HUÁSCAR SANDOVAL BAUER
Nace en los
páramos andinos de Potosí, a 5500 m está su cuna. Desde allí se desliza entre
quebradas y desfiladeros, alimentándose de innumerables surcos de agua que
alguna vez fueron hielo. En su milenario recorrido lleva consigo partes de las
montañas que le vieron nacer. No se detiene, poco a poco toma fuerza, crece y
se acelera, como si adivinara su destino.
Desciende.
Llega a climas más amables y se llena de vida. Las últimas estribaciones del
coloso andino crean la cordillera del Aguaragüe. El río se abre paso, excava
entre los cerros, serpentea y se mueve. El verde eclosiona y empieza a poblar
sus orillas de trinos y rugidos. Sonidos del monte. Sus aguas pululan de peces,
fabulosos cardúmenes de sábalos desovan en su seno.
Villamontes
es el sitio donde el río estalla y se libera de su prisión cordillerana.
Penetra con fuerza en la llanura chaqueña, fecundando con sus aguas la sedienta
tierra. Es la metáfora perfecta del padre río y la madre tierra. Engendran vida
y alimentan a los hombres, los que a su vez son hijos del río y de la tierra.
Es el río
Pilcomayo, siempre igual, pero nunca el mismo. Un río de leyenda, cuyas aguas
cantan y cuentan su historia, y las historias de los hombres. Solo los sordos
del alma no pueden escucharlas. Guaraníes, Tapiete y Weenhayek son sus hijos
originarios, pero no los únicos. También están aquellos pioneros y su
descendencia que, con sueños y tesón, poblaron este rincón olvidado de la
patria
El hombre
chaqueño: hombre de a caballo, decidor, alegre y montaraz, que en su soledad
canta. Duro como el Quebracho y tierno como los tiernos frutos del Algarrobo.
Querendón de su tierra. Extraña mezcla de gente venida allende la cordillera y
los mares, originarios, curas y soldados. Siempre dispuesto a compartir un buen
asado, regado con abundante vino, o cebar unos mates junto al fogón cuando el
frío aliento del viento sur se enseñorea sobre el Chaco Boreal.
Villamontes,
el río y el Chaco. Indisolublemente ligados en el imaginario colectivo de los
bolivianos. No es para menos. En estos parajes se escribieron las páginas más
dramáticas de la historia de Bolivia en el siglo XX. La guerra del Chaco marcó,
a sangre y fuego, un antes y un después en la historia del país. Es raro
encontrar un boliviano que no tenga un abuelo o bisabuelo que no haya regado
con su sangre la llanura chaqueña.
Hoy en día
Villamontes es una pintoresca y apacible ciudad, con amplias calles y hermosas
avenidas. Flanqueadas por floridos toborochis y otras especies nativas. Cuenta
con una importante y variada oferta turística, gente cálida y hospitalaria Si a
Ud., amable lector, le gusta la aventura, la historia, la cultura, conocer
lugares mágicos, o simplemente comerse un delicioso sábalo a la orilla del río,
y que este le susurre al oído su historia y su leyenda, no lo dude… alas y buen
viento.
Si estas no
son suficientes y buenas razones para visitar Villamontes y el Chaco, tengo
otras, pero sería muy largo de contar.
Yacuiba, 18 de mayo, 2022.
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