¡Gracias querido Claudio! Fascinante. Aunque La mañana forma parte de la Suite Nº 1 Peer Gynt, y las melodías que se escuchan son irrevocablemente noruegas, Grieg, considerado como "el apóstol del nacionalismo noruego", ya para la época en que concibió la Suite había dicho: "¡Nada de empeñarse en el nacionalismo! Intentaré descartar ese concepto y escribir lo que brote del fondo de mi ser, sin importarme que el resultado sea noruego o chino". Pero naturalmente que esa su idea no pudo ser llevada a la práctica pues su música es intensamente nórdica. Ni siquiera en la Suite Nº 2, escrita tres años después que la Nº 1, y en la que destaca "la Canción de Solveig", pudo sustraerse a un nacionalismo a ultranza, no obstante que por aquella época (hacia el el 1891), declaró que en sus obras más recientes se había esforzado en buscar una expresión más amplia y más universal de su propia individualidad, una expresión influida por las grandes tendencias de su tiempo, es decir, de las tendencias cosmopolitas. Pero por más que hubiera insistido una y mil veces en ese su empeño de que el auditor hallara en el fondo de su música elementos externos a lo noruego, no cabe duda que eso resulta imposible para el oyente y resultó imposible para él mismo, pues es evidente que en toda su música, y con toda su música, él vivió un profundo y largo idilio con la identidad noruega. En suma, su condición distintiva es que su acento noruego es inconfundible y de una individualidad poderosa. Y él mismo se contradecía con su pretendida actitud de que su música no fuera unilateralmente nacional , tal vez engañado él mismo por la fecunda y mágica poesía lírica de su música que se descubre en cada compás y hasta en cada nota, y decía: "Al pintar en música al paisaje noruego, la vida del pueblo noruego, la historia noruega y y los poemas populares noruegos (como lo hizo Sibelius, o el rumano Enesco con la música de sus pueblos, añado yo), creo que soy capaz de conseguir algo". Y agregaba que así como los grandes músicos, Bach y Beethoven, habían construido iglesias y templos en las más excelsas regiones, él, al igual que Ibsen, había querido levantar casitas para el pueblo, en las que podía sentirse en su hogar y ser feliz. Nada más conmovedora que la manera de ser de Grieg, más aún cuando se expresa en su música, ya que su voz es siempre su voz, la inigualable y afectuosa voz de Grieg, "sin vestirse con galas de nadie ni utilizar palabras de otros", como señaló con absoluta propiedad un crítico de su obra.
Para interpretar la música de Grieg el director debe empaparse de todo lo trascendente y vital que guarda la obra de Grieg -ya explicada en dos palabras-, y debe asimismo captar esencialmente las deliciosas melodías de los cantos y danzas de su tierra, aunque plenos de cualidades exclusivamente suyas. En esta versión el director (a quien no conozco) ha respondido con sugestivo acierto a tan tremendo reto, y ha puesto énfasis en el movimiento siempre ondulante de las cuerdas que es el elemento distintivo de las obras de Grieg, como si a través de ellas éste dibujara aquella idea tan íntima y seductora de Noruega, esto es de regiones plenas de romanticismo, lirismo y hasta de infancia eterna. Muy expresivo el director. Mostró fielmente a una Noruega matinal y de luces nacientes.
Otra vez gracias, querido Claudio. Tú siempre tan preocupado en divulgar al amigo, o a los amigos, fenómenos que les suma a sus vidas un soplo de alegría, como la música de Grieg en este caso.
Un abrazo,
Pablo
Carta de Pablo Mendieta Paz, 15/09/2012
Foto: Edvard Grieg
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