Ayer noche vi Violeta se fue a los cielos, del chileno Andrés Wood.Con emoción. Por las imágenes, por el relato de la vida de Violeta Parra, por el trabajo de los actores, por los escenarios, por lo que me iba evocando lo que veía, por la nostalgia de Valparaíso que me trajo –plaza de La Matriz donde vivía Ángel Parra: Valparaíso en la noche, siento tus pasos de baile– y de La Paz, con Mariano Baptista sobre los tejados del Naira mientras me relataba aquella última época de Violeta Parra con los de la Peña Naira y el Gringo Favre, cuando compuso en una habitación recóndita del viejo edificio colonial, su Gracias a la vida que me ha dado tanto, y el revólver que compró a un maleante, con el que se fue de propia mano. Canto al coraje el de Violeta Parra que si ahora vuelve es porque "vivimos una época épica y no tenemos ya nada de épico" (Léo Ferré), o casi, mejor no negar ejemplaridad en la lucha por un mundo mejor a quien la tiene. Emocionar, seducir por la emoción más que por la bronca, ¿qué tiene que hacer un creador para conseguirlo? Wood lo consigue con imágenes, con retazos de canciones, sin imponer estas, por encima de las propias reminiscencias, tomando boleto para regresar si no a los 17, sí a la época del entusiasmo y del creer en que teníamos un futuro.
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De vivirdebuenagana, blog del autor, 22/11/2014
Imagen: Afiche del filme
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