JORGE MUZAM
Llovió todo
el día, con ventarrón intermitente y rugidera de árboles desnudos. Contemplamos
la jornada desde la ventana. Los pozones fangosos. Las estoicas caléndulas. Los
gatos mojados de agosto que ante la urgencia del amor desatienden razones
climáticas. El encino derribado y las torcazas huérfanas de hogar. Logré
mantener el fuego encendido con tronquitos verdes del cedro que cayó en el jardín.
A ratos igual tuvimos frío. Tatón se exasperaba por no poder salir a jugar como
de costumbre. Tampoco pasaron ciclistas, caballares ni corredores solitarios
que lo incitaran a un ladrido furioso.
Almorzamos
tortillas de verduras, albóndigas de lentejas, ensalada escarola. Romina
preparó café y horneó galletas cubiertas con dulce de mora. El mismo que
preparé a mediados de marzo. Lo disfrutamos viendo un documental de DW sobre
Salman Rushdie. A ambos nos importa demasiado la suerte de Rushdie. Es alguien
del gremio. Una mente lúcida con sentido del humor suicida. Deseamos ferviente
y silenciosamente que se recupere. Un deseo como oración encomendada a los
dioses de Bukowski.
La tarde
nos ensimismó. Cada uno en lo suyo durante al menos siete horas. Escribí cinco
textos nuevos, textos impensados que vinieron de un altísimo laico. Redescubrí
por efecto de serendipia una novela del 2008 de la que ni me acordaba y que
estaba guardada en mi correo. Un yo levemente distinto. Más sobrio y temerario.
Hoy mi Kaláshnikov se oxida por falta de uso. O de razones. Una melancolía
steineriana doblega mi voluntad. Hoy solo escucho ópera bebiendo vino tinto de
supermercado. Releí el comienzo y me prometí publicarla. Luego avancé en
memorias de Elías Canetti, Joseph Brodsky, Doris Lessing e Ilya Ehrenburg.
Últimamente he preferido leer memorias a novelas, no obstante avanzar en obras
de Vargas Llosa y Philip Roth.
Inevitablemente
a ratos me voy a las redes, no por demasiados minutos, porque los niveles de
toxicidad son abrumadores. Quedan pocos días para votar la propuesta de nueva
constitución, y la extrema derecha descarga toda su violencia clasista, su
venenoso desdén, su racismo, su anticomunismo enfermizo a través de sus medios
hegemónicos, sus encuestadoras y los millares de lacayos que amenazan
convertirse en mayoría.
Es mejor
volver al silencio de la lluvia, a 1920, 30 o 50, al baile nocturno de poetas y
sobrevivientes, que en estricto rigor es casi lo mismo, a esos días y noches
donde predominaba la ingenua certeza de que los años venideros serían mejores.
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De
CUADERNOS DE LA IRA, blog del autor, 15/08/2022
Gracias querido Claudio.
ReplyDeleteGran texto, querido Jorge.
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