Friday, August 1, 2014

La ciudad de París en la vida y obra de Charles Ferdinand Ramuz








Montserrat López Mújica


1. París en la vida de C. F. Ramuz 

Je suis venu à Paris tout jeune; c'est à Paris que je me suis connu et à cause de Paris. J'ai passé pendant douze ans, chaque année, plusieurs mois au moins à Paris; et les voyages de Paris chez moi et de chez moi à Paris ont été tous mes voyages! (Ramuz 1924 : 122) 

Con veintidós años y el pretexto de comenzar una tesis sobre Maurice de Guérin, tesis que nunca redactó, C. F. Ramuz viaja por primera vez a París en 1900. Para el futuro escritor, seguro ya de su vocación, París representa la ciudad en la que se imprimen, se leen, se escriben, se conservan y honran los libros. Además, en París se habla el mejor francés, el verdadero, el que hablaban Racine, Baudelaire, Mallarmé, el de la corte, el de la calle. Su primera estancia será breve, sólo durará seis meses: de octubre de 1900 a abril de 1901. Tiempo que Ramuz aprovecha para trabajar en su pequeña habitación del Hotel Odeón y para visitar museos y galerias. Ramuz vaga solitario por las calles, fascinado y cautivado por el espectáculo que ofrece esta ciudad “qu’on entendait sans cesse sans le savoir au fond de soi, depuis les tout premiers livres d’images où son nom figurait déjà” (Ramuz 1967c: 14). Frecuenta el círculo protestante de la calle de Vaugirard y traba amistad con Alexis François, futuro filólogo. Pero esta estancia será sólo un anticipo. Regresará unos años más tarde, en octubre de 1902, para establecerse en ella hasta 1914. 

Je suis parti pour Paris au mois d’octobre; j’en suis revenu au commencement de l’été suivant sans avoir écrit une seule ligne de cette fameuse thèse. J’avais tout plein de papiers dans ma valise, mais ils ne pouvaient me valoir aucun diplôme, ni aucun titre officiel de quelque nature qu’il fût. Il se trouvait donc, d’une part, que je n’avais pas tenu mes engagements; mais il se trouvait d’autre part que je revenais de Paris tout différent de ce que j’étais lors de mon départ: j’y avais pris conscience de moi-même. (Ramuz 1968b: 157) 

A comienzos del siglo XX, los suizos de expresión francesa viven mirando hacia París, intelectual y culturalmente hablando, aunque dependan políticamente de Berna. Ramuz cuenta este proceso en Paris, notes d’un Vaudois, en 1938, su obra fundamental sobre la capital francesa. París es el centro absoluto, el lugar donde convergen todas las miradas y el que dicta la norma; París es de “une parfaite indépendance”. Los suizos en general y los “vaudois” en particular se expresan con cierto temor, dudando a la vez, dice el escritor, de lo que quieren decir y de lo que son, “car les deux choses n’en sont qu’une et on ne sait pas ce qu’on va dire quand on ne sait pas ce qu’on est” (Ramuz 1968a: 364). Ahora bien, en París, uno se expresa sin hacerse preguntas, con intrepidez, adecuándose perfecta e inmediatamente con su pensamiento, “de sorte que la formule continue à vivre extérieurement de la vie même qu’elle avait au-dedans de vous” (Ramuz 1968a: 363-364). Ramuz explica además todo lo que debe a esa gran ciudad y revela a los parisinos, y al resto del mundo, las razones de la grandeza de París, que considera la ciudad universal por excelencia,  

[...] où d’abord un terrible rapetissement de votre personne; mais ensuite, par contre coup, le sentiment d’une différence où vous êtes par rapport à lui [l’universel]; et, comme il est actif et incite à l’action, le goût soudain et l’appétit d’utiliser précisement cette différence. (Ramuz 1968a: 157-158) 

A la pregunta de por qué vive en París, Ramuz responde “Je vis à Paris parce que dans mon pays je serai isolé, et ici je suis solitaire” (Ramuz 1940: 179). Ramuz se quedará en la capital francesa casi doce años, aunque nunca perderá el contacto con su país natal. En París compone o modifica sus primeras obras : Le Petit Village (1903), Petits Poèmes en Prose (1904), Aline (1905), La Grande Guerre de Sonderbond (1906), Aimé Pache, peintre vaudois (1911), Vie de Samuel Belet (1913), Adieu à beaucoup de personnages (1914). París se convierte también en la ciudad de las amistades sinceras y enriquecedoras: Charles-Albert Cingria, Henry Spiess, Adrien Bovy, Paul Budry. Aunque su mejor apoyo allí fue, sin lugar a dudas, Edouard Rod (1857-1910), en cuyo salón fue introducido en 1903. El autor de Pasteur Pauvre va a jugar un papel fundamental en la carrera de Ramuz. No sólo escribirá una carta a Emile Ramuz (padre de Ramuz), en la cual pone todo su prestigio de escritor para persuadirle de dar a su hijo la posibilidad de lanzarse en la aventurada carrera de las letras, sino que además consigue convencer a su editor Perrin para que publique la primera novela de C. F. Ramuz, Aline, en 1904. Y a partir de ese momento, continuará apoyando a su joven compatriota ante las revistas parisinas, introduciéndole en el mundillo literario de la época.  
Estos doce años que Ramuz pasó en la capital francesa fueron muy fructíferos. París fue ante todo la ciudad que le permitió descubrirse como escritor, la ciudad que le libró la clave de su propia identidad, que le incitó a afirmarse y no a asimilarse. En efecto, esta ciudad no provoca, como podría creerse en un principio en el escritor, la ruptura con su país, sino todo lo contrario, le hace arraigarse aún más en sus orígenes: aprende a ser vaudois.  

On quitte Paris, mais on lui doit tout [...]. C’est Paris lui-même qui m’a libéré de Paris. Il m’a appris dans sa propre langue à me servir (à essayer du moins de me servir) de ma propre langue. Car il faut distinguer entre ses leçons immédiates et celles qui agissent en profondeur: dont la plus profonde est sans doute qu’étant étonnamment lui-même, il vous enseigne à être soi- même. Il a obéi à certaines lois: il vous enseigne à obéir aux vôtres. (Ramuz 1968a: 364-366) 

En 1907 alcanza la máxima notoriedad parisina con su novela Les circonstances de la vie. Su nombre suena en boca de muchos como aspirante al premio Goncourt. Sin embargo, no obtendrá más que tres votos en la primera vuelta. París es también la ciudad del amor: en 1913, contrae matrimonio con la pintora de origen suizo Cecile Cellier, que reside también en la capital francesa, y fruto de esta unión nace poco tiempo después su única hija, Marianne.  
Sin embargo, con el paso de los años, París resulta ser un lugar engañoso. Ejemplo de ciudad abierta, fácil, excesivamente hospitalaria, acoge indiferentemente a extranjeros y a provincianos, a ambiciosos y a poetas, y a los peores aventureros. Una vez instalados y adoptados sin más formalidad, Ramuz se da cuenta que ese acogedor paraíso, ese jardín público, sólo es en realidad una extraordinaria jungla. Y tras la alegría, tras el amor por París, el hastío se instala poco a poco. Al principio fue como una especie de nerviosismo físico. Demasiado ruido, demasiada agitación, demasiada finura. El cuerpo no tenía suficiente aire para respirar, le faltaba la luz y el silencio. Su alma sufría por la falta de contemplación y por el exilio. Se produce, pues, un proceso de desadaptación y poco a poco el malestar se hace consciente. Ramuz descubrirá las causas secretas: él no pertenece a ese país, no forma parte de ese pueblo; muchas cosas le atan y le unen a él, pero algo más profundo, más fuerte, más orgánico, le aparta de la capital... ¡Llega la hora de volver a casa! 

J’en ai eu, de Paris, ces derniers jours, par-dessus la tête; il ne s’en est pas fallu de beaucoup que je prise le train pour Lausanne, sans crier gare. Je pense à une petite ville paisible et endormie, où on peut vivre tranquillement sans être dérangé par le roulement des omnibus, la gesticulation des passants dans la rue, le défilé des événements. [...] Et puis il y a un certain paysage qui me manque, et on connaît son importance pour ceux qui sont nés et qui ont vécu dans une grande nature. L’inspiration cosmique, les grandes poussées d’éternité et d’adoration que dispensent les montagnes, parées de neige, dans le lointain, l’éclat du lac (l’eau m’est précieuse), tout l’amour d’un décor qui est beaucoup plus qu’un décor, qui est le fond de l’être même, où réside le fondement de toute pensée, de toute poésie, de toute vie pour certains, dont je suis, me font également défaut. D’autres sont soucieux de clinquants, vaniteux, affamés de succès mondains: pour ceux-là Paris est irremplaçable; pour moi, il n’est peut-être qu’un stage, et un lieu de séjour provisoire, et peut-on dire un bain nécessaire, parce qu’il faut mieux apprécier le large, l’atmosphère, l’espace grand ouvert, toute naturelle beauté. (Ramuz 1940: 135-136) 

Y tras la inminente amenaza de la Primera Guerra Mundial, decide regresar con su familia a Suiza, donde llevará una vida relativamente retirada. Se cierra así la etapa parisina, etapa en la que Ramuz se manifiesta como escritor y es reconocido como tal en Francia, pero principalmente en su Suiza natal, en la que es rápidamente considerado el líder de su generación. Un escritor talentoso que será muy discutido, lo que presagia un buen porvenir, y al que tras la publicación del Petit Village le abren las puertas los periódicos más conocidos de la época. Gracias a ello, comienza a vivir de su pluma, aunque con grandes esfuerzos. En definitiva, París representa la etapa en la que Ramuz se convierte en Ramuz. 

2. “Aimé Pache” y “Samuel Belet” en París 
Ramuz escribió dos obras en las que describe con gran realismo la capital francesa: Aimé Pache, peintre vaudois y Vie de Samuel Belet. La primera, además de ser su novela más autobiográfica, plasma a la perfección sus recuerdos en una gran ciudad como es París. A su llegada a la ciudad, Aimé Pache se muestra sorprendido ante ese ruido ensordecedor de las calles, producido por el ir y venir de los vendedores, de los transeúntes, de los carruajes: “Un bruit venait depuis la rue qui l’empêchait de s’entendre penser. Des cris de toute sorte, les uns sourds, les autres perçants, certains modulés et traînés, certains autres rauques et brefs” (Ramuz 1967a: 111). También Samuel percibe ese alboroto provocado por el incesante movimiento de las gentes y los transportes “[...] à présent venait la ville, venait le mouvement en tout sens de la grande ville, et son grondement tout le temps dans l’air” (Ramuz 1967b: 177). Y recuerdan con cierta nostalgia las noches tranquilas del campo en su pueblo natal. 
A Aimé la ciudad le resulta distante y poco acogedora. Y se siente ante ella como “un petit garçon qui souffre et a peur et s’étonne; et il est né dans un village, et voilà qu’il est à Paris” (Ramuz 1967a: 113). Sólo ante lo desconocido, “on ne voit rien que cet énorme grouillement d’hommes; et pas un seul visage de bonne volonté, mais ils sont tous fermés, avec des mâchoires saillantes, et les remorqueurs sifflent et les gros tramways grondent” (Ramuz 1967a: 114). Samuel se encuentra también perdido, “silencieux là dedans. Mal assuré les premiers temps surtout. Moi, qui me tenait dans un coin; et eux alors accoudés à leur table, qui tournaient la tête vers moi, et ils m’appelaient le Suisse” (Ramuz 1967b: 179). Además el ambiente que se respira en París es más bien tenso. Samuel no quiere unirse a la revolución que se está fraguando en la capital francesa con sus luchas de clases, y se enfada con su amigo Duborgel, abandonándole en París –“C’est qu’il y a de la bataille dans l’air, à Paris” (Ramuz 1967b: 177)–, dándonos una visión bastante negativa y caótica del clima de esta gran ciudad:  

[...] ce qui frappe le plus, c’est cette fièvre qu’on y sent. Plus qu’ailleurs on y est nerveux; ça échauffe de vivre en foule. On veut aller trop vite, le tempérament s’en ressent. Et puis il y a aussi que tout le monde est venu à Paris pour faire fortune et que peu y ont réussi; alors le mécontentement, les rancunes, les jalousies, ces espoirs tournaient en vinaigre, ce trop plein de fiel et ces amertumes: tout ça bouillonne ensemble dans la même marmite; qu’elle éclate quelquefois, on ne peut pas s’en étonner. (Ramuz 1967b: 177) 

La capital representa también el lugar donde corre el dinero, donde aparece esa ansia en el hombre por tener cada vez más, el materialismo. La sociedad se transforma y el hombre pierde con ello su libertad. Aimé Pache reflexiona sobre esa sociedad y el lugar que el hombre ocupa dentro de ella. El ansia de dinero no trae consigo ni la libertad, ni la felicidad. Al contrario, en algunos casos puede llevar a la ruina y al suicidio.  

Tout à coup, il voyait le monde, et comment il est fait, non pas pour nous, mais contre nous; non pas pour le plaisir des yeux et la jouissance du cœur; non pas pour le meilleur de l’homme, mais pour ses besoins et l’argent; et qu’il est arrangé ainsi depuis toujours, de telle sorte qu’il faut qu’on y prenne sa place, non à son choix, mais de nécessité, et cette place il faut la prendre ou disparaître [...]. (Ramuz 1967a: 91) 

Ramuz critica también esa pérdida de los vínculos que unían a los habitantes de la ciudad con la naturaleza, y la transformación, eliminación o sustitución de los elementos más condicionados por el entorno natural, cubriendo el territorio natural con un escenario artificial que ensalza la dominación del hombre y estimula la ilusión de su independencia completa respecto de la naturaleza. Ramuz reprocha este alejamiento que el hombre de la ciudad mantiene con respecto a la naturaleza. El hombre moderno ha roto su antigua reciprocidad con el mundo natural: ha olvidado la importancia de la tierra y del cielo. Siempre reprochará a la capital francesa esa 
distancia, ese alejamiento que mantiene desde hace ya mucho tiempo con la naturaleza: “Le même reproche, je sais bien, peut-être fait à toutes les grandes villes, pour des raisons qu’on distingue aisément [...]; mais, à Paris, c’est bien plus anciennement et bien avant les inventions modernes que ce divorce est constanté” (Ramuz 1968a: 336). Ramuz culpa de esa indiferencia hacia la naturaleza a la mentalidad que tienen los propios habitantes de París, que se han interesado siempre más por el hombre que por la naturaleza. 
Sin embargo, no todo son inconvenientes. Vivir en París también tiene ciertas ventajas, entre ellas, una ferviente vida cultural: “[...] dans la belle saison, nous allions faire un petit tour. Il fait bon se promener à Paris. A la campagne, on s’ennuie vite; il n’y a que les arbres et le ciel, qu’on connaît. A Paris, il y a toujours des choses à voir” (Ramuz 1967b: 178). 

3. Conclusión 
En definitiva, podemos decir que los años vividos en París permitieron a Ramuz adquirir esa dimensión complementaria que quizá le faltaba y que no hubiera podido descubrir solo. Fueron para él como un ejercicio de preparación repleto de pruebas y obstáculos, pero al mismo tiempo le aportaron ese carácter entusiasta que le era propio y que resultaba irremplazable. En una palabra, llegó a conocerse a sí mismo: 

Paris vous propose une autre échelle et qui est grande. Paris vous met au cœur de l’universel et c’est à l’universel qu’il vous oblige tout à coup à vous affronter: d’où, tout d’abord, un terrible rapetissement de votre personne; mais ensuite, par contre-coup, le sentiment d’une différence où vous êtes par rapport à lui; et comme il est actif et incite à l’action, le goût soudain et l’appétit d’utiliser précisément cette différence. (Ramuz 1968b: 157-158) 

Bibliografía 
RAMUZ, Charles Ferdinand (1967a): Aimé Pache, peintre vaudois. Primera edición: 1911. Lausanne: Editions Rencontre. 
— (1967b): Vie de Samuel Belet. Primera edición: 1913. Lausanne: Editions Rencontre. 
— (1967c): Raison d’être. Primera edición: 1914. Lausanne: Editions Rencontre. 
— (1968a): Paris, notes d’un vaudois. Primera edición: 1938. Lausanne: Editions Rencontre. 
— (1968b): Découverte du monde. Primera edición: 1939. Lausanne: Editions Rencontre. 
— (1968c): Journal. Primera edición: 1941. Lausanne: Editions Rencontre. 
— (1959): Lettres 1919-1947. Lausanne: Editions Clairefontaine. 

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De Revistas de la Universidad Complutense

Fotografía: Charles Ferdinand Ramuz

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