Al final vamos a tener que creer en la conversión de los pecadores. A raíz del estreno del anterior filme de Alexander Payne, Los descendientes, me despachaba a gusto con este interesante guionista pero mal director, y ahora, sin embargo, nos encontramos con este Nebraska en el que el penco realizador parece haber aprendido a marchas forzadas a contar una historia. No es la obra maestra que algunos han querido ver (la de obras maestras que se hacen cada año, según algunos…), pero ha subido varios enteros sobre su anterior, y tan lamentable, empeño.
Nebraska plantea, en clave realista, una dramedia con un viejo octogenario, con la cabeza perdida a ratos, que da en creer que el típico premio millonario que losdepartamentos de marketing idean para captar incautos para sus promociones, es auténtico. Tras varias escapadas en pos del dichoso premio (en Nebraska, a más de mil trescientos kilómetros de su hogar, en el Estado de Montana, y sin coche…), su hijo menor concibe la idea de llevarlo para que compruebe por sí mismo que el supuesto premio de 1.000.000 de dólares es una falacia, y de paso visitar a varios familiares que viven de camino. Este viaje, que resultará iniciático para ambos, servirá para comprobar hasta qué punto puede ser miserable el ser humano, cómo la codicia es uno de los motores que mueve el mundo, con demasiada frecuencia con consecuencias nefastas, de qué forma, y tan sencilla, pueden finalmente satisfacerse utopías tal vez no tan irrealizables.
Filme sencillo en su planteamiento y en su formulación (cualidad sin duda muy estimable, sobre todo en un hombre al que le han bailado el agua como si fuera el nuevo Lubitsch, hay que joderse…), Nebraska termina conquistando por su historia pequeña, su blanco y negro sin alardes, su retrato en gris de una sociedad, la de la llamada la América profunda, aquí más egoísta, inhumana y cruel que nunca, una recua de individuos perezosos, malhablados, avarientos, rencorosos, vengativos: una joya.
Notable interpretación de Bruce Dern, uno de esos actores que conoció una juventud y primera madurez con títulos interesantes (La trama, de Hitchcock, nada menos, pero también El regreso, de Hal Asbhy, y Driver, deWalter Hill), para después encenagarse en títulos olvidables, siendo recuperado en los últimos años, en pequeños papeles, en filmes como Django desencadenado, de Tarantino, y ahora con un protagonista casi absoluto en esteNebraska. Su composición sabe a verdad, el viejo que se ve ya al final de su vida pero quiere cumplir aún ese último sueño, tal vez una chorrada, pero que para él supone intentar vencer, una última vez, a la muerte, antes de que el encuentro con la Parca sea inevitable.
Además de Dern, que está de Oscar (estaría bien que se lo dieran), me quedo con un actor poco conocido en España, Will Forte, experto en comedias, que aquí compone uno de esos personajes bombón, un chico de mediana edad, con trabajo que no le gusta pero que sobrelleva por aquello del pane lucrando, vida sentimental tirando a desastrosa (su novia, gorda como una boya –con lo que huye acertadamente de los estereotipos románticos al uso--, lo ha dejado recién, como dicen en Hispanoamérica) y sensación generalizada de que es el típico pelanas al que todos le toman el pelo y que no hará nunca nada realmente valioso: craso error, como comprobaremos, aunque lo valioso no sea, ni mucho menos, un acto de heroicidad, ni de valentía: sólo de amor. Sólo…
[Fuente: www.criticalia.com]
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De SEPHATRAD MEI (blog de Isac Nunes), 17/02/2014
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