Avanzo en un libro, quedo pegado en otro, olvido a un tercero, comienzo un cuarto, abro blogs novedosos, bien diseñados, controversiales, periódicos internacionales, leo fragmentos de noticias, husmeo tendencias y nuevos blogs adheridos a esas páginas, me canso, bebo un café, abro los archivos musicales de Satie, miro por la ventana, escucho los jugueteos otoñales de los pájaros, vuelvo a abrir libros digitales, las Coplas de Jorge Manrique, avanzo, comprendo, correspondo, muevo la cabeza en señal de afirmación..."qué fueron sino rocíos de los prados".
Retomo a Céline, su asco narrativo tiene el sabor de un gran amor desengañado, abro a Henry Miller, lo degusto a media mañana, a media tarde, a media noche, me acomoda su caos, su chisporroteo poético, sus nalgas al aire, cierro sus Trópicos y vuelvo a las crónicas de Benedetti, me entero de prisioneros políticos uruguayos que estuvieron fuera del tiempo por más de una década, no se les permitió saber nada de lo que ocurrió en el mundo entre 1972 y 1983. El libro está editado en 1984. No supieron de la caída de Allende, ni de las revoluciones de Angola, de Irán, de Nicaragua o de Mozambique. No supieron de la Guerra de Las Malvinas ni del asesinato de John Lennon. No supieron de la muerte de Franco ni del fracaso soviético en Afganistán. No sé qué pasó con los "nueve rehenes" del Estado uruguayo.
Vuelvo a abrir los Intelectuales de Paul Johnson, me río, frunzo el ceño, me espanto, afirmo a ratos; deletreo la cizaña anticomunista del escritor inglés, la homofobia, la misoginia intelectual, el socavamiento artero de los ídolos izquierdistas, la impecable prosa, el sarcasmo hiriente. Parte de mis encantamientos juveniles se caen al río. Marx poco sabía de teoría de la historia, Sartre era un mentecato con complejos edípicos, Hemingway un misógino extraordinariamente cruel con las mujeres, y Tolstoi sólo tenía oídos y ojos y boca y manos para sentirse a sí mismo. Por regla general, todos era unos ególatras contumaces y excelentes manipuladores de la prensa. ¿Cuánto de eso es verdad? Lamentablemente la mayor parte. Reconozco los excesos de Johnson. Sé cuando está torciendo y manipulando, pero en este caso ese registro de torceduras es bajo. Lo más valioso del libro es la maestría para desnudar la incongruencia entre las certeras o desprolijas ideas de tales intelectuales, y sus propias vidas personales. Como se dice en Chile: "Eran hijos del padre Gatica. Predican pero no practican".
Cierro a Johnson, y continúo con un breve manual de la pintura chilena, algunos buenos cuadros y bastante plagio europeizante. Me llama la atención que absolutamente todos los artistas fuesen oligarcas. Ni un sólo pintor relevante que haya logrado imponerse desde las clases medias o bajas. Las locuras y excentricidades de nuestros connotados acuarelistas provenían exclusivamente del abundante ocio y la libertad de acción que deja la riqueza extrema. Sin embargo, hay pinturas que rozaron la maestría, como La perla del mercader, de Alfredo Valenzuela Puelma.
Satie concluye y doy el paso a La Flauta Mágica. Cierro los ojos un rato y recuerdo tantas cosas que me hacen sonreír y añorar, como aquella vez que amé a dos mujeres al mismo tiempo. Fue mi propio Triángulo de las Bermudas.
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De CUADERNOS DE LA IRA (blog del autor), 2010
Imagen: Jedd Novatt/Chaos Frenético, 2014
Imagen: Jedd Novatt/Chaos Frenético, 2014
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