Jesús M. Pérez
Robert D. Kaplan ocupa un lugar especial en mi biblioteca. Debe ser el autor del que más libros tengo ahora mismo en mis estanterías. An Empire Wilderness es su libro más inusual. Viajar por su propio país, los Estados Unidos, con la misma mirada con la que ha escrito libros sobre los países ribereños del Océano Índico o África Occidental. Su propósito es discernir el futuro de los Estados Unidos recorriendo en coche y haciendo entrevistas en un periplo por el Medio Oeste, el Oeste y los estados del Pacífico. Lo que encuentra es un país cada vez más polarizado entre una clase media/alta conectada a la globalización y otra clase baja sin futuro con trabajos poco cualificados que viven en mundos apartes. La fragmentación social no sólo es una cuestión económica, sino espacial. Unos viven en urbanizaciones valladas y con seguridad privada. Otros en barrios violentos, sucios y feos. Kaplan vislumbra el futuro del país como una réplica del paisaje de Los Angeles, donde no hay un centro, sino una sucesión de áreas urbanas que convierten al coche en imprescindible para ir a cualquier parte.
Lo que preocupa a Kaplan es si Estados Unidos como nación tiene futuro. Y lo que se encuentra es que la política “nacional” interesa cada vez menos y las preocupaciones fundamentales de la gente son de tipo local. Washington D.C. se ve como un poder lejano e intrusivo. Pero el debate no es sólo “Washington D.C. se lleva nuestro dinero con impuestos”, sino incluso los gobiernos estatales se ven como un poder ajeno. Las verdaderas preocupaciones son las cuestiones del municipio, el condado o la región. El patriotismo que asociamos con Estados Unidos sólo lo encuentra en militares y los trabajadores de una fábrica de bombas atómicas. En el largo plazo, Kaplan sólo le ve futuro a Estados Unidos como una confederación al estilo suizo.
Otro asunto que interesa a Kaplan son las fronteras. La creciente población hispana en California, Arizona y Nuevo México le lleva a vaticinar la disolución de la frontera sur de Estados Unidos en el largo plazo. Mientras que por otra parte, los estados de Washington y Oregón se ven cada vez más conectados con la Columbia Británica, una región que se siente a su vez desconectada de Canadá. La interconexión económica y social ha generado una identidad nacional propia: La República de Cascadia. Kaplan encuentra en el noroeste de Estados Unidos que la frontera se ha diluido. Son comunes los lazos personales a un lado y otro. Las tres regiones comparten una alta conexión con las economías de Asia Pacífico, una importante inmigración asiática, unos ecosistemas similares y unos paisajes urbanos europeos, con sus paseos peatonales, sus biblotecas y cafés.
El libro fue escrito en la segunda mitad de los años 90. No sé qué encontraría Robert D. Kaplan si hiciera un viaje parecido hoy. Pero ayuda a poner en entredicho las predicciones sobre el futuro de Estados Unidos como potencia imperial sin considerar su dinámica interna. A mí, al menos, me ha entrado las ganas de coger la mochila y cruzar Estados Unidos.
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