Pompilio Peña Montoya
Montería. Tríptico de la infamia, la nueva novela de Pablo Montoya, es, en el buen sentido de la palabra, una macabra composición de una serie de exterminios que ocurrieron en el siglo XVI. El lector entrará, de la mano de un lenguaje fino y refulgente, a tres historias fascinantes en donde la tensión transcurre como agua tumultuosa y subterránea.
La novela está compuesta por tres capítulos. El primero de ellos trata de Jacques Lemoine, cartógrafo y pintor de Diepa. Lemoine se embarca hacia América con el capitán Laudonniére y llegan a las costas de la Florida, donde esperan crear un asentamiento protestante en el Nuevo Mundo. Allí el pintor entra en contacto con los indígenas desde el lenguaje común del arte pero también es testigo de la persecución que deja sangre y huesos a su paso en nombre de Dios.
La segunda parte está dedicada a La masacre de San Bartolomé, ocurrida en París en agosto de 1572, cuando fanáticos católicos desatan la más terrible persecución contra los protestantes. La narración en primera persona es de Francois Dubois, pintor francés que pierde a su familia además de que es obligado a ilustrar una de las noches más terroríficas de la historia de la guerra entre religiones.
El último capítulo está referido al grabador protestante Théodore de Bry que huye a Londres para salvar su vida de los cristianos. En sus viajes se acerca al arte. Luego buena parte de su trabajo se la dedica a ilustrar la Brevísima relación de la destrucción de Indias de Bartolomé de las Casas, cuyas páginas narran las injusticias que cometieron los españoles con la población aborigen.
Pablo Montoya es un escritor dedicado y, sobre todo, investigativo y viajero. Su estilo, como el de un joyero, es minucioso y milimétrico. Afirma que Carpentier es, tal vez, el escritor que más ha tocado sus fibras. Afirma también, que García Márquez es un escritor sobrevalorado y que Fernando Vallejo lo cansó de tanto repetirse. Montoya también es músico, y su conocimiento sobre el tema lo lleva a filtrar en las líneas de su literatura las sonoridades de los clásicos.
¿Cómo nació Tríptico de la Infamia?
El tema de esta novela me ha acompañado desde hace mucho tiempo. Esta trata de las relaciones de la Europa renacentista del siglo XVI y el descubrimiento y la conquista de América. Esto se hace a través de la mirada de tres pintores protestantes que sufren las consecuencias de la guerra entre religiones de aquella época. Pero al mismo tiempo tratan de dar cuenta, a través de su pintura, de esos grandes descubrimientos. Los tres pintores existieron y no son muy conocidos en la historia del arte; son fantasmales, invisibles. De hecho solo son conocidos por los especialistas. Uno de ellos se llama Francois Dubois. A ellos comencé a conocerlos cuando yo viajé a París en la década de los 90. Comencé a seguir su rastro. Hasta que en el 2010 comencé el proceso de escribir la novela. Desde entonces, hasta hoy, con mucha intensidad en la escritura, pude terminarla.
¿Esta es su novela más madura?
Yo tuve un periodo como todo escritor de aprendizaje, donde hay mucha imitación de los escritores que más me gustan; creo que ello corresponde a mis primeros libros de cuentos. Creo que fue a partir de la escritura de una novela mía que se llama La sed del ojo (2004) que comienzo a madurar. Yo allí ya muestro lo que va a caracterizar mi escritura: las frases cortas, la preocupación por darle presencia a la poesía, la preocupación por épocas anteriores, la preocupación por rescatar periodos que me parecen importantes para el hombre occidental. Con Tríptico de la infamia yo logro reunir unas temáticas que me importan para darles un gran despliegue: la pintura y la creación en épocas turbulentas.
¿Y cuáles son aquellos escritores que lo influenciaron?
En principio creo que Alejandro Carpentier, Julio Cortazar, Juan Rulfo. Mi primer libro, Cuentos de Niquía, fue un libro muy penetrado por Rulfo. Esta última novela aún tiene resonancias de Carpentier, y en ello me refiero a los tiempos musicales. Después viene una influencia francesa en mis libros, de Albert Camus, de Marguerite Yourcenar. Luego me voy más atrás cuando comencé a interesarme por los poetas latinos. Otro escritor que me influenció mucho fue Pascal Quignard.
Bueno, pero he leído a muchos más: García Márquez, Thomas Mann, William Faulkner y Tolstoi. Todos ellos de algún modo me han influenciado.
Usted empezó su vida estudiando música y luego pasó a la literatura ¿Cómo se dio ese cambio?
Sí. Son dos artes que tienen similitudes. Ambas son artes del tiempo. Pero cuando empecé a estudiar música siempre tuve presente la literatura. Y este paso se da a partir de unos cuentos que escribí y que estaban dedicados a la música; el libro se llamó La sinfónica y otros cuentos musicales. Por aquella época yo era intérprete en Tunja, Medellín y Bogotá. Luego yo decido estudiar. Hice una licenciatura, una maestría y un doctorado en letras, y las tesis que hago en cada uno de estos estudios tienen que ver sobre la relación entre literatura y música.
La música sigue siendo para mí una de las fuentes de mi literatura. De hecho, he escrito muchos ensayos sobre música. De hecho, quiero en algún momento escribir sobre mis años de estudiante de música.
A los escritores colombianos ¿Usted los sigue, los lee?
Por supuesto. De hecho, cuando llegué de París en el 2002 yo solo tenía en la mente a García Márquez, a Álvaro Mutis, a Germán Espinosa. Fernando Vallejo se perfilaba como el escritor más importante, así que lo leí. Luego hice una serie de televisión que consistía en unas entrevistas a 35 escritores antioqueños. Eso me significó sentarme a leerlos. Allí conocí a Héctor Abad Faciolince, Piedad Bonnett, Juan Manuel Roca, Jorge Franco. Luego por mi labor educativa y por una serie de ensayos que escribí he leído a muchos otros escritores como Roberto Burgos Cantor, William Ospina, Juan Gabriel Vásquez y Mario Escobar Velásquez.
Pero habrá escritores que le gusten más que otros…
Yo tengo dos escritores que me gustan mucho. El primero de ellos es Evelio Rosero y el otro es Roberto Burgos Cantor. Con ellos me identifico.
Por otra parte Fernando Vallejo es un escritor que me gustó mucho pero terminé cansándome de su repetición. El Vallejo de El río del tiempo es estupendo. El tiene una biografía de Porfirio Barba Jacob que es muy buena. Después de La virgen de los sicarios, que me gustó mucho, dejé de leerlo. Pero sin duda le ha aportado mucho a la literatura colombiana y latinoamericana.
¿Qué sigue en la vida de Pablo Montoya tras Tríptico?
Sigue descansar un poco de la literatura. Al menos un año. Tengo muchos compromisos académicos y otros ensayos en la mente.
Cuándo no está escribiendo ni en la universidad, ¿qué hace?
Yo viajo mucho. Ello me oxigena mucho. Pero generalmente yo descanso escuchando música. Por ejemplo, me gusta mucho Giuseppe Verdi.
¿Qué cine ve?
El cine de ciencia ficción me desconecta de todo. Me he visto toda la saga de la Guerra de las galaxias, 2001: odisea en el espacio, Matrix y Terminator.
También me gustan mucho las películas catastróficas, llenas de efectos especiales: grandes diluvios, fuego, destrucción.
Y el cine independiente…
Claro, lo que pasa es que el que me desconecta es el futurista, sobre todo para ver en el cine. Veo mucho cine independiente, pero en casa. Es una lástima que en Medellín haya tan pocos lugares para ver cine independiente.
¿Qué significa Medellín para usted?
Mucho. Significa mi infancia. Yo nací en Barrancabermeja pero muy temprano me llevaron para Medellín, como a los tres años. Luego me fui de Medellín a los 19 años para Tunja a estudiar música. De allí me fui para Bogotá y de allí para Francia. No decidí quedarme allá, por razones literarias no lo hice. Tuve la suerte de que me salió un trabajo en la Universidad de Antioquia; tengo un trabajo afortunado. De hecho, en la UdeA creamos con otros colegas el primer Doctorado en Literatura del país.
Medellín me parece muy asfixiante. Esto porque a pesar de que tiene espacios culturales muy importantes, hay mucho comercio; es una ciudad que se narcotraficó y paramilitarizó por razones que ya sabemos. Y a decir verdad ese prototipo de rico emergente que atraviesa la ciudad, digamos, que a mí no me gusta en absoluto.
Pero bueno, la ciudad está aprendiendo a reconocerme como escritor, a pesar de que mis temáticas no están relacionadas directamente con la ciudad. Aquí debo decir algo. Yo soy más que un escritor colombiano, un escritor latinoamericano, por las dimensiones en que se mueve mi literatura, que se sale de las latitudes de la región en donde vivo.
Yo creo que si García Márquez nunca hubiera salido de Colombia, nunca hubiera escrito sus mejores libros. De algún modo viajar lo madura intelectualmente. En ese sentido, ¿Usted cree que los viajes han sido fundamentales en su literatura?
Es posible que si yo no hubiera salido de Colombia hubiera escrito otros libros. Pero cuando me dejé atravesar de esas otras coordenadas todo cambió. Eso no quiere decir que para escribir buenos libros haya que viajar. Hay gente que nunca ha salido de su pueblo y tiene excelentes relatos.
¿Será que después de García Márquez no habrá otro genio?
Yo creo que los casos como GGM se presentan muy raras veces. Pero yo creo que él ha sido sobrevalorado. Y eso ha impedido, sobre todo a lectores de afuera, acercarse a otras sensibilidades literarias que ha dado este país, como Germán Espinosa, como Pedro Gómez Valderrama. El sol de GGM ocultó por muchos años muy buenos poetas y ensayistas. Evidentemente es un gran escritor. Pero hay que decir que todo GGM no es genial. El coronel no tiene quien le escriba, algunos cuentos y Cien años de soledad son genialmente logrados. Pero creo que hay otras obras que a pesar de que están bien logradas son obras que hacen parte de otro GGM que no es tan contundente como el primero.
La literatura colombiana para seguir adelante tiene que digerir muy bien esa figura tan emblemática como es GGM y saberla ubicar. Además la literatura de una nación la hacen varios nombres.
¿Y en Latinoamérica a quién ve como GGM?
A mí me gusta mucho Roberto Bolaños. Alan Pauls en Argentina que es muy interesante. En México está un Jorge Volpi… hay una serie de escritores en Latinoamérica que están siendo considerados como los continuadores de la gran generación del boom, pues han impactado el medio editorial internacional. Y que tienen una serie de obras, unas mejores que otras.
Por otra parte yo puedo afirmar que ningún escritor que haya nacido en los años 60 para acá tiene una dimensión como Borges o Carpentier o GGM o un Vargas Llosa. Pero hay casos interesantes. En El Colombiano se está hablando mucho de un grupo de escritores que están impactando el mundo editorial. Pero a nivel de gran obra literaria yo tengo mis dudas .
Entrevista hecha en el marco del Festival de Literatura de Montería 2014
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De DE OTROS MUNDOS (blog de Triunfo Arciniegas), 04/06/2015
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