La última década provocó un resurgimiento del género ensayístico. Al calor de los debates políticos y culturales que dieron forma a la época, el vigor del ensayo logró incluso una renovación de la dinámica habitual de sus espacios de pertenencia, por lo general limitados al discurso académico y a los ámbitos especializados.
Nicolás Mavrakis
De esa manera, la palabra como herramienta de construcción y análisis de conocimiento ganó también nuevos receptores y nuevos productores.
Con orígenes académicos y especialidades diversas, una generación de nuevos ensayistas locales vinculados a áreas como la literatura, la filosofía y la sociología –entre muchas otras–, han comenzado a expandir su territorio de intervención también de la mano del crecimiento de editoriales independientes que abren su catálogo no sólo a la ficción.
Autor de Flema es una mierda (Mancha de Aceite), el sociólogo e investigador Diego Vecino acaba de publicar una obra que por su aspiración podría asociarse con consagrados como Greil Marcus o Simon Reynolds, atravesando con originalidad los tópicos políticos, estéticos y culturales de los años noventa mediante un recorrido por la obra de Ricky Espinosa (1966-2002), guitarrista y cantante argentino al que se reconoce como uno de los principales agitadores de la escena punk autóctona. “La figura de Ricky Espinosa aparece justo en la intersección de tres procesos y eso le da especial interés: en primer lugar, la tradición cultural de los sectores populares en la Argentina, tradición que es de largo aliento, rica en hitos y multideterminada. En segundo lugar, el proceso de transformación material y simbólica de esos mismos segmentos durante la fase más avanzada del capitalismo de servicios en nuestro país. En tercer lugar, el movimiento de importación de una subcultura vagamente subalterna, vagamente de protesta, nacida en los centros de producción de la cultura global como herencia de la diferenciación en el primer mundo de la juventud como sujeto de consumo”, analiza Vecino.
A la hora de evaluar la situación de la sociología en los debates públicos, el autor de Flema es una mierda es más crítico. “La sociología parece haber perdido referencias en el espacio público como interlocutora del discurso mediático y del discurso político. Esto es, por supuesto, porque la disciplina constituye o un espacio muy productivo en nichos del conocimiento especializados y sin vocación pública, o una playa de estacionamiento de jóvenes improductivamente sectarizados. Sería algo muy positivo tener una sociología de divulgación o, al menos, una actualización de peso de la tradición ensayística basurera y plebeya que saqueaba algunos conceptos de la sociología, pero la verdad es que no la tenemos”, opina.
Docente y crítico literario, Sebastián Hernaiz es autor de Rodolfo Walsh no escribió Operación masacre y otros ensayos (17grises), un volumen que coloca en perspectiva los procedimientos y mecanismos de pensamiento crítico de varias generaciones. “17grises es una editorial de las llamadas ‘independientes’, una categoría muy laxa pero que tiene algunas consecuencias importantes: son editoriales que apuestan a un libro no por su potencial tasa de ganancia sino como un modo de intervenir en el presente, de hacer circular voces que consideran productivas y a las que respaldan brindando la posibilidad de ser escuchadas. En este sentido, es el lugar natural en el contexto presente para un libro que se construye desde los protocolos de la crítica literaria pero con un horizonte de intervención que excede el campo de la literatura al incluir y operar sobre la política y la historia”, dice Hernaiz, cuyo libro fue premiado por la Biblioteca Nacional.
“Si en los años ochenta el ámbito académico fue el refugio que permitió la producción de crítica y la construcción de un espacio de enunciación que la habilitaba para afirmarse en un saber validado socialmente, en los años noventa ese espacio se convirtió en una trampa endogámica al perder su capacidad de intervención en la sociedad. Pero hoy la universidad pública recuperó su lugar de espacio de formación y discusión. Además entró en diálogo con una proliferación de espacios donde también se producen discursos críticos sostenidos en mayor o menor medida en la utilización de las herramientas de la crítica literaria. El tema de Rodolfo Walsh no escribió… gira alrededor del peronismo, el antiperonismo, la militancia y la lucha armada en los años setenta, la democracia alfonsinista y el menemismo como esquirlas que se trabajan pensadas desde la crítica a la luz de las formas que toma Operación masacre a lo largo de la historia nacional. Sin pensar esos temas, no se puede enfrentarse el presente”, opina Hernaiz.
Por su lado, el docente universitario y doctorando en Filosofía y Ciencias Sociales Tomás Borovinsky encara la filosofía con su reciente Posteridades del hegelianismo (Teseo). “Junto a Fabián Ludueña Romandini y Emmanuel Taub nos propusimos armar un libro sobre los que vinieron después de Hegel. Werner Hamacher afirmó alguna vez que confrontar con Hegel implicaba ya inscribirse dentro de su sistema. Michel Foucault decía algo muy parecido, todos los que vinieron después de Hegel están marcados por él. A favor o en contra. Algunos lo señalan como el último filósofo y otros como la cumbre del pensamiento, Hegel es un fantasma que recorre la filosofía moderna”, cuenta Borovinsky.
“Publicar en una editorial independiente como Teseo implica tener una relación directa con el director editorial, que tiene un amor y un cuidado especial por las ediciones. A su vez, Teseo tiene un sistema de distribución global vía Internet. El libro está pensado para aquellos que busquen adentrarse en nuevas lecturas de los herederos de Hegel. No es apto para ‘acartonados’, podríamos decir. Creemos que esa es la mejor forma de ser fieles a estos autores admirados por nosotros”, explica el autor, convencido de que “algunos de los más grandes sociólogos contemporáneos también son escritores como Michel Houellebecq o James Ballard."
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De TIEMPO ARGENTINO (Argentina), 08/07/2013
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