DANIEL AVERANGA MONTIEL[1]
La artista boliviana Ibelisse Guardia
Ferragutti es, para nosotros los bolivianos, un pendiente a explorar, apreciar
y valorar. Bastó con ver sus obras, algunas de sus performances y parte de su
recorrido, para preparar esta entrevista que, si bien fue elaborada con la
premura del descubrimiento de un portento de versatilidad, trata de
aproximarnos a ella.
Daniel Averanga Montiel (DAM): Para comenzar, déjame decirte que
es un honor que hayas aceptado ser parte de esta entrevista, esto después de
realizar una exploración pormenorizada de tu múltiple obra artística por la
red. Comencemos con las preguntas: ¿Qué
crees que apareció primero en tu carrera artística, el impulso de crear o la necesidad
de expresarte al mundo?
Ibelisse Guardia Ferragutti (IGF): Esas dos cosas
van de la mano en mi caso. Empezó por querer crear, obviamente, y en vez de
querer expresarme fue más una necesidad de que, lo que fuere que haya creado, se comunique con los que
ven mi trabajo, desde
un lenguaje lo más universal posible, más allá de los condicionamientos culturales. Por eso, cuando encontré la Escuela de Mimo en Amsterdam, que de
mimo (pantomima) no tiene nada —porque es más una escuela de performance, teatro y búsqueda de lenguaje artístico personal—, este descubrimiento me cayó como anillo al dedo, porque me permitió explorar miles de “lenguajes”; pero desde un centro de creación no psicológico, sino más físico y fenomenológico. Esto me permitió entrar a un espacio de
investigación que toca formas de “expresión” o
de comunicación que todo el mundo puede entender, porque son principios que
todos comprendemos en nuestra condición imaginativa.
DAM: ¿Crees
que estudiar piano clásico determinó, de alguna manera,
tus otros oficios artísticos?
IGF: ¡Sí, totalmente! La base del conocimiento y
del ejercicio musical me han dado tantas herramientas. Empecé de muy chica y para mí era duro
estudiar y, digamos, no ir a jugar al patio. Pero ya hace años que agradezco mucho tener esa base, porque hoy
en día todo va más allá de las notas o de la nomenclatura
pianista. Es un
sentido musical que lo he “internalizado”, por decirlo así, pues se traduce en todo lo que hago, sea visual, teatral, textual o físicamente.
DAM: Déjame decirte que posees una versatilidad
artística impresionante: arte visual, actuación en los ámbitos audiovisual y teatral, música, danza y docencia, entre otras
manifestaciones... ¿a qué se debe esta explosión
creativa? ¿Qué
te llevó a incursionar en cada una de estas
disciplinas?
IGF: Ja ja ja... ¡No sé, la verdad! Por un lado, se me
acaba la paciencia disciplinaria
bastante rápido.
Por ejemplo: Hubo una etapa que hacía tanto teatro físico y actuaba como trescientas veces al año y aunque era hermoso, también era agotador. Después
de un tiempo haciendo eso ya me entraba de
nuevo la picazón por descubrir o explorar desde otras
perspectivas y puntos de entrada. He tenido
mucha influencia de músicos de jazz aquí en Holanda, que son músicos de todo el mundo. Y una cosa que me encanta de ellos es que se llevan a su artista
cargado en sí mismo y en el tiempo: Si ves a
Juanito, por ejemplo, hoy en día tocando, en
diez años su arte crecerá y cambiará para bien, porque él es el que se desarrolla también. Todo es una disciplina más directa de conciertos y de un
ejercicio arduo. Así,
quise cambiar como el centro
de mi creación hacia mí misma y dejar a las disciplinas para que sean como lo
que son: un medio y no un fin. Fue una
liberación total porque ya no había una ambición por dominar una disciplina,
aunque las disciplinas están
ahi nomás para que
uno las visite, dependiendo de lo que quieres hacer. Y si tuve la suerte de trabajar con
varios artistas muy grandes que me enseñaron a encontrar esa poesía, de tejer en
completo respeto e igualdad entre medios. Es decir, no poner lo visual o lo sonoro en una jerarquía, más bien tratarlos como
iguales. Y hoy en día ya no las veo como diferentes
disciplinas. Casi no me puedo imaginar cómo era ver disciplinas como mundos tan separados. Otro ejemplo es lo
del arte visual, un buen día unos amigos me preguntaron sobre hacer una
performance para una exposición, y como yo siempre entro con la pregunta básica
de unir el escultor con el músico, hice una performance tan simple, pero
también de alguna manera tan compleja, que desde entonces me han invitado a un
montón de museos para seguirla haciendo.
La verdad yo ni
me esperaba verme o considerarme una artista visual. Lo que pasa es que todas
estas disciplinas están, desde este punto de vista fenomenológico, muy
cercanas. Yo por querer entrar en una concentración o foco que me permita usar
lo físico, musical y escultural, he hecho una obra que es considerada ahora “Arte
Visual”. Es curioso cómo funciona todo al final; pero al mismo tiempo sí me
encanta trabajar para espacios de artes visuales, porque ya se tiene una
expectativa completamente diferente que ir a ver una obra en el teatro, en una
sala de conciertos o en un espacio público. O sea, me encanta mucho jugar con
la expectativa del espacio en el que haces el trabajo, y creo que por eso
exploro mucho, porque quiero jugar y porque me parece muy importante seguirme
sorprendiendo y descubriendo constantemente.
DAM: ¿Tienes
algunas influencias directas en cuanto a lo teatral?
IGF: La verdad yo nunca me
esperaba hacer teatro, ja ja ja, es como que a mí todo me llega y yo voy
diciendo: ¡Si, lo hago! De chiquita me acuerdo que me encantaba el Teatro de
los Andes por su tremendo surrealismo y me acuerdo mucho por cómo usaban música
también. Me fascinaba; sin embargo, yo no me veía, digamos, haciendo eso. ¡Yo
quería bailar!
Pero no se dio, es
más, se me empujó al mundo del teatro físico, donde correspondientemente me
empezaron a influir ciertos grupos que fui descubriendo naturalmente: DV8, Pina
Bausch, Anne Teresa de Keersmaeker y ya una vez en Holanda otros grupos se me
abrieron como un torbellino de nuevas cosas: Royal de Luxe, Wim Vandekeybus,
Sidi Larbi, Christof Marthaler, Theatre de la Complecite y muchos más. Y ya incluidos
mis contemporáneos de hoy en día, hay varios a los que tengo una gran
admiración: Bambie, Nicole Beutler, de Warme Winkel, Schweigman&, Davy
Pieters, entre otros. Quizá más que influencias, son como una gran inspiración
para mí, porque estamos en constante diálogo sobre nuestros oficios y su
relevancia en general. Y eso me motiva y me da perspectivas.
DAM: Realizaste performances y actuaciones en
varios países de Europa, Asia, América, etc., ¿cómo
se siente aquello? ¿Pensaste alguna vez llegar tan lejos, como pocos bolivianos
hicieron, en tanto al oficio artístico?
IGF: No, jamás pensé que iba a poder viajar tanto, ni menos vivir
de artista. Era un sueño
lejano. Así como “yaaaaaaa” ¡a lo paceño!; pero, aunque suena
requeté-cliché, he trabajado como descocida y eso se ha como que desdoblado naturalmente en una serie de oportunidades bien interesantes, como viajar y conocer
tantos diferentes rincones del mundo. Una manera de verlo
tal vez seria pensar desde el punto de vista del privilegio, de que soy
privilegiada, pero la verdad es que yo no me siento así. Yo tenía desde el
principio de mis quehaceres artísticos tantas ganas de desarrollarme, aprender,
crecer, caer y volver a entender, que fui a buscar todo eso de la manera más
ardua posible. ¡Y no ha sido nada fácil, uy! Ha sido un camino muy duro. Pero
me latía siempre ese fuego interior de la curiosidad y de seguir aprendiendo.
Es más, lo sigo teniendo. Ahora que soy docente en la escuela donde yo vine a
estudiar, sigo aprendiendo de mis alumnos y de todo lo que se me presente. Tal vez
eso ha sido, sin tenerlo muy consciente, una actitud que me ha abierto muchas
puertas. Me acuerdo de un viaje que hice a Jordania para actuar una linda pieza
de una coreógrafa con quien trabajo mucho (Nicole Beutler) y de repente me veo
en un salón, donde no entendía a nadie o lo que estaba pasando. Todo el mundo,
muchos hombres en el salón, estaban consternados, como si hubieran recibido una
mala noticia. Yo: ni idea de lo que estaba pasando. Dos minutos más tarde, yo
estaba dándole la mano a la Reina de Jordania, porque el festival en el que
estábamos era super importante, lo que tampoco tenía idea. Y ganamos el premio
de mejor pieza ese año. ¡Espectacular!, y bueno, cosas así que van pasando.
Capítulos interesantes a pesar de lo surreal de por cómo suceden. Lo más bello de
ir a un país con tu arte, es inmediatamente una entrada de conexión,
controversia, charlas, fiestas y todo lo que viene al conectarse desde un
lenguaje que va más allá de cualquier interés, que el puro intercambio humano.
Como cuando estuve en Irán y nos dieron un guía que nos llevó específicamente a
ciertos lugares de Teherán. Era obvio que el gobierno le dijo al guía adónde
llevarnos o no, y nosotros nos escapábamos del guía, para ir a charlar con la
gente en las calles o en el Bazaar
(que es más complejo que La cancha [se
refiere a La Cancha, en Cochabamba]).
Yo quería hablar, por ejemplo, con los tejedores de alfombras persas, o de
repente vernos en una fiesta secreta con otros artistas, con cerveza casera
porque el alcohol es prohibido en ese país. Y que nos preguntaran sobre
sexualidad o libertad artística y que con ellos —dentro de todas las
diferencias de nuestras situaciones sociales— tuviéramos una conexión tan
bella. Sentir cómo un país como el Japón conviva tan de mano a mano con lo
ancestral y lo hiper moderno/contemporáneo. Sí, la verdad jamás pensé que esto
del viajar me hubiera enseñado tanto sobre humildad, apertura, compasión y
curiosidad. Y me ha concedido muchísima inspiración para seguir practicando
este oficio que también, como todos sabemos, trae tantas incertidumbres. Pero
vale la pena. No lo cambiaría por nada.
DAM: En cuanto al ámbito musical, ¿cómo fue tu experiencia musical junto a la
agrupación denominada Tuthola?
IGF: Fue una época muy linda, con mi gran amigo Jochem comenzamos este
proyecto, desde la necesidad de entrarle a la música otra vez. Y entre los dos
buscamos hacer arreglos musicales que combinaran sonidos electrónicos con
instrumentos más usuales como la guitarra, la batería y el teclado. De ahí
surgió ver cómo podíamos hacer arreglos como a esa canción hermosa de la
Luzmila Carpio: “Al cautiverio”. Nuestro objetivo no era manipular esa canción
en ninguna forma, pero experimentar esa esencia tan nostálgica con un sonido más
electrónico. Hemos tocado con esa banda muchísimo, hasta hicimos una gira en
Japón en cierto momento. Y en cierto momento nuestros caminos nos llamaron a
otras cosas. Tal vez algún día volvamos a unirnos.
Con esta banda y
con muchas otras como The JOB y la orquesta o k a p i, he tenido colaboraciones
muy gratas; entre todos queremos salir de nuestras zonas más conocidas, tomar
riesgos, formular nuevas preguntas y plantear propuestas. Obviamente ya todo se
ha hecho en la historia del arte, ¡pero en este momento particular y con estas
personas no! Y con esa constelación de alineamientos nos llenamos de garras y
le echamos. Ha sido una aventura genial.
DAM: ¿Por qué te consideras “un fantasma boliviano”?
IGF: No me considero “de
inicio” un “fantasma boliviano”, pero es como que soy un poco. Más en el
sentido de que, aunque en Bolivia he construido una base fuerte y fundamental
artística en el Instituto Eduardo Laredo, y después con grupos como Vidanza y
bastantes otras colaboraciones, es como que sentí que había como un límite para
mí en ese entonces. Como que mi sed por un espacio infinito de creación no podía
satisfacerse del todo allá. Los ejemplos obvios son: No había una escuela de
arte superior para lo que me interesaba, no había medios económicos ni de mi
familia ni del gobierno que me apoyaran en poder ir al fondo y tampoco había
una hermandad absoluta donde sintiera que nos quisiéramos ver crecer unos a los
otros. Supongo que donde hay poco, todos peleamos por las migajas, y por un
lado me daba flojera de estar peleando por lo básico, por otro mis ansias eran
muy grandes de poder ver de todo, quería entrarle como a la boca del dragón. Y
después de haber pasado por algunos estudios en São Paulo, Brasil, que también
eran carísimos, encontré la Escuela en Amsterdam y que, aunque no me lo creas,
era las más barata, porque el gobierno subsidia el estudio mucho más; fue en
términos prácticos y de contenido artístico que me convenía muchísimo irme a
estudiar allá.
Y ahí es que
entré sí o sí al concepto de “fantasma boliviano”, porque simplemente no estoy
ahí, y porque tampoco he hecho mucho esfuerzo de propagar lo que hago en
Bolivia. Lo poco que hice, lo hice
mediante un taller en el Laredo hace tiempo y en el Martadero, ambos en
Cochabamba, combinando vacaciones familiares, ¡y todo resultó lindo!
Fantasma... ja ja
ja, bueno porque no se me ve activa allá, pero tampoco me hago ver, ¿verdad?
Por otro lado, siento que yo he estado ejercitando mi arte en territorios
bastante experimentales, que podrían ser un reto en Bolivia (sin generalizar).
Y como me he ido porque yo quería experimentar y aprender los límites de lo
imposible y lo he hecho, tampoco pretendo querer retar las tradiciones
profundamente arraigadas.
¡Pero me encantaría
desfantasmizarme y ver si hay
opciones para colaboraciones, a ver si se alinea algo algún momento!
DAM: ¿En
cuatro años como docente de la Escuela Superior de Artes de
Amsterdam, qué conclusiones has obtenido sobre
el arte en general para el mundo?
IGF: Pucha, ya desde mi educación Laredista lo vi, lo sigo viendo y lo seguiré
viendo como algo fundamental para todos. Muchos de mis compañeros del Laredo no
han estudiado arte, pero son unos capos en lo que sea que hagan. Y yo pienso
que esa sensibilidad y vulnerabilidad que el arte ofrece en educación es
fundamental para construir individuos que se conozcan a sí mismos, que piensen
de manera creativa en lo que sea que hagan, que no se crean el cuento de que
todo está explicado por la ciencia y más bien se conecten con estados de
consciencia y percepción diferentes.
Y el arte es un
medio tan enriquecedor en todo sentido, no es un lujo es nuestra herencia
humana nomás. Dime de una persona que no le guste la música, aunque no sea tu
gusto ese tipo de música o estés totalmente en desacuerdo con la filosofía o el
concepto musical. ¡Imagínate un truffi
sin música!; sí, yo sé que la información de música folklórica o popular tiene
otra función en la comunidad. No estoy para nada queriendo mezclar estos
diferentes tipos de experiencias; pero de alguna manera tienen conexión en el
sentido de que sí queremos entrar en cualquier tipo de comunión entre nosotros
a través de la música o la danza.
Yo pienso que
está inherente en todos nosotros. Querernos conectar con cosas bellas, que nos
hagan bien, sean esas cosas sonoras, visuales en diferentes espacios o tiempos.
Y enseñar en la
Escuela ha sido muy bello, por un lado, me he dado cuenta lo importante que es
abrir esas alas a la imaginación sin límites, para después crear límites que
puedan re-crear espacios donde se puedan hacer comunicativos estos mundos
personales. Por otro lado, no pienso que todos tenemos que hacer arte para
vivir una vida más rica pero que una vida es mucho más enriquecida con arte.
DAM: ¿Cómo definirías tu trabajo artístico hasta el día de hoy?
IGF: Mi trabajo se definiría por ser multifacético. Trabajo como actriz,
creadora, compositora, música, performance, profesora, cantante, bailarina y
todos estos medios se unen en una intención. Unir el escultor y el músico, el
actor y el cantante, el performancer
y el compositor, siendo la intención que estos medios dancen como en una
sintonía en servicio a lo que tiene que ser dicho, porque son el “medio” y no
el fin. Me considero una artista en continuo proceso: nuevos nacimientos y
ciclos de descubrimiento son bienvenidos. Mi trabajo artístico se define
también en gran parte al co-existir en colaboración con otros artistas. Con mi
trabajo trato de entrar a un pulso de concentración tan fuerte que es como
llegar a un cero, punto de llegada y un punto de partida. Un lugar donde con
suerte se invita a un entendimiento o experiencia profunda de nuestra condición
humana, aquí en este mundo tan pasajero. Con empatía, simpatía, humor, con lo
absurdo, lo poético y lo espiritual. Todo esto da paso a una experiencia que
puede ser interpretada muy personalmente, haciéndolo intrínsecamente política,
sin necesidad de darle palo a lo obvio, pues eso ya es, ya está.
DAM: ¿Tienes
planes futuros para volver a Bolivia y compartirnos tu arte?
IGF: No concretos, pero hay sueños. Y hay varios de mis colegas que les
encantaría apoyarme y hacer proyectos por allá. Hasta pensamos con algunos ir
en patota con grupos de teatro, danza y música. No solo para compartir lo que
hacemos, pero para organizar talleres y encuentros. Pero todavía son sueños. No
me he puesto a analizar cuáles serían las consecuencias prácticas de tal
emprendimiento. Por el momento es un gusto de poder compartir aquí un poquito
de lo que hago. ¡Mil Gracias!
Diciembre,
2018