaolalla conocía de sus épocas de Arco Iris. Y la otra Andy Cherniavsky. El primero cobraba demasiado para el presupuesto con el que contaban. Intentaron entonces con Andy, pero ella acababa de volver de una gira con Los Abuelos de la Nada y ya no quería volver a armar las valijas. "Desde Los Ángeles, yo trataba de mantenerme en contacto con lo que sucedía en Argentina, y seguía una revista llamada Cerdos y Peces donde había visto artículos que contenían fotos que me llamaron la atención como unas de Miguel Zavaleta con Hilda Lizarazu y otras sobre el mundo gay; la fotógrafa era Alejandra Palacios. Cuando Andy por teléfono me dice que no, le pregunto si por esas casualidades conocía a Alejandra Palacios y me contesta: 'Sí, trabaja conmigo, está acá al lado'. Me la pasó al teléfono, luego me junté con ella (…)". La historia de este casting en busca del fotógrafo luego deviene en una historia personal, porque Gustavo y Alejandra se enamoraron en ese viaje y siguen juntos hasta hoy. Durante la gira ella usó 250 rollos, y sacó unas 9000 fotos.
"Después de Pensar en nada estaba cansado, no quería tocar... Ahí se me ocurrió hacer De Ushuaia a La Quiaca: no ser un compositor sino un intérprete, junto con los artistas del interior. La idea era llamar a Sixto Palavecino, a un tipo del sur, a un tipo del norte, y traerlos a tocar a Buenos Aires para grabar. Con el primero que empecé fue con Sixto; grabé unas cuatro o cinco canciones, él tocando el violín, yo cantando y tocando la armónica. Cuando se lo hice escuchar a Celasco (Néstor, dueño de Music Hall, el sello discográfico), el tipo se volvió loco, me sacó cagando (…) 'Yo pienso que vos estás drogado, yo no me meto con eso. Yo quería un disco tuyo, con canciones tuyas'." Pero Celasco tenía buena onda, y me recomendó que buscara a un productor. Entonces intervino Pity (Iñurrigarro, representante) y preguntó si podría ser Santaolalla. 'Perfecto', dijo Celasco. 'Tenemos que bajar a Santaolalla de los Estados Unidos para que haga un disco con León Gieco.' Cuando vino Gustavo le dije: 'Mirá, yo ya empecé a grabar el disco, y Celasco me dice que estoy loco.' Le hice escuchar las grabaciones con Sixto y me dijo: 'Esto es una genialidad total, pero no tenés que grabarlo en Buenos Aires; tenés que grabarlo donde ellos viven'", así contó León Gieco en una entrevista para Rolling Stone.
Las grabaciones empezaron en el punto más austral de la argentina. En Ushuaia se reunieron con Isabel Parra, la hija de Violeta, que estaba exiliada de la dictadura pinochetista, en Tierra del Fuego. En el norte Leda Valladares fue otra gran protagonista, grabada para esta gira en un anfiteatro natural de Cafayate, en Salta. Y en El Cadillal, Tucumán, junto a un coro de 1500 niños. También participaron las históricas copleras Gerónima Sequeida a quien grabaron en las ruinas de los Quilmes y Melchora Ábalos.
El registro audiovisual, a cargo de Daniel García Moreno, fue fundamental. Uno de los puntos fuertes de la gira se dio en la parada de Olivos, Buenos Aires. Allí se entrevistaron con Gustavo "Cuchi" Leguizamón autor de clásicos como "Valderrama" o "Maturana" y cuyos trabajos fueron conocidos por el Dúo Salteño, pero que siempre fue un rebelde del cual no había registros grabados. "Mi intención era cantar 'Maturana' junto con el Cuchi, pero cuando se la canté me dijo que ese no era el ritmo de zamba, que esa era la zamba como la hacían Los Chalchaleros. Según él, el verdadero ritmo era el revoleo del pañuelo cuando se baila la zamba. Yo le dije que eso no lo sabía hacer, que la cantara él, y así fue. Y es el único registro que hay de 'Maturana' cantada y tocada por él. Incluso la cantó en un tono muy alto, muy difícil", escribió Gieco.
Más allá de la efeméride, la trascendencia de este trabajo crece por lo que significó para la documentación de la música folklórica argentina. Dice Gieco: "Fue una enseñanza total, y te da algo que se convierte en una especie de peso histórico. En el primer momento no lo sentí así, porque íbamos con una actitud súper humilde, a aprender de la gente del interior, como decíamos con Gustavo. Pero después, cuando fue pasando el tiempo veía que, como decía Pity, 'esto es como el vino, más se estaciona, más rico se pone' y, a través de la gente, empecé a sentir el peso de haber estado en contacto con estos personajes." «
En primera persona
L.G. –El proyecto que tenía Gustavo era recorrer todas las provincias, viendo con qué artistas grabar y filmar. Pero llegó un momento en que el presidente de Music-Hall dijo, "estos la están pasando bien a costa mía, yo no banco más". En realidad tenía razón, la estábamos pasando bien, pero estábamos realizando un proyecto que fue muy importante y cobró más valor con el tiempo. Porque pasaron años y hubo enormes avances tecnológicos, pero nadie se animó a emprender algo parecido.
G.S. –Con el tiempo todo cobra otra dimensión, pero en un momento, todo esto se veía como una locura, literalmente mucha gente pensaba que yo estaba loco. Tuve la suerte de que hubo dos o tres personas que creyeron en esta idea. León, obviamente, otra persona fundamental fue Pity Yñurrigarro, que puso un montón de ganas y esfuerzo.
L.G: –Es muy importante haber rescatado algunos maestros que ya no están más con nosotros como Gerónima Sequeida, Isaco Abitbol, Cuchi Leguizamón.
G.S. –Con el tiempo todo cobra otra dimensión, pero en un momento, todo esto se veía como una locura, literalmente mucha gente pensaba que yo estaba loco. Tuve la suerte de que hubo dos o tres personas que creyeron en esta idea. León, obviamente, otra persona fundamental fue Pity Yñurrigarro, que puso un montón de ganas y esfuerzo.
L.G: –Es muy importante haber rescatado algunos maestros que ya no están más con nosotros como Gerónima Sequeida, Isaco Abitbol, Cuchi Leguizamón.
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De TIEMPO ARGENTINO, 19/08/2014
Inspirador!!
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