Jorge Muzam
Llueve con desgano, con no poco frío. Pareciera estar nevando en lo alto, más arriba de donde florecen los aromos. Han sido días de escasa escritura. Lecturas dispersas en tiempos residuales. Mucho sudor inútil y ciertos encontronazos con la vida cotidiana. Familiares queridos regresan a casa. Hacemos brindis de trasnoche. Recordamos viejas travesuras entre carcajadas y hacemos planes para las estaciones venideras. Lo último que intenté leer fue La identidad, de Kundera. No avancé mucho. Más bien sigo pensando en El mago de Lublin, de Bashevis Singer, ese cabronazo judío que sí sabía narrar desapareciendo del texto, como un dios risueño que monta dados perfectos sobre la nada.
Ayer tarde fuimos a las carreras. Todo era improvisado, desde la pista de los caballos hasta las papas fritas que salian de la ramada. Huasos arrogantes y huasos humildes circulaban sin tomarse mucho en cuenta, cada uno con su feroz orgullo social a cuestas. Todos con billetes nuevos entre las manos, ofreciendo apuestas remilgadas, de cinco y diez mil pesos. Las trampas estaban a la orden del día. Los guiños de ojos, las herraduras con garras, los dedos en la baja espalda transmitiendo su lenguaje secreto. Nunca hubo una carrera limpia.
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De CUADERNOS DE LA IRA, blog del autor, 27/07/2014
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