Mariano García
Clarice Lispector (1961). A maçã no escuro. Rio de Janeiro: Rocco, 1998.
Resulta difícil comentar este texto extenso, muy denso, en donde más allá de la anécdota o marco más aparente (Martim, un hombre en fuga por un crimen de cuyos detalles solo nos enteramos al final, se instala como peón en una hacienda manejada por una mujer cincuentona, Vitória, que vive con su prima más joven Ermelinda, una cocinera con su hijita y un jardinero) lo que se cuenta es la morosa re-creación que Martim hace de sí mismo, inventándose como hombre y reinventando toda la realidad, a través de un meticuloso, agotador proceso mental y sobre todo espiritual que lo lleva del escepticismo a la esperanza, y que, con otras palabras que las que usa el texto, podría decirse que alcanza, tras muchos pasos en falso, una auténtica redención.
Como novela es desconcertante, despareja, con momentos verdaderamente cautivadores, donde se revela el talento narrativo y la capacidad de CL para crear situaciones banales que de pronto despegan hacia una especie de galaxia metafísica estática, elucubrante y con chispazos de plenitud existencial, pero también con escenas y situaciones acaso demasiado alargadas y acaso un tanto flojas desde el punto de vista de la tensión. La anécdota me hizo recordar mucho, sobre todo en la primera mitad, a las típicas situaciones de D.H. Lawrence (pienso sobre todo en The Fox y en la espléndida St. Mawr), en donde dos mujeres solas dedicadas a tareas rústicas son acechadas por un hombre en el que confluyen deseos confesables e inconfesables. Luego la acción toma un rumbo más personal, y diría que las últimas veinte páginas, sobre todo el largo y maravillosamente inverosímil diálogo que mantienen Martim y Vitória, son lo más logrado de esta especie de tanteo que quizá ni siquiera pretende ofrecerse como algo cerrado, sino como documento de un proceso interior: el hombre en tránsito de la alienación a la coinciencia de sí y a la libertad (paradójicamente Martim se siente libre cuando lo vienen a buscar para llevarlo preso denunciado por Vitória).
El título no es menos oscuro y misterioso que la novela: hay una escena en que Martim está acostado con Ermelinda en el galpón y a ella se le caen unas mondaduras de manzana: el perfume es muy caro y utiliza este método para tener siquiera alguna fragancia. Luego, en la frase final, se habla de la manera inestable de agarrar una manzana en la oscuridad sin que esta se caiga, en alusión a cuando uno sabe lo que está haciendo.
“O coração de Martim estava confuso. ‘A diferença entre eles e eu, é que eles têm uma alma, e eu tive que criar a minha. Eu tinha que criar para eles e para mim o lugar onde eles e eu pisávamos. Como o processo é sempre misterioso, não sei nem ao menos dizer de que modo o fiz: mas esses homens, eu os pus de pé dentro de mim. Para dizer a verdade, não tenho a menor vergonha de, não sendo nada, ser tão poderoso: é que nós somos modestamente o nosso processo” (311)
“Bem, toda história de uma pessoa é a história de seu fracasso” (312)
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De MICROLECTURAS, 04/09/2014
Fotografía: La joven Clarice Lispector
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