Grillo Villegas
El concepto de patriotismo está rodeado de ambigüedades, aunque está claro que es amor por el país en que uno nace, que implica un sentimiento de unión al grupo, y pertenencia a un colectivo, a un "nosotros”. ¿Cuáles son los objetos de ese amor? Seguramente la cultura, el territorio, los paisajes, el entorno, la gente, las costumbres, la música por supuesto. Me interesa entrelazar también las emociones y creencias que los individuos tienen, ya que esto le agrega contenidos específicos a este patriotismo. Y justamente el peligro de que se convierta en algo negativo depende de ello. Cuando interviene el fanatismo, el patriotismo se vuelve ciego, para el caso que presento me sirve más decir que se vuelve sordo.
Chauvinismo. Peligroso desde todo punto de vista o de oído. El chauvinista es el nacionalista que genera rivalidades culturales, es el que cree que todas sus tradiciones culturales por definición son mejores que las de las otras naciones. Es ridículo. Es limitado. Es enano.
La música folklórica boliviana es una categoría difusa, su crecimiento está relacionado con la emergencia de los medios de comunicación masivos y la búsqueda de una identidad nacional. Luego, con la globalización en las últimas décadas, este folklore empieza a influenciarse de la música popular internacional, empieza a apropiar como suyos algunos genes que construyen productos de consumo cultural. Hay que vender más y existe una fórmula perfecta: Los Kjarkas. Pero las copias casi nunca son buenas. El nuevo folklore pop quiere estrellas, quiere fama, quiere farándula, giras mundiales, quiere tener (de hecho ya los tiene) videoclips con megaproducciones. El nuevo folklore pop es la nueva identidad nacional. Podemos triunfar en el mundo, mostrar nuestras danzas coloridas, mostrar que Bolivia está creciendo. La vedette del nuevo folclore pop es el caporal. Jóvenes modernos desinhibidos, sexys. Música erótica, carnal y sensual. Pero toda esa sed comercial es una trampa que deteriora la calidad de la misma música.
Como algunos sabrán escribí una nota acerca del Festival de la canción Viña del Mar 2015, donde tuvimos como representantes bolivianos al grupo orureño Pasión Andina y su canción Morena. Perfectos representantes del nuevo folklore pop. La nota que escribí decía básicamente que me gustó más la canción de la chilena Elizabeth Morris que la de Bolivia. Eli Morris es una autora de oficio, preparó una canción hermosa llamada La Mejicana. Arreglos sofisticados, acordes lindos, tensiones, paisajes sonoros, melodía certera. El texto pertinente con la agenda actual. Problemática de la mujer, violencia, ahogo con su pareja y su lucha por librarse de ello. Les transcribo parte de la letra:
"Tu amor como una serpiente, tañendo los cascabeles, mil veces cambió las pieles, bebió el agua de mi fuente secando mi alma serena.
Camino bajo la lluvia abriendo huella a mi paso para encontrar el abrazo, después de tanta penumbra remontaré del ocaso”.
Veamos la canción Morena, nuestra representante. Un caporal normal y silvestre. (Repito lo que puse en mi nota). Predecible, facilón, repetitivo, intento de ser forzosamente pegajoso, de ser un hit, de pegar en la radio, en la fiesta, de vender. Hecho con la fórmula que rinde, supuestamente. Leamos su letra:
"Morena ven a bailar. Ven a gozar el caporal de mi tierra. Mueve tus caderas se llevan mis penas. Mueve tus caderas se llevan mis penas. Ven a bailar. Ven a gozar”.
Estoy cansado de esto en la música. "Mueve tus caderas, goza, morena caliente”, etc. Cosificar a la mujer. Llevar ese discurso a una competencia internacional es un error. No me siento representado por este discurso. No me siento representado por esta canción. Esta canción no es lo mejor de nuestro rico y bello folklore. Esta canción no representa al brillante cancionero popular que tenemos con músicos como Alfredo Domínguez, Willy Alfaro, William E. Centellas, Matilde Casazola, Nicolás Menacho, César Espada, Ernesto Cavour, Luzmila Carpio, Hugo Barrancos, Willy Claure, Nilo Soruco, Kalamarka, El Papirri, Wara, Rumillajta, Rhupay, Hnos. Junaro, Jacha Flores, Mauro Núñez, Simeón Roncal, Khonlaya, Bonny Alberto Terán, David Portillo, José Lavadenz y muchos otros que hicieron tanto por nuestra música.
Me niego como boliviano a decir que este nuevo folklore pop es lo mejor que tenemos, que es lo más bello del planeta. La canción de Elizabeth Morris es infinitamente superior en mi humilde opinión, opinión que expresé públicamente con todo mi derecho y estoy siendo lapidado por decir eso.
No pueden imaginarse la cantidad de insultos y amenazas que recibí. Gente diciéndome que no me anime a ir a Oruro, gente expulsándome de mi país.
Vivimos en un país en el que una persona no puede expresarse libremente de vacas sagradas como este neofolklore decadente y de escaparate. Vivimos en un país donde a diario suceden atrocidades contra los niños, contra la mujer. ¿Y se rasgan las vestiduras por que una persona en su claro ejercicio de libertad de expresión dice que no le gusta una canción?
Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión. Es una de las bases de los derechos y las libertades democráticas. Respetar la libertad de los demás a decir algo es respetar nuestra propia libertad de palabra. Limitar estos derechos básicos nos lleva al estancamiento. Censura: odio esa palabra.
Terminaré con una verdad palpable luego de este incidente. La violencia, la agresión, el insulto, la falta de argumentos y de tolerancia está directamente relacionada con el nivel de ortografía del sujeto. Necesitamos más escuelas, más aulas, más libros. Urgente.
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De Página Siete (La Paz), 01/03/2015
Imagen: Folklore boliviano en un sello de 1968
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