El cuento de Pedro Albornoz titula “El otro muro” y ha sido elegido entre setenta y seis que se han presentado al concurso Municipal de Literatura Franz Tamayo. Pedro, a quien se conoce como docente universitario, escribe artículos académicos y literarios, además de ser un apasionado lector y cinéfilo. Ahora nos revela su faceta como escritor y amante del cuento. Nos comenta, en esa intimidad casi instantánea que se genera al conversar con él, que es un escritor que tiene el hábito de dejar reposar sus cuentos. Inventa fórmulas para lidiar con la emoción que la escritura le genera y, además, tiene un diario que lleva consigo por todas las rutas y caminos. En las hojas de ese diario de viajes guarda celosamente unas flores de cerezo que encontró en Nueva York que, afirma, le recuerdan ese mundo maravilloso que hay ahí afuera. En esos mundos deambula su memoria, como las flores, que son testigos de ciertos encantamientos. Albornoz nos habla con pasión del proceso de escritura de su cuento ganador y cómo ha llegado al punto donde obtiene este importante premio…
© Cecilia Romero M. | Ecdótica
—Se dice que las historias surgen de algún lugar recóndito de nosotros mismos ¿Desde qué lugar surge este cuento ganador del Franz Tamayo? | —Desde pequeño yo siempre quise escribir. He escrito toda mi vida, principalmente cuentos los que han sido mi primer amor. Por otro lado, me fue más fácil ingresar a la escritura académica porque es básicamente juegos de lógica y de seguir un formato, no puedes innovar mucho aunque a mí me gusta incluir lo lúdico y buscar giros. En todos estos años no he difundido nada de lo que he escrito en narrativa, porque estaba preparándome y esa es la forma en que me han criado, una de mis maestras, a quien amo: Alicia Ferrufino, la madre de Claudio Ferrufino Coqueugniot, quien me ha enseñado a mostrar lo mejor de mí. Ella me despertó el amor por las letras y descubrí que no tiene nada de malo querer escribir. Su enseñanza fue de lo más increíble. Revelar lo mejor de ti, significa que no debes mostrarlo todo, tienes que trabajar todo lo que muestres hasta que diga lo que exactamente tú quieres que diga. El único texto malo es aquel que dice lo que no tenías la menor intención de decir, el que se malinterpreta a la mala; un relato que te controla. Hace no mucho se me ocurre la idea de escribir un cuento y me siento en la cama con el computador y le digo a mi mejor amigo que voy a escribir un cuento y él contesta: “Perfecto pero no te vas a levantar ni para barrer”, eso porque en el momento que empiezo a escribir y las palabras me abruman, el cerebro como que no puede y buscas distraerte, esta energía te sobrepasa. Entonces, me levanto, barro, cocino o preparo margaritas y piñas coladas. Por tanto, mi amigo no ha permitido que me mueva durante esos tres días y el cuento fluyó. El relato tenía aproximadamente treinta cinco páginas y durante un año lo pulí. Ahora tiene como diez. Dolía eliminar las cosas que yo creía eran absolutamente necesarias, pero no, porque me acordé de las palabras de mi profesora.
—El cuento también habla del bloqueo de una escritora y la búsqueda de salidas creativas ¿este hecho te recuerda algo, es un dato autorreferencial? | —Me recuerda total y absolutamente a mí, una de las cosas más difíciles es enfrentarte a la página en blanco y preguntarte qué vas a hacer con ese espacio vacío. Yo me propuse escribir mil palabras por día mínimamente. Siguiendo los consejos de mi profesora que me decía que no muestre todo lo que escriba, que no espere que alaben cada palabra. En algún momento vas a escribir macanas y si sabes que vas a escribir macanas eso te va a reducir la tensión porque se te está permitido que escribas mal y si escribes mal el suficiente tiempo vas a empezar a escribir bien eventualmente y ahí se elimina el bloqueo. En realidad nadie tiene el poder de decirte que no tienes más ideas y si no tienes más ideas para escribir no eres un buen escritor, porque puedes escribir de la cosa más banal o puedes construir relatos de las cosas que suceden en los micros, por ejemplo. En los micros pasan novelas, telenovelas y culebrones, por tanto ideas hay, la cosa acá es la voluntad.
—¿Dónde se ambienta este cuento? | —Tenía que ambientarse en La Paz, porque es una ciudad increíblemente loca, cada vez que llego todo es vertiginoso, es como caer dentro de un laberinto concéntrico, experimentas una caída libre. Y el cuento es eso, ese es el espíritu que tiene, es lo que quería trasmitir en él. Al menos en mi mente se ambienta en La Paz.
—¿Resultó sencillo escribir bajo la voz narrativa de una mujer? | —Sí, fue increíblemente fácil porque mi vida ha sido formada por mujeres fuertes, es más ahora tengo más amigas que amigos. Por algún motivo no puedo conectar mucho con los varones pero sí con los escritores jóvenes y ese es uno de los mayores honores que he tenido.
—¿Qué pasa con Pedro veinte minutos después de recibir la noticia de que ha ganado el concurso? | —Agradecer, tardé aproximadamente diez minutos en ponerme en contacto con mi amigo, porque no contestaba, cuando consigo comunicarme con él, le digo: “Acabo de ganar el Franz Tamayo y también este premio es tuyo”. Eso es lo primero que hice, mi amigo se alegró, me apoyó como siempre lo hace y luego le escribí a mi escritora favorita Anne Rice, en realidad le escribí a su asistente porque Rice no te responde. En esta carta le agradezco a ella por la inspiración de sus libros y su manejo del lenguaje y me respondieron. La tercera persona a quien le escribí fue a Valia Carvalho, ella fue una de las primeras personas en leer el cuento y me dijo sí aquí tienes algo.
—Un libro nunca se escribe solo, tampoco un cuento ¿Cuáles son las presencias y las influencias que han construido la narrativa de Pedro Albornoz? | —Mis principales influencias literarias son Valia Carvalho, ella dibuja, Claudia Joskowicz, ella hace cine arte. Por otra parte, es importante mencionar que las influencias son muy mal comprendidas, un escritor no puede estar consciente de la influencia que guía su mano, ésta tiene que ser inconsciente porque en el momento que admitas tus principales influencias se construye una pose. El máximo logro de un escritor es la depuración del estilo y la obra determina el estilo que tú vas a tener. Yo admiro la obra de Anne Rice pero no quiero escribir como Anne Rice, admiro a Margaret Atwood, pero no quiero escribir como ella, porque le debo a Alicia Ferrufino escribir como Pedro Albornoz.
—¿Qué se viene para el futuro? | —Mi principal proyecto es terminar de leer absolutamente toda la obra de Atwood, porque soy un adicto a su elegancia, a su sentido del humor increíblemente sutil; elevadísimo. También ahora tengo bastantes obras que están listas para su publicación.
—¿Qué esperas de Pedro Albornoz? | —Más.
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De Ecdótica, vía SOL DE PANDO, 25/08/2014
Fotografía: Pedro Albornoz (Sol de Pando)
Me ha encantado lo que ha escrito Cecilia Romero M.
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