Aquí estoy escuchando a Gino Paoli, Il Cielo in una Stanza, Senza Fine, y tantas canciones de la década del ’60. Miro la inmensidad del cielo, azul, azul, azul como sólo puede ser en el puerto, mi mujer en cama y el gato dando vueltas por las piezas. Las redes sociales son para mí una realidad tan palpable como el cielo o la casa misma. Palabras escritas entran por la puerta y dan vueltas como el gato. Y pienso en una amiga, que hoy vive momentos duros, y como soy un sentimental, se me humedecen los ojos pues ya nada es como ayer. Desde hace mucho en Chile nada es como la vida de nuestros padres, que desde una cierta ligereza o feliz ingenuidad podían sentir que todo era una promesa, la familia que venía, los hijos creciendo, jugando, la comunidad haciendo las cosas por sí misma, el país en un esfuerzo común. La década de los '70 rompió con todo el Chile pre moderno, como si la agresión, la violencia, los dientes apretados, el puño en la cara, el linchaco y las bombas lacrimógenas fueran la modernidad desnuda. Y para mi generación y las de nuestros padres también, los ‘80 no fueron sino sangre y oscuridad, para muchos, para la gran mayoría. Y hoy, hoy, tantos vociferando, rabiando, vengadores nocturnos anónimos, el taxi driver en emboscada, la turba sarcástica o grosera, el nostálgico de la bota y de la araña o de las venganzas populares, de la utilidad a todo evento o de la ideología antigua como bloque de cemento carcomido, o lisa y llanamente los terroristas del lenguaje, soeces, delirantes, van tomándose todo, la familia, los hijos, la comunidad, el país, la vida. Y ya no más un libro, un disco, una conversación alegre, ya no más Sapore di Sale, sapore di mare, sapore di te.
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De POESÍA PARA ALENTAR CORAJE, blog del autor, 30/11/2014
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