Moisés Castillo
El escritor Carlos Monsiváis decía que el cabaret no es el infierno sino el paraíso habitado por fornicadores. Y al fotógrafo Juan Ponce Guadián le gustó desde muy joven el ambiente de esos lugares que destilaban lujuria, baile, amor y desamor. Tenía 17 años de edad y daba su “moche” para poder ingresar a esos sitios míticos como el Siglo XX, Club de los Artistas, Tío Sam, Apolo, Teatro Iris o al Fru Fru.
Primero como aficionado y luego como reportero gráfico captó a las mujeres más hermosas de la noche chilanga de los sesenta y setenta, aquellas divas y vedettes de los teatros de variedad para adultos. En 1963 ingresó al diario El Metropolitano por recomendación del reportero de la fuente policiaca el Chato Azcona y de inmediato le pidieron fotografiar a Yoko, una mujer bajita pero con un cuerpo precioso. La orden fue clara: “tome fotos del show y en camerinos”.
Para impresionar a sus jefes llevó negativos 6X6 y cinco rollos de 120. Empezó a hacer clicks pero se le complicó demasiado porque usó una Yashica bifocal, no apta para el movimiento. A la hora de entregar el material su jefe le dijo “mire Poncecito esto es lo que debe tomar” y con la mano derecha le mostró sólo tres de las 200 fotos que había sacado; las otras las rompió y las tiró a la basura. Ese momento fue definitivo porque le pegó en su orgullo, la falta de experiencia exhibió su trabajo fuera de foco.
Además de trabajar como freelance, Juan tenía un taller y una pegadora de zapatos en Tepito, donde vivía con su familia oriunda de León, Guanajuato. Desde los 12 años se independizó y siempre había dinero en su cartera. Un día sus hermanos lo invitaron a una fiesta en Kodak México donde laboraban y quedó fascinado por el ambiente y por las “chamacas muy guapas y arregladitas”. Al poco tiempo entró como laboratorista y ahí aprendió el arte de revelar y descubrir los grises y conseguir contrastes perfectos.
Siempre tomaba la cámara de su hermano, una Brownie Fiesta, y vestía a sus amiguitas de la cuadra de rumberas y vedettes. Así comenzó su amor por la fotografía y su obsesión por el cuerpo femenino. Nunca imaginó que a sus 69 años tendría un reconocimiento importante por su labor fotográfica en periódicos y revistas como La Prensa, El Sol de México,Excélsior, El Universal, Sir y Órbita.
Todas esas publicaciones le pedían imágenes sensuales de mujeres como Sasha Montenegro, Lyn May, Cleopatra, Paulette, Meche Carreño, Ivonne Govea, Olga Muñiz, Cristina Molina, Isela Vega entre otras vedettes, que lo mismo fueron protagonistas en “películas de ficheras” como en el teatro de burlesque. Recientemente su incalculable material fotográfico ha saltado a las galerías como la José María Velasco y espacios públicos como el del Sistema de Transporte Colectivo Metro.
La serie fotográfica de Juan Ponce Guadián no sólo es un notable testimonio visual de lo que fue la vida nocturna de la Ciudad de México sino un documento imprescindible para entender mejor esta parte de la cultura popular sin maniqueísmos, alejándose de la idea estereotipada que el cuerpo femenino es objeto sexual o simple pornografía. Por el contrario, es la voluntad de ser una experiencia, un misterio ante los ojos del otro. Una sensibilidad y una fantasía. Una intuición de luminosidad.
-Retrató a todas las divas famosas, ¿cuál fue su favorita?
Agradezco la confianza que me dieron, la verdad que no era fácil que se dejaran tomar fotos en ropa diminuta o desnudas. Mi preferida fue siempre Norma Lee “La Diosa del Amor”. Tuve una amistad y un romance con ella de buenos amigos. La conocí en los camerinos cuando era zapatero. Iba a muchos cabarets con amigos más grandes que yo y empecé a relacionarme con las vedettes. Pensaban que era un junior porque llegaba con mi Renault Dupin o un Barracuda. Puedo decir que me llevé muy bien con todas, pero nadie como Norma Lee. Era toda una estrella.
-¿Hubo alguien que no pudo retratar o tuvo algún altercado con alguna de ellas?
Retraté a todas. Déjame decirte que también cubrí casi todas las fuentes periodísticas, incluso estuve en el periódico Estadio que se editaba en Toluca. Le pegábamos duro al Ovaciones y alEsto. Pero me solicitaban mucho fotografías de mujeres en la revista Órbita –la Playboy de los pobres-, Diversión, Escandalosa, La novela policiaca, Clímax, Chulas y Divertidas, y en periódicos de circulación nacional. Muchas estaban casadas con famosos y eran los más celosos. Los políticos ni se diga. En una ocasión retraté a la mujer de Manolo Muñoz. Estaba tomándole fotos en la sala y llega Manolo enojadísimo –era mi amigo, yo lo conocía muy bien- “qué te pasa, por qué andas retratando así a mi esposa”. Había perdido dinero porque él jugaba mucho a las cartas y después de una discusión fuerte ella lo calmó. También me sucedió lo mismo con las parejas de Meche Carreño y Macaria. Jamás llegamos a los golpes.
-Hace poco leí que una foto suya destronó a Sacnite Maldonado como señorita Distrito Federal 1980, todo un escándalo…
A ella ya la había retratado en un cabaret a finales de los 70. A un amigo le hicieron un escándalo por publicar una nota crítica contra ella y Sacnite lo demandó. Casi medio año duró el problema. Lo iban a perjudicar económicamente y recordé que tenía fotos de ella desnuda. No dudé en ayudarlo y le presté las fotos. Se publicaron en un periódico que se llamaba El rotativoy se vendió como pan caliente. Al otro día renunció a su corona. Ganó el caso mi amigo en los tribunales y me empezaron a amenazar a mí, que era un fotomontaje. Mentira, yo les dije “aquí está el rollo completo”.
-¿Cuándo fue el declive de las divas y vedettes?
En 1985 llegó el table dance y tronaron las vedettes. Recuerdo que fui a cubrir una pelea del Pipino Cuevas a Los Ángeles, California. Nos juntamos varios y nos lanzamos a Hollywood y lostable estaban a reventar. Y comentamos muchos que eso no tardaría en llegar a México y así murió el vedetismo.
-¿Y qué fue de ellas? ¿Las sigues viendo?
Ya no quieren que las retrate porque dicen que ya se ven viejitas. Pero yo les digo que es un orgullo. Doris Pavel, Olga Muñiz, Princesa Lea, Princesa Yamal están grandes pero están conservadas. Ellas empezaron a los 16 años y ya estaban bien formadas. También muchas se envenenaron o terminaron mal como la hermana de la India María. Mucha gente no cuidó su dinero y vaya que tuvieron millones, tenían todo. Por ejemplo, la vedette argentina Thelma Tixou terminó en la calle.
-¿Cómo llegó al mundo de las galerías? ¿Le sorprendió este hecho?
Guardé los negativos de las vedettes porque siempre creí que en algún momento podría hacer un libro, estoy en ese proceso. Un día –tengo tiendas fotográficas- un cliente mío que trabaja en el área de Cultura del Sistema de Transporte Colectivo Metro me dice “oye necesito una lente”. Vino a mi casa y entonces empezó a ver las fotos que tengo aquí colgadas, recortes que tengo enmarcados de revistas y periódicos. Y de inmediato me dijo “oye y de quién es todo esto”, “pues mío”, le respondí. No sabía que era fotógrafo. Le interesó meter estas fotografías al Metro y pues fantástico. Le di un bonche de negativos y le dije “escoge”. En 2010 hubo una expo en el metro Pino Suárez y fue un éxito. Comencé a recibir recados que metían en la vitrina, papelitos que la gente me mandaba. Apenas en el Instituto Nacional del Derecho de Autor expuse una serie de fotos sobre mi barrio Tepito, vecindades, oficios, gente. Pero me la llevo despacio porque todo eso cuesta. Ya viene la tercera exposición sobre los ex campeones mundiales de box de México.
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De ANIMAL POLITICO, 16/02/2013
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