PABLO CEREZAL
Según Wikipedia,
el 17 de mayo de 1952 Rocky Marciano, el único campeón del mundo de
los pesos pesados que se retiró sin haber sido derrotado, alcanzaba su primer
título tras abatir por nocaut a Joe Walcott. Eso, al menos, asegura
la página de efemérides de Wikipedia si busco la fecha 17 de
mayo. Y busco esa fecha porque un día como hoy, hace 50 años, mi madre cometió
la insensatez de empujarme al mundo exterior para regalarme eso que llamamos
vida.
Buscar y
celebrar efemérides, hoy en día, es deporte más practicado que el propio boxeo
en su época dorada, aunque los que de ello se pretendan campeones dudo que
puedan ostentar idéntica fortaleza que la de Marciano. Cada día desfila ante
nuestra mirada, en las redes sociales, un tropel de memoriales y recordatorios
de nacimientos o fallecimientos de personajes memorables o dignos de recordar,
de acontecimientos clave en el devenir de esta historia que vivimos ya como si
asistiéramos a su seguro deceso. Así que hoy, que cumplo medio siglo, he
decidido buscar efemérides, por simular el espíritu social identitario del que
carezco. Y al descubrir esa fecha y ese nocaut, pienso que 50 años no son pocos
para permanecer imbatido en el ring de los tiempos vividos, a pesar de haberme
desollado unas cuantas veces contra sus cuerdas de alambre de espino y haber
encajado no pocos golpes con maneras de caricia, y que por bien vividos los
doy, y que podría ponerme melancólico diciendo que cualquier tiempo pasado fue
mejor y cantar con Quique González aquello de «cuando éramos
reyes» que tanta relación guarda con el boxeo. Pero resulta que de melancolía
por lo vivido poco, qué le vamos a hacer. Lo vivido, a día de hoy, no puedo más
que celebrarlo.
Celebremos
los días, diría más de uno. Los días pasados, sí, esos sí, que cualquier excusa
es buena para embriagarse. Pero los venideros no, lo lamento. Yo no quiero
celebrar los días que me resten: necesito morderlos, roerlos y raerlos,
desgarrarlos y devorarlos hasta el paroxismo como si fuese esa piel que hoy, a
mis 50 años, tengo la animal necesidad de acariciar más allá de la superficie,
centrifugarme en ese caudal de carne y saliva que nada tiene que ver con los
centrifugados en busca de emociones fuertes en prostíbulos, centros comerciales
y otros parques de atracciones. Que no quiero más centrifugado que el del sudor
que hierve en aromas no inventados, y la mirada que tritura la voz, la calla,
la estrangula, no la necesita para decirlo todo, y el pliegue de la sonrisa que
pliega a sus pies falsas fortalezas, y la voracidad de la mente hecha poesía de
la que duele, de la de verdad, y la voz de dicción sublime que dicta con sus
sílabas como acequias el caudal que desequilibra los planetas situándolos en el
justo lugar en que, ahora lo comprendo, los imaginé desde el primer aullido,
recién salido del naufragio de vísceras en que me acunaba mi madre, recién
comprendido que necesitaría naufragar en unas vísceras aun más hermosas si
quería darme por realmente nacido. Porque de la carne nacemos y en carne nos
convertiremos. Lo del polvo no me lo creo, ni como consigna bíblica ni como
chiste palurdo. Hoy quiero la carne y me reconozco caníbal y me duelo y
retuerzo si no mastico antes de que mis dientes decidan hacer las maletas y emprender
el camino del exilio. Claro, al final, como en mi primer nacimiento necesité de
mi madre, en este nuevo en que me guiña sus ojos de curva fémina un reloj de
arena entregado al vértigo, necesito de ese otro vientre que me desee seguir
naciendo. Yo, al fin, quiero devorar los días venideros naciendo hacia dentro. Y
no es huida, es salida.
Pero,
regresemos a las efemérides, y hagámoslo con el mismo espíritu selectivo con
que se hace a día de hoy: eligiendo únicamente lo que nos interesa. Porque un
17 de mayo también nacieron Dennis Hopper y Trent
Reznor que, cada uno a su modo, mucho bueno me han regalado. Quiero
decir que yo también he usado las efemérides, mayormente por cuestiones
económicas, ya saben: artículos de encargo y demás. Pero las efemérides, como
las volátiles avalanchas de likes en redes sociales, son
engañosas, si no, directamente, una estafa ataviada con las roñosas telas de la
impostura. Y me explico: lo de Rocky Marciano es falso. Tumbó a Joe Walcott
para alzarse con el título de campeón del mundo en 1952, sí, pero no el 17 de
mayo, sino el 23 de septiembre. Un error de esta enciclopedia global que
hubiese dejado sin empleo ni subsidio a Diderot, D'Alembert, Rousseau, Montesquieu y
compañía. Tal vez solo sea una disrupción de la realidad, como esa en que mi
propia realidad, la única verdadera, hace que David Bowie estremeciese
a los televidentes británicos interpretando «Starman» en Top of the
Pops el día en que yo nací, en vez del 5 de julio del mismo año. Sí,
creo haberlo dejado claro, no soy acólito de las efemérides, pero los 50 son
buena edad para cambiar de opinión y nacer de nuevo, ya lo he dicho, así que lo
mismo un día troco esa fecha en Wikipedia, que al fin y al cabo es
una enciclopedia libre y popular, ¿no?
Disrupciones,
decía, pero ahora comprendo que solo son excusas para escribir esta retahíla y
agradecer con ella a cada una de las personas que ha logrado que los 50 años
que ya he vivido hayan merecido la pena y, sobre todo, a las que harán que
merezcan más la pena los que me queden por delante. A estas últimas, eso sí,
les aviso: muerdo.
Así que:
gracias, siempre, y cuidado con el perro.
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De POSTALES
DESDE EL HAFA, blog del autor, 17/05/2022
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