JUAN CRISTÓBAL MAC LEAN
Se han
escrito millones de páginas sobre el río, los ríos, desde la mitología a la
historia, la poesía a la geografía, el urbanismo o la agricultura. El río, es
simplemente uno de los grandes habitantes del imaginario humano, así como
siempre fue cuna de civilizaciones y culturas, cuando no todo un ser aparte y
vivo de grandes ciudades a las que forma y tipifica, tan famoso como ellas
mismas.
Pero de
todas formas, lo sabemos, independientemente de su tamaño y su volumen, de su
fama o variabilidad estacional, el río, donde sea, es el personaje principal de
miles de ciudades por todo el mundo y cuyo mismo origen se confunde con el de
antiguos cauces, orillas y parajes.
Es el caso
de Cochabamba y el Río Rocha. Y es de la historia y el devenir de ambos, de su
“gran amor y gran divorcio” que trata el afortunado, el pertinente libro
“Elementos para una historia ambiental del río Rocha. Un enfoque ecocrítico y
biorregional”, de Carlos Crespo Flores y Laura Crespo Peñaranda.
Tomar al
río como tema (justo cuando éste se encuentra poco menos que moribundo) da
cuenta, por supuesto, de una gran inteligencia práctica y que se pregunta, con
urgencia, sobre los más cercano y lo más concreto, lo que directamente nos
atañe y hoy, con su pestilencia, nos acusa. A partir de un tema tan puntual, se
despliega toda una historia y se revelan políticas y actitudes, versos,
historias de vida, fotos, cuadros, memorias. Por el cauce del río no sólo es
agua la que corre.
Para tratar
su tema, los autores despliegan, inicialmente un gran conocimiento
bibliográfico, centrado en la ecocrítica, y se pasean por varios libros que
tratan de temas aledaños y ayudan a entender, en toda su magnitud, el problema
de un río y sus cuencas, un paisaje y sus derivas, una ciudad y su torpe
crecimiento. En resumen, se trata de la causa de un cauce y la calidad de un
caudal.
Hay, por
supuesto una historia ambiental y una historia del propio río, de su encuentro
y de cómo era el paisaje antiguo, cómo la ciudad se fue formando cerca suyo y
cómo en tiempos ahora ya lejanos, el río fue amado, visitado, vivido, y
cantado.
Aparte de
hermosas fotos antiguas (generalmente debidas a Rodolfo Torrico) que se van
mostrando, los autores también se preocuparon de leer y encontrar cuanta
mención literaria hubo del río y hay páginas entonces que son un festín de
sabrosas citas, desde autores ya olvidados a plumas contemporáneas, de Nataniel
Aguirre o Adela Zamudio a Terán Cabero.
Y de no ser
por este libro, por ejemplo, nunca nos hubiéramos enterado de que don Mario
Unzueta, recordado como uno de los muy buenos pintores del valle en sus mejores
épocas, también era autor de poemas, y entre ellos, estos versos tan hermosos:
Quisiera
mojar mis pies en la ribera
para saber
lo que ha escuchado el río
Pero
después de tan amables introducciones y páginas inevitablemente nostálgicas,
venidas desde una perspectiva “ecológico social”, después de minuciosas
descripciones e historias, el libro termina “reconstruyendo cronológicamente el
proceso de intervención antrópica sobre el río Rocha, sus hitos más
importantes, que paulatinamente fueron modificando el paisaje, degradando la
calidad ambiental, debilitando sus capacidades de proveer recursos, servicios
ambientales o asimilar residuos, convirtiéndola en un espacio socialmente
segregado y contaminado.”
En el
último y muy informado capítulo se traza la historia del río desde muy antiguo
hasta desembocar en el inicio del desastre, en los 80s, hasta la pestilencia
actual, de un río semi seco y que arrastra cualquier cosa menos aguas claras.
La actual
pestilencia que, a ciertas horas, se desprende del río y se siente hasta varias
cuadras alrededor, problematiza la propia ciudadanía y la relación con la misma
ciudad: ¿cómo se puede amar una ciudad apestosa?
Pero la
desgracia lamentablemente va mucho más allá: ahora mismo, la pestilencia
material del río hace recuerdo, inevitablemente, a la pestilencia moral
desatada tras el conocido, y más que ampliamente demostrado, fraude de Evo. Las
secuelas del mismo son la campante represión, la persecución y actual
pestilencia de la “justicia” a cargo de quienes hacen todo para ser
considerados, por la ciudadanía, nada más que como obedientes peones jurídicos.
Entre la pestilencia
del río y la pestilencia jurídico/política que nos asola, no lo tenemos fácil.
Libros como el reseñado, sin embargo, son de todas formas un aliciente que
anima a seguir pensando, mirando, haciendo lo que se pueda.
(Este
magnífico libro, de más de 220 páginas y que también por sus fotos uno ya
quisiera uno tener, típicamente no se distribuye. Lo regalan, eso sí, pero tan
lejos como en la Facultad de Agronomía de la UMSS de Cochabamba. Sin embargo y
menos mal, también se lo encuentra, buscándolo, en PDF).
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De LOS TIEMPOS, 05/09/2021
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