“Todo
mejorará cuando regrese a casa y me cubra de nuevo con tu latido. Cuando entre
en ti, amor, una vez más”. Pablo Cerezal
“Los
faroles de kerosén de las anticucheras, el humo negro, guardan un dejo poético”
Claudio Ferrufino-Coqueugniot
Leo este
libro en una ciudad donde ya nos dejan salir, ha abierto sus fronteras. Una
ciudad de todos y de nadie. Se suele decir que se conoce más a la gente a
través de sus amigos, dime con quién te juntas y te diré quién eres. Claudio y
Pablo saben rodearse de los suyos, disfrutan las calles que caminan, aunque
estas ardan. Llego 6 años después de su publicación, pero sigue siendo actual.
Busco un
disco de Antonio Vega que tengo en la estantería, encuentro uno en directo que
grabó en el Círculo de Bellas Artes “Antonio Vega, Básico” hace casi 20 años,
comienza y me veo tentado a tomar la guitarra y tocar con él la primera canción
“Lucha de gigantes” En un mundo descomunal, siento mi
fragilidad. Así es la lectura de este libro, como ese verso de Antonio. Remato
los detalles de esta lectura de “Madrid Cochabamba”.
Una vez leí
una noticia que presentaban a Claudio diciendo “El siempre desconocido,
Claudio Ferrufino presenta su nuevo libro“, y así es Claudio con una amplia
trayectoria pero siempre en los márgenes. Claudio Ferrufino-Coqueugniot nació
en Cochabamba en 1960 y vive, por casi el mismo tiempo que vivió en Bolivia, en
Estados Unidos. Un detalle insignificante en un arte que no conoce ni respeta
fronteras. La solapa de uno de sus libros dice “ecléctico e irreverente,
reclama para sí una herencia multicultural que se refleja en sus letras. Paso
los días, afirma, no rememorando lo que fue, sino expectante de lo que vendrá.
¿Dónde o de dónde?, no interesa“. En su producción literaria
destacan: Ejercicios de memoria (1989), Años de mujer (1989), Virginianos (1991), El
señor don Rómulo (Mención Casa de las Américas, 2002), El exilio voluntario (Premio Casa de las Américas,
2009), Diario secreto (Premio Nacional de Novela de Bolivia,
2011), Muerta ciudad viva (Limbo errante. 2018). También es
cocinero.
Quien firma
el libro con Claudio es Pablo Cerezal (Madrid. 1972). Quien ha publicado Los
cuadernos del Hafa (2012), Breve historia del circo (Chamán Ediciones,
2017), Al-Maqhaa (2017). Ahora acaba de publicar su última
novela, ya pedida, Arábica (Chamán Ediciones, 2021).
Viajero y amante de la música, esto último queda patente en los textos suyos
que aparecen en Hey Bob (homenaje a Bob Dylan) y Lift
Off (Homenaje a David Bowie), y es letrista del músico Álvaro Suite.
Madrid-Cochabamba.
Cartografía del desastre (Lupercalia, 2015) con edición en Bolivia (Ed. 3600) no es una
guía de viajes ni es políticamente correcta, es lo opuesto; MAD-CBBA no son
ciudades de cartón piedra y fuegos artificiales, son vivencias personales,
intimas. Un lector de cualquier urbe podrá reconocer su ciudad en estas
páginas, porque tienen calle y lectura, una tela que cortar y hacer un traje a
medida para cada lector que se atreva a abrir cualquier página, no solo de este
libro, sino cualquiera que hayan firmado Claudio y Pablo.
Madrid y
Cochabamba, a simple vista no tienen nada de parentesco. Dos ciudades, dos
corazones. Dos centros de sus respectivos países. Pero ambas están descritas
desde abajo, donde tus ojos llegan sin pretender nada, a donde te llevan para
presentarte a sus ángeles y demonios. Las penas, tristezas, alegrías y llantos,
las mismas que tenemos encima, que se miran cara a cara en la calle Montera o
en la calle Aurora, con alegría y melancolía.
Cochabamba,
“Cochebomba” la llamó una vez Andrés Calamaro, y Madrid, a donde regresa
siempre el fugitivo, dice Sabina, existen como existe un Nueva York de Paul
Auster, una Habana de Padura, una Lisboa de Pessoa, una Buenos Aires de
Pizarnik, o una La Paz para Jaime Sáenz. Existe un Madrid no solo de Baroja,
Lope o Larra, sino también una de Pablo Cerezal, y una Cochabamba no solo de Nataniel
Aguirre o de Adela Zamudio, también de Claudio Ferrufino-Coqueugniot.
“Viva mi
patria Bolivia, una gran nación…No tengo ni vida ni corazón para dar“, dice
Claudio. La historia de Bolivia y España se juntan cada vez más, porque ambas
terminan mal.
Leyendo el
Madrid de Pablo vuelves a echar de menos esa ciudad donde ocultabas la litrona
cuando una patrulla municipal pasaba a tu lado. Madrid era eso, odiar a los
pijos que sí podían salir ya borrachos del bar donde la copa te costaba 15
euros. Madrid, colmena de avispas desorientadas por el alcohol y los
estupefacientes.
Con ellos
volví a comer buñuelos en el mercado, cocido madrileño (Un pecado como
boliviano es que no me gusta el api, y como madrileño es que no me gustan los
callos), escuché a mis padrastros Neil Young, Tom Petty, me volví a enamorar,
pisé barrios cercanos y lejanos a la vez, y volví a Paco Umbral, el poeta de
Madrid.
Miguel
Sanchéz-Ostiz que escribe el prólogo, conoce bien ambas ciudades y también a
sus dos amigos. Escribe sobre las ciudades “Las relaciones del escritor con
la ciudad en la que vive o en la que ha nacido, y lleva como una carga en la
memoria, son complicadas, raras, azarozas”, dice. Sobre Madrid comenta: “Madrid
tiene muchos Madrid dentro, depende de dónde vivas y de la fortuna de la que
goces“. Cochabamba “tiene cielos que dan ganas de zambullirse en ellos”
dice. “Ambos escriben como forzados de vidas propias y ajenas, sin darse
tregua, en el combate necesario con la época que les ha tocado vivir consigo
mismos“.
Concebido
después de la muerte de “El yonqui del rock and roll”, “El poeta eléctrico”,
Lou Reed, cuando ambos lloraban su muerte y leyeron sus obituarios, así la
literatura se hizo realidad. Este libro, al igual que sus ciudades, es una
puerta para su literatura, porque ambos tienen letras, arriesgada y sin
fisuras, compleja pero accesible. A través de “Madrid-Cochabamba…” podemos
intuir “Exilio Voluntario” y “Muerta ciudad viva” de Claudio, y “Breve historia
del circo” de Pablo.
No conozco
Cochabamba, pero tampoco conozco Lima, y la he recorrido con Vargas Llosa,
tampoco París, pero tenía a Modiano, tampoco Sucre, pero para eso estaba
Matilde Casazola. Pero la he visitado con Paz Soldán, con Rodrigo Hasbún, Rocha
Monroy, y también con Claudio. Y aunque viva en Madrid, la lectura de las
crónicas de Pablo sobre Madrid, me hacen conocerla mejor, cómo era y también
cómo es.
“Paseamos
Madrid, ya digo, como quien pasea un mapamundi de sabores. El mundo encerrado
en esa breve cartografía que nos vio nacer”, “Entre país y país, entre
selva y cordillera, entre océano y caudal, caminamos Madrid como quien camina
un sueño fase REM para darse cuenta de que ignora si es mejor soñar o
permanecer despierto“, escribe Pablo Cerezal.
Música,
comidas, muertes, literaturas, alcoholes, mujeres, se muestran en estas 300
páginas bien logradas. Pablo y Claudio son sobre todo sinceros, aunque la
verdad a veces incomode. Ambos escuchan a los “heartbreakers” por algo, porque
ellos tienen el corazón lleno de caminos hechos con bisturí y por ahí nos hacen
caminar. Quienes leemos a Claudio y a Pablo somos unos afortunados, tomamos sus
libros entre la jauría literaria que nos avasalla, tomamos la decisión de
acompañarlos en el viaje, comiendo, bebiendo, riendo y aprendiendo, somos unos
valientes. Insisto, esto no es un simple libro más que una vez leído se queda
en la biblioteca a empolvar, es un libro al que hay que volver, como a misa los
domingos, o mejor que a misa, como volver al Rastro cada domingo.
La
escritura da luz a lo escondido y así nos damos cuenta de su belleza, su razón
de vivir, y nos sentimos obligados a rescatar lo oculto. ¿Por qué cartografiar
el desastre? Porque ahí han vivido ambos, el desastre los ha formado. Exilios,
aunque voluntarios, no deja de ser exilio y destierro. El libro es un acto de
amor que une artes. A este libro lo acompañó el director José Ramón da Cruz,
cuando lee Madrid-Cochabamba, le apasiona y decide hacer arte
visual, no solo es un relato de esta aventura, también saca a flote la relación
entre el hombre y su ciudad.
Hay algo
que queda por encima de todo, consiguiendo una de las cosas más sagradas de este
mundo: La amistad. Antonio Vega se despide antes de cantar el himno madrileño “Chica de ayer“, “Son ellos y vosotros“,
dice apuntando a su músicos y al público. Son ellos, Pablo
Ferrufino-Coqueugniot y Claudio Cerezal. Un libro de dos autores y una sola
voz.
PD: Desde
aquí también agradezco al taxista que llevó a Pablo a su casa, previa amenaza
de Claudio si no lo regresaba sano y salvo. Sin él este libro no hubiera sido
posible.
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De NAVAJA
DE PAPEL, blog del autor, 17/06/2021