Carlos Lobato Fernández
El alimoche es uno de los llamados “buitres del viejo mundo” que aún podemos ver por nuestras tierras. Su nombre científico es Neophron percnopterus. Se le conoce también con otras denominaciones como abanto, guirre o buitre egipcio, y en algunas zonas de Burgos lo llaman varibañuela (originariamente “marimanuela“). De esta misma manera lo llamaba también el gran Felix Rodríguez de la Fuente. Por ciertas zonas del norte también se le puede nombrar como guadilla, guandilla o cantihueso, e incluso quebrantahuesos, que es el nombre vulgar de otro de nuestros buitres, el Gypaetus barbatus. Un nombre menos agradable que también recibe el alimoche en algunos lugares del Valle del Ebro es “comemierdas”, pero hablaremos de esto más adelante.
El alimoche es uno de los llamados “buitres del viejo mundo” que aún podemos ver por nuestras tierras. Su nombre científico es Neophron percnopterus. Se le conoce también con otras denominaciones como abanto, guirre o buitre egipcio, y en algunas zonas de Burgos lo llaman varibañuela (originariamente “marimanuela“). De esta misma manera lo llamaba también el gran Felix Rodríguez de la Fuente. Por ciertas zonas del norte también se le puede nombrar como guadilla, guandilla o cantihueso, e incluso quebrantahuesos, que es el nombre vulgar de otro de nuestros buitres, el Gypaetus barbatus. Un nombre menos agradable que también recibe el alimoche en algunos lugares del Valle del Ebro es “comemierdas”, pero hablaremos de esto más adelante.
Fijémonos mejor en su nombre científico, Neophron percnopterus, cuyo origen tenemos que buscarlo en la mitología griega, donde hay una interesante historia relacionada con el alimoche que relataremos a continuación:
El buitre en el que quedó convertido el maquinador de la historia, Neofrón, inspiró la denominación científica del alimoche, que comentábamos antes. Además su nombre específico “percnocterus“, deriva de dos palabras griegas: “Perknos“, que significa “negro”, y “Pteron“, que significa “alas”, por lo tanto el nombre completo, Neophron percnopterus, podría significar literalmente “buitre de alas negras”, haciendo referencia al extremo de sus alas, que terminan con plumas grises y negras, que contrastan con el resto del plumaje que es blanco o parduzco.
Por seguir con curiosidades en el nombre, su denominación en castellano, alimoche, parece que puede derivar de los nombres locales de diversas zonas, que toman la raíz “milano“, en referencia a aves rapaces. Así, desde esta palabra en origen, podría haberse derivado a “milocha“, “amilocha“, “amiloche“… y de ahí a “alimoche”.
Biológicamente hablando, el alimoche destaca por ser uno de los últimos animales carroñeros que aprovechan los restos de los cadáveres de otros animales, cuando otras especies ya han acabado con casi toda la carne. En estas situaciones aprovecha los últimos restos que quedan pegados a los huesos, e incluso los jirones de piel. Pero lo más curioso en cuanto a su alimentación, es el uso de piedras para romper las cascaras de huevos de avestruz, bastante dura, lo cual supone uno de los pocos casos de uso de herramientas en el mundo animal, además de ser uno de los primeros conocidos e investigados. Aún recuerdo la fascinación que me producía en mi niñez, ver a los alimoches lanzando piedras contra los huevos una y otra vez en los programas de Felix Rodríguez de la Fuente.
El alimoche es el más pequeño de de los buitres que habitan en la Península, pero no por ello es el menos interesante. En contraste con su plumaje, en su mayor parte blanco como mencionábamos anteriormente, su rostro es de color amarillo intenso, lo cual llevó a un equipo de investigadores españoles de la Estación Biológica de Doñana, en colaboración con el Instituto de la Grasa del CSIC, la Universidad Miguel Hernández de Alicante y el zoo de Jerez de la Frontera, a estudiar el porqué de esta coloración y lo publicó en un artículo para la revista Nature.
En esta investigación se descubrió que el color amarillo se debía a la presencia de carotenoides, que son pigmentos de origen vegetal, por lo que quedaba por descubrir su origen, puesto que estas aves no incluyen alimentos vegetales en su dieta. Pero si incluyen huevos de otras aves, como dijimos anteriormente, y la yema del huevo contiene luteína, que es un pigmento carotenoide. Pero además, la luteina, también se encuentra en las heces de algunos animales, como las cabras, las vacas y las ovejas. Era conocido que los alimoches se alimentaban también de heces de estos animales, de ahí el nombre de “comemierdas” que comentaba al principio del post, por lo que hicieron el experimento de alimentar a un grupo de alimoches con excrementos, con el cual se comprobó que el color amarillo de sus caras se intensificaba.
Los carotenoides que intensifican el color amarillo de la cara del alimoche parece que tienen cierta importancia en la selección sexual, por lo que los alimoches de cara más amarillas tienen más éxito con sus parejas. También es posible que se relacione con un mayor rango jerárquico en el grupo. Por estas razones es lógica la coprofagia de los alimoches, a pesar de que nutricionalmente los excrementos les aporten muy poco, ya que el consumo de éstos si que favorece la presencia de parásitos en el intestino y solo los individuos que estén muy sanos serán capaces de no verse afectados por ellos, sobreviviendo y mostrando un color amarillo más intenso en su rostro. Además la luteína y otros carotenoides tienen efectos antioxidantes y refuerzan el sistema inmunológico del animal.
La historia mitológica que hemos relatado anteriormente pertenece a la obra del escritor latino Antoninus Liberalis, que vivió sobre el siglo II d. C., y del que hay pocas referencias bibliográficas, a excepción del libro Metamorfosis (Metamorphoseon Synagoge), donde se recopilan cuarenta y un relatos protagonizados por personajes, que debido a la intervención de los dioses son transformados en animales y objetos. El relato número 5, titulado “Egipio”, es el que recoge la historia que hemos contado anteriormente.
Pero la relación con la mitología no acaba aquí, puesto que otro de los personajes de la historia, que también fue convertido en buitre, Egipio, también ha pasado a formar parte de la nomenclatura binomial de otra de las joyas de nuestra avifauna: el buitre negro. Este magnífico animal tiene como nombre científico Aegypius monachus, lo que aúna en él varias referencias mitológicas. Por un lado la referencia en el nombre genérico a la historia principal que introduce este post; y en el nombre específico “monachus“, que viene del latín, con el significado de “único”, y que hace la doble referencia tanto al modo de vida solitario del animal, como a la palabra derivada de ésta, “monje”, puesto que su aspecto es parecido al de un monje con la coronilla pelada, al presentar la cabeza desprovista de plumas, como otros buitres.
Los buitres negros tienen una conducta mucho menos colonial que sus parientes los buitres leonados, cuyo nombre científico es Gyps fulvus, durante todo el año, por lo que es frecuente verlos en solitario, o como mucho en parejas, y solo en pequeñas congregaciones alrededor de la carroña o en los dormideros. Pero incluso así, es frecuente ver ejemplares solos ante un cadáver. Al igual que el Egipio de la mitología, que estaba perdidamente enamorado de su querida Timandra, los buitres negros son tremendamente monógamos, siendo habitual que las parejas formadas lo sean para toda la vida.
En cuanto a su alimentación son más selectivos que otros buitres, como el alimoche, y procuran llegar más pronto a los cadáveres, siendo ellos los que desgarran la piel para acceder sobre todo a la musculatura del animal muerto, de la que se alimentan. Estas magníficas aves complementan su dieta con la captura de pequeños animales, como ardillas, lagomorfos, lagartos, tortugas, anfibios y otras aves de menor tamaño.
No quiero terminar esta entrada sin hablar del estado de conservación de los protagonistas, el alimoche y el buitre negro. En el caso del alimoche, desde hace ya un tiempo, una de las principales amenazas proviene del uso ilegal de cebos envenenados, que unido a la falta de disponibilidad de alimento como consecuencia del cierre de muladares y basureros, así como de los cambios en la gestión de los restos de ganado doméstico, hace que mueran por dicha causa. También, hay que tener en cuenta como otro de los factores principales que afectan a estas aves, la pérdida o alteración del hábitat de nidificación y alimentación. La especie está incluida en el Libro Rojo de las aves de España en la categoría de “En peligro” y aparece calificada como “De interés especial” en el Catálogo Nacional de Especies Amenazadas. En cuanto al buitre negro, cabe mencionar que esta especie ha sufrido durante siglos una persecución indiscriminada e injustificada, lo cual lo llevó al borde de la extinción. Afortunadamente las poblaciones de buitre negro se han recuperado, y actualmente, el principal problema para ellos radica en las molestias humanas causadas por el tránsito de personas cerca de los nidos y por actividades diversas en las cercanías de las colonias. Por otro lado, debido a las normativas en relación con la retirada de animales muertos del campo y el tratamiento de sus restos, se han reducido sus recursos alimenticios procedentes de muladares y de la ganadería extensiva, afectándole de la misma manera que al alimoche. Y como en el caso anterior, es destacable en este caso el efecto producido por el uso ilegal del veneno a manos de desaprensivos. También está incluido en el Libro Rojo de las aves de España en la categoría de “Vulnerable” y también aparece calificado como “De interés especial” en el Catálogo Nacional de Especies Amenazadas.
En relación con los protagonistas reales de esta historia, Neophron y Aegypius, no podemos esperar la intervención divina de ningún personaje superpoderoso del Olimpo que interceda por ellos, como Zeus lo hizo por Neofrón y Egipio, pero si que podemos aportar todos nuestro granito de arena en la conservación de los hábitats y la recuperación de las especies, cuidando y respetando nuestro entorno más cercano, para intentar que estas magníficas aves no acaben convertidas en animales mitológicos de las leyendas que se cuenten en el futuro.
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Del blog LA CIENCIA DE LA VIDA, 15/04/2015
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