MIGUEL SÁNCHEZ-OSTIZ
Me he
acordado de Los Marqueses al leer un artículo del escritor boliviano Guillermo
Ruiz Plaza (aquí enlazado).
Mi amigo Ricardo
Camacho, poeta
paceño, se acordará sin duda de la noche de tragos que estuvimos con Freddy Márquez
en el estrepitoso Club del Recuerdo, algo asombroso, que conté en la
"novela" Diablada boliviana... Aquella noche, Freddy
bebía a morro de una botella de whisky y hablaba de su trabajo de abogado
penalista, mientras debajo de la mesa había alguien con poca ropa encima, tanto
que se quejaba de que todos los hombres la miraban y que hablaba sin parar del
amooor, amén de unos viejos cholos con gafas de sol en la oscuridad, que
parecían salidos de cuadros de Raúl Lara. En el estrado se sucedían en triunfo
imitadores de artistas famosos de los años sesenta y setenta, y por la sala
andaban señoras mayores vestidas de moteras y viejos ruteros de todas las
rutas... Qué barbaridad, qué noche... Incluida la gamberrada que me hizo
Ricardo comunicando al maestro de ceremonias que en la sala se encontraba el
premio Príncipe de Viana de la Cultura, vítores, aplausos, botellas, un cholo
me quiso sacar a bailar, «No es por maraco, es por el amooor..», un tumulto
indescriptible... Allí no había nadie que volviese a cumplir más sesenta que
cincuenta años. Los retretes estaban impracticables por inaccesibles, dada la
cantidad de vejestorios que había dentro al jale de pichicata... Qué noche y
luego que te inventas lo que cuentas… ¿P'a qué?
Volví a encontrarme con Freddy Márquez en dos ocasiones, pero de día, él iba a
lomos de su Harley (un día de Carnavales paceños) y otra en la puerta del Hotel
El Dorado, pero no era lo mismo. Una vida, la suya, de verdad estrepitosa.
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De VIVIRDEBUENAGANA, blog del autor, 28/07/2022
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