MAURIZIO BAGATIN
"El fútbol es música, baile y armonía. Y no
hay nada más alegre que la esfera que rebota" - Pelé -
Adentro de la
esfera hay millones de metáforas y hay un poema que, desde niños nos persigue,
día y noche, en nuestras piernas y en nuestros sueños. Pateamos ya adentro del
vientre materno, pateamos al salir, pateamos después, pateamos siempre. A veces
metemos gol. Hay mucha poesía en este juego. Todos algún día hemos recibido una
pelota de regalo, a todos un día, un vecino frustrado o una vieja solterona,
nos las pincharon, casi todos hemos roto un vidrio con nuestros pies chuecos al
intentar meter gol en aquella cancha que –un poco irregular– encerraba nuestros
sueños, explotaba nuestro sudor incrementando nuestros músculos. Y luego
escapando en bicicleta hemos caído en una acequia llena de ortigas, nos hemos
levantado, mirando atrás quien nos perseguía y, recogida la pelota, hemos
seguido nuestra fuga. El día después seguíamos pateando la misma pelota, en la
misma irregular cancha, con un ojo hacia la casa del vecino y el otro que
contaba los toques de dominio que lográbamos alcanzar. Alguna vez, en verano,
incursionábamos a las horas menos indicadas, bajo el “solleone” organizábamos
unos partidos alucinantes –mientras el vecino hacia su siesta– que siempre
terminaban con un gol de diferencia o a los penales y allí era que el vecino,
ya despierto, empezaba a blasfemar a derecha y a izquierda, así que rápidos
ejecutábamos los penales y escapábamos hacia otras canchas, hacia otra
libertad.
Si naces
defensor, hombre de defensa, lo que hoy llaman lateral o con otros términos
para mí ya postmodernos, si no tienes lo pies
buenos, bendecidos o caídos en gracia,
tienes que jugar siempre en anticipo, y luego pasarle la pelota a tu compañero,
aquel suertudo, bendecido, caído en
gracia, que tiene los pies buenos
y juega contigo. Esto en el fútbol como en la vida. Pasas la pelota o pides una
ayuda. El gol y los logros los festejaran juntos. Se juega como se vive, dijo
Vázquez Montalbán.
La pelota es
metáfora, circulo de una copernicana revolución… Galileo mirando los
veintisiete “carcianti” del fútbol florentino demuestra lo que la iglesia
católica quiso esperar quinientos años para reconocer: todo da vuelta, el
viento, la suerte, la historia, y todo tarde o temprano vuelve a su sitio; pelota entra cuando Dios quiere, palabra
de Vujadin Boskov.
La pelota tiene
un propietario, él decide hasta que hora se juega, quienes serán los
afortunados en tocarla y jugar con ella –sí, porque si no entras en la simpatía
del propietario de la esfera, puedes ser excluido del espectáculo– y quienes
participaran en la formación de los equipos, quienes decidirán la cancha, si
por ejemplo a las dos de la tarde de un día de verano jugarás contra el sol o a
su favor, si tu arco será el que detrás tenga la ventana de aquel gruñón vecino
o si, siendo impares, uno tendrá que jugar un tiempo en cada equipo o esperar
la llegada de otro glorioso legionario de la tarde veraniega.
La pelota tiene
un nombre, es Super Santos en los
años sesenta, cuando Pelé deleita al mundo con sus malabarismos de capoeira; se llama Super Derby cuando Inter y Milán dominan en Italia y en Europa; Super Tele la que nadie quiere porque
vuela demasiado y es “para mujercitas”; Eurosport
con la entrada de los equipos italianos en las competiciones europeas; Tango, la pelota del Mundial de
Argentina del ’78 (ganancias a los militares y un Johan Cruyff sin patearla…); Telstar la pelota del Mundial de México
‘70, la esfera que rinde homenaje a esta hambre de panem et circenses y ofrece a la masa el juego, el deporte, la
profesión, la diversión, el opio del Siglo XXI; Etrusco Único es la esfera del Mundial del ‘90 en Italia; ayer fue
la pelota de trapo, la rellenada de plumas o de cabellos de mujeres, hecha de
periódicos viejos, redonda, esférica, circular, orbicular, que da vuelta,
propio como la vida.
Para nosotros fue
todo, con una bicicleta y con las estampillas Panini: la esfera pinchada, la
desinflada, la rota, es tristeza, amargura, frustración y el recuerdo de un
libro de francés de los años setenta: Pelé,
le roi du balón rond, que nosotros,
atrevidos y enamorados, atrevidos con el balón y enamorados de la profesora de
francés, desmenuzamos hasta volverlo pelota, o mejor pelota de trapo, luego
jugábamos recorriéndola y mirando atrás a la profe… todos íbamos hacia la
pelota, mientras la pelota iba solo hacia los mejores. Para algunos quedó el fútbol,
para otros el soñar a la profe. Yo seguí soñando ambos. El balón es redondo, la
vida da vueltas, la suerte a veces también.
El fútbol será el
juego, el sueño, el deporte, el arte y sobre todo la poesía que nos acompañará
hasta el fin del mundo… seguiremos pateando una pelota, una botella de plástico
vacía, una cualquier cosa que encontremos en una calle y así haremos sonreír
hasta a Borges, él que nunca amó al futbol pero adoraba ver a un niño patear en
cualquier calle desierta de su amada y odiada Buenos Aires. Así es el fútbol,
cruz y delicia hasta el fin del mundo.
Abril 2018
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