Thursday, April 13, 2017

El Efecto Engordadero

GRACIELA CANIZO

Soberanía alimentaria, ciencia y sociedad

El pasado 7 de abril, en el marco del Día Mundial de la Salud, la Cátedra Libre de Soberanía Alimentaria (CALISA) de la Facultad de Medicina de la UBA organizó la IV Jornada de Salud, Nutrición y Soberanía Alimentaria. Este año, la jornada contó un emotivo homenaje a las ingenieras agronómas Ana Broccoli e Isabel Boccaloni. También estuvo presente el recuerdo de Andrés Carrasco. Y con la participación de Hugo López, conductor de la radio La Colifata del Hospital Borda.
 
El aula magna de la Facultad de Medicina contó con tres paneles que abarcaron temáticas específicas: la malnutrición, el costo humano de la producción de alimentos y la agroecología como único camino posible. El público presente representó a distintas regiones del país. Desde la Ciudad de Buenos Aires, distintas localidades bonaerenses (Bolívar, Nueve de Julio, Ramallo, entre otras) hasta provincias como Córdoba, Entre Ríos, Corrientes y Misiones, entre otras.

Durante el acto de apertura, el Decano de la Facultad de Medicina, Sergio Provenzano, resaltó la importancia del rol de la facultad y de la educación pública como recurso estratégico en el desarrollo de los pueblos. En ese marco, destacó la importancia de entender a la alimentación desde la mirada y el trabajo multidisciplinario. Por otro lado, se resaltó que la salud, desde una definición integral, abarca el bienestar físico, mental y social; y no solo la ausencia de enfermedad.
 
Se recordó el rol social que tiene la universidad pública con la sociedad. “La Facultad no puede desconocer las problemáticas sociales, así como tampoco el derecho vulnerado a la alimentación adecuada, libre de agrotóxicos y toxinas que compliquen la calidad de vida”, afirmó Provenzano. Por su parte, Miriam Gorban, directora de la CALISA, enfatizó en el diálogo de saberes como actividad necesaria y fundamental entre la universidad y la sociedad.
¿Quién necesita tomar un colorante para alimentarse?

El panel de malnutrición remarcó el rol de los alimentos ultraprocesados en el deterioro de la salud de las personas. En este sentido, el nutricionista Julio Montero resaltó que 14 países de América Latina aumentaron la tasa de obesidad en concordancia con el aumento del consumo de productos ultraprocesados. El índice más alto se lo lleva Argentina, en donde por persona se consumen 218 kilos de alimentos ultraprocesados al año.


En una sociedad urbanizada los alimentos ultraprocesados representan el 60 por ciento de las calorías que consume una población. Estos alimentos “imitan a los alimentos saludables, son aditivos, fomentan el consumo de comidas que no coinciden con el reloj biológico y son social y ambientalmente destructivos” enfatizó Montero. El nutricionista es Director de la Escuela Posgrado de Obesidad, Síndrome Metabólico y Trastornos Alimentarios
 
Los alimentos procesados llevan en su elaboración aditivos que no cumplen ninguna función en nuestros organismos -como por ejemplo grasas saturadas- y muchos ingredientes químicos. Estos ingredientes tienen un efecto importante y del que no nos damos cuenta y es que pasan a integrar nuestro organismo. Con este tipo de alimentación, afirmó Montero, “hemos cambiado la composición de nuestros cuerpos y ese cambio hace que empecemos a formar hormonas que funcionan distinto y por eso nos vamos transformando progresivamente en cosas que no deberíamos ser”.

Además, componentes como el azúcar, las grasas saturadas o la fructuosa son elementos que se encuentran presentes en los productos ultraprocesados y que generan, entre otras cosas, hígado graso y resistencia a la insulina.

Se habló, también, acerca de que la comida (podríamos llamarla "real") no contiene emulsionantes, antibióticos, conservantes ni tampoco edulcorantes. “¿Quién necesita comer un colorante? Eso es lo que nos están vendiendo. La gente cree que compra pan (harina, sal y agua) y finalmente, estamos comprando 45 cosas que no pedimos con el pan. Esto es una contaminación permanente, sostenida e ignorada”, expresó el nutricionista.

Por último, los integrantes del panel coincidieron en la falta de intervención por parte de los estados en la regulación de los productos ultraprocesados.

El silencio es un negocio

Fernanda Sandez, autora del libro La Argentina fumigada, habló del negocio del silencio; dado que si cada uno de nosotros supiera qué está comiendo, en qué cantidad, y que lo que comemos hace décadas está prohibido en muchos países del mundo las cosas serían muy diferentes.

Luego de haber recorrido el país tras las huellas silenciadas que deja un modelo que envenena, Sandez afirma que hay un sistema entero montado en el veneno. “No hay una suerte de política ambiental o un plan de desarrollo y estamos viendo los costos no imaginados o el lado B del negocio: desmontes, poblaciones afectadas”, afirmó.

Por otro lado, retomó el informe presentado este año por Greenpeace que explicita los intereses de funcionarios del gobierno nacional con el agro. Muchos funcionarios están instalados en lugares de decisión y de gestión de política pública; como por ejemplo el ex gerente de Monsanto, ingeniero Leonardo Sarquís hoy funcionario del Gobierno de Buenos Aires, o Beatriz Giraudo, miembro de Aapresid (cámara de la siembra directa), también funcionaria pública.

Comentó que existe un mercado paralelo de pesticidas y una superproducción de formulados químicos. La cifra es espeluznante: en solo un año se lanzaron 249 formulados químicos, a razón de 20 por mes.

Los impactos en la salud de los procesos de producción

Germán Burguener, docente de la Práctica Final y miembro del Instituto de Salud Socioambiental de la Facultad de Ciencias Médicas, habló acerca de las enfermedades autoinmunes que se repiten en las poblaciones aledañas a los cultivos de soja o silos. 

Además, enfatizó la diferencia existente entre agroindustria y agricultura porque en la agroindustria desaparece la cultura. En ese sentido, recordó que desde los inicios de la denominada revolución verde, se liquidaron en menos de 50 años 10 mil años de saberes, conocimientos e intercambio cultural de las comunidades campesinas.

Efectuó una fuerte crítica sobre el discurso científico, sobre la fe ciega en esta institución social, aun cuando en el propio siglo XXI la ciencia es cuestionada por la ciencia misma. “La ciencia sin dirección, sin reconocimiento del otro, sin el reconocimiento de otros saberes, no sirve” afirmó. 

La agroecología como salida

Participaron de este panel el ingeniero agrónomo Eduardo Cerdá y los productores agroecológicos Remo Vénica e Irmina Kleiner y Juan Kierh. Todos dieron sobradas muestras de que la producción agroecológica se puede manejar en grandes cantidades de hectáreas, ser rentables y sostenibles al mismo tiempo.

La producción respetuosa con la naturaleza y con el planeta demuestra ser la salida para sanear los suelos arruinados por los monocultivos, y producir alimentos sin venenos. Los campos Naturaleza Viva, en Santa Fe y La Aurora en Buenos Aires, son ejemplos reales de que es posible producir sin venenos y trabajando en el cuidado del medio ambiente, respetando al planeta y valorando a la vida.

Hoy en día, existen 300 mil hectáreas en Argentina bajo producción agroecológica. Existen muchos municipios en la provincia de Buenos Aires que están interesados en emprender un camino agroecológico, como son los casos de Guaminí, Nueve de Julio o Ramallo, entre tantos otros.

Para todo público

Además de los paneles, se realizaron dentro y fuera de la facultad distintas actividades de promoción de la salud, desde vacunación, prevención de riesgo cardiovascular, consejería nutricional, donación de sangre hasta feria de productos agroecológicos y kiosco saludable.

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De COMUNICACIÓN AMBIENTAL, 12/04/2017


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